“Viva Taso y Alojera / Epina y su cordillera” (pie de romance popular).

Por Luis Jerez, Juan Montesino y Miguel Ángel Hernández.- El capítulo de esta semana se centra en los núcleos localizados en el noroeste de la isla y pertenecientes al municipio de Vallehermoso. Toda esta amplia zona se despliega al oeste de la cuenca de Vallehermoso, de la que se separa por una línea de crestería que parte desde El Bailadero (en el alto de Epina, punto de unión con la meseta central), prosigue por Teselinde y las Cumbres de Chijeré, hasta terminar en los acantilados de Punta Gorda. Esta zona presenta dos paisajes diferentes: a) la ladera costera de Arguamul con fuerte inclinación hacia el mar, y b) los Valles de Taso-Alojera, un anfiteatro debajo de los altos de Teselinde y el Lomo del Carretón. Los principales núcleos poblacionales que se identifican en esta zona son: Alojera, Epina, Taso [1],Cubaba y Arguamul.

EL ENTORNO NATURAL

La Gomera se ha ido construyendo a lo largo de más de 15 millones de años. Primero se formó el edificio submarino, el basamento de la isla, y posteriormente, saliendo el magma a través de él y cubriéndolo, la parte aérea de la misma, donde se han sucedido tres edificios volcánicos en escudo, construidos uno tras otro, sobre la destrucción erosiva del anterior: Edificio antiguo Inferior (EAI), Edificio Antiguo Superior (EAS) y Edificio Reciente (ER).

Los episodios de destrucción del Edificio volcánico más antiguo debidos a los grandes deslizamientos ocurridos hace ya millones de años y la posterior erosión, han desmontado en el norte la cubierta producida por el volcanismo aéreo, descubriendo incluso las raíces de la isla, lo que llaman el Complejo Basal.

Vertiente de Arguamul

El colapso del flanco noroeste del Edificio Antiguo Inferior y parte del Complejo Basal es la causa de que la geomorfología y el paisaje de esta zona sean tan especiales. En sus laderas y acantilados marinos afloran las rocas submarinas, diques y rocas plutónicas del Complejo Basal. También encontramos diques deformados por el efecto de los deslizamientos, brechas o aglomerados productos de esa destrucción, capas de basaltos del Edificio Antiguo Superior sobre la “brecha de Taso” o sobre el Complejo Basal en la Punta de Bejira y restos de las capas del Edificio Reciente en la parte alta de Teselinde-Chijeré.

Sus laderas, con fuerte inclinación hacia el mar bravo y generoso de donde sacaban parte del sustento para una población abundante, están pobladas de sabinas, más abundantes hacia el norte. En la parte baja crece un Tabaibal “dulce” bien conservado con toldas, sabinas, cardoncillos y otras especies, encima de la franja de vegetación halófila costera de salados. En la parte alta se recupera un Fayal-Brezal que se extiende hasta la cumbre de Santa Clara y Teselinde.

Sobre la ladera norte desde Arguamul hasta los Órganos, tenemos los altos de Chijeré, un lomo de tierras coloradas, restos alterados de los basaltos antiguos y el basamento, donde se encuentra un pequeño caserío, muestra también de estas estampas de La Gomera vaciada.

Vertiente de Taso-Alojera

Aquí también afloran los materiales del Edificio Antiguo Inferior (entre 10,5 y 8,7 millones de años) incluyendo las brechas o aglomerados, producto de los deslizamientos que cubren parte del valle de Taso, y que una porción se apoya directamente sobre el Complejo Basal.

El barranco de Taso presenta un sinuoso cauce ramificado en la cabecera con el barranco de Cubaba que viene desde Epina. Sus laderas están suavizadas por el relleno de los deslizamientos y por la meteorización y erosión sobre estos viejos materiales. En el tramo superior se localizan los caseríos de Taso y Cubaba. En la cabecera de Cubaba está Epina, cuyos Chorros, situados en el monte sobre el pueblo, es de los lugares más visitados de la isla. En la costa, por la playa de Puerto del Trigo, desembocan los barrancos de Alojera y Taso.

Por su parte, en el valle de Alojera se distingue una separación clara en el paisaje entre los basaltos antiguos llenos de diques, donde se sitúa el pueblo, sus cultivos y el palmeral, y las capas de basaltos recientes caracterizadas por los imponentes acantilados del Lomo del Carretón (formación conocida localmente como Los Andenes) que coronan el valle. En esta formación geológica son bien visibles las capas de coladas de los basaltos subhorizontales del Edificio Reciente, apoyadas discordantes sobre las coladas del Edificio Antiguo Inferior. En la zona de contacto entre ambas capas aflora el agua por diversos nacientes que luego discurre, superficial o subterránea, por las cañadas y barranquillos donde observamos los mejores palmerales, que bajan como “ríos verdes” por el barranco.

UN ESPACIO TRANSFORMADO PARA LA AGRICULTURA

El papel desempeñado por la actividad humana sobre este territorio a lo largo de la historia queda manifiesto en su paisaje. La principal actividad humana transformadora ha sido la agricultura, actividad que se encargó de reconfigurar el entorno natural primigenio para dar lugar a diferentes caseríos y agrosistemas aún perceptibles en la zona.

Comenzamos por el pago de Arguamul, que ocupa el sector septentrional en esta amplia vertiente y, como dijimos anteriormente, es un entorno con laderas de fuertes pendientes. La mayor parte de la zona es muy agreste, por lo que el poblamiento tendió a concentrarse en dos caseríos específicos: Las Tías en la zona alta, y Guillama en la baja, cerca del mar. En torno a ellos se labraron las tierras para el uso agrícola, hoy reducido a unas pocas huertas destinadas a cultivos de autoconsumo. La actividad predominante en este sector fue la explotación ganadera, que se combinó con otras como la pesca y el marisqueo. Nos contaba doña Sara García en Arguamul [2], que ella se dedicaba a recoger lapas, «burgaos» y mariscar por esa costa norte cercana de los Órganos. Decía que la mar de Arguamul daba mucho de comer y siempre había sido así, como lo atestiguan la cantidad de concheros que hay en lomos y en cabezos de toda la costa (ya los antiguos gomeros se abastecían aquí de la mar). Cuando había cogido una cantidad suficiente, lo cargaba en la cabeza, subía por el empinado camino hasta Santa Clara, en la degollada entre Teselinde y Chijeré y bajaba por el Barranco de la Era Nueva, hasta Vallehermoso, donde la gente pudiente le compraba enseguida las lapas, «burgaos», pulpos, morenas y algún pescado que llevase también. Hacía su trueque o compraba en las tiendas y regresaba con otra carga para su pueblo. Además, esos caminos lo transitaban con frecuencia porque en Arguamul no había tiendas y aprovechaban cualquier diligencia en Vallehermoso para adquirir lo necesario que allí no tenían. Todo esto se realizaba en el mismo día, caminando sin descanso, partiendo desde muy temprano y regresando antes del anochecer.

Arguamul estuvo bien poblado en décadas pasadas a pesar de su aislamiento. Nos contaba un paisano, Ramón Díaz Ventura, cuyo padre era de Arguamul, que cuando vino al pueblo de pequeño, allá por los años 50, lo hizo a lomos de un burro, de los muchos que había en el lugar, y de los que encontró varios transitando cargados por el camino que sube a Santa Clara. Vivían en aquel tiempo más de 200 personas, con abundante ganado y con todas las eretas cultivadas. [3]

Taso (o Tazo) es otro pago de gran extensión en la zona y que para los naturales del lugar vendría a coincidir con la zona alrededor de la ermita de Santa Lucía, así como los caseríos más próximos a ésta, de tal manera que, por ejemplo, el caserío de Cubaba no estaría en Taso. En cambio, para la gente que no sea de la zona, Taso tiene una mayor entidad, por lo que dicho nombre denominaría a toda la región comprendida entre Arguamul y Alojera (Perera López, 2005: p. 213, T.2, Vol.16). Todo el «valle» es una zona bastante árida y de presencia humana localizada en los dos caseríos mencionados (Taso y Cubaba). Aquí podemos encontrar viejas casas de piedra abandonadas junto a bancales, testimonio de un poblamiento mayor del valle, donde se produjeron algunos de los primeros asentamientos agrícolas de La Gomera y que a lo largo de los siglos combinaron la agricultura de subsistencia y de exportación. La presencia de afloramientos de agua en la zona alta permitió el riego de algunas fincas localizadas sobre los depósitos coluviales, en las que se cultivaron productos que posteriormente se enviaban al mercado peninsular y europeo (como los tomates en el siglo XX).

Esta zona también se distinguió por el cultivo y aprovechamiento de la palmera, pues, precisamente aquí se encuentra el mayor palmar (o palmeral) de la isla. El palmar numeroso de Taso-Cubaba -y de Alojera- es una muestra de un verdadero agrosistema gomero, aprovechado durante siglos para la obtención del guarapo y la miel de palma, así como para otros múltiples usos de la palmera. Si alguna tarde observas a un gomero “curando” las palmas para sacarles su savia, el guarapo, estás disfrutando de un proceso ancestral que forma parte de su cultura, y de origen norteafricano como la población aborigen de Canarias.

En la actualidad muy pocas familias residen en estos núcleos.

Alojera es otro sector de esta vertiente noroccidental. Ha sido, y es, la zona más rica en recursos de esta parte del municipio de Vallehermoso, motivo que propició un mayor grado de antropización. El poblamiento también se ha distribuido mayoritariamente en el fondo del valle adoptando una disposición lineal disgregada en diferentes núcleos como El Lomo, Mazapé, La Plaza, El Cabecito o El Puerto. Ya en la costa se localiza el núcleo de la Playa de Alojera, donde se desarrolla cierta actividad turística, sobre todo, en los meses de verano.

Desde los tiempos de la Conquista se convirtió en uno de los espacios más importantes. La abundancia de agua y buenos suelos (al ser el lecho del valle principal un cúmulo de depósitos coluviales y con una topografía más suave que el entorno circundante) permitió un temprano aprovechamiento agrícola. El valle de Alojera fue en su mayoría de propiedad señorial y se orientó a la obtención de productos de exportación como el azúcar o la seda, entre otros; combinándose con el plantío típico de autoconsumo (papas, legumbres, verduras, etc.) de la propiedad alodial (no perteneciente al Señorío, de propietarios comunes). No obstante, fue el cereal, concretamente el trigo, el cultivo preeminente. En el siglo XX se introdujeron nuevos cultivos de exportación, siendo el tomate el más importante. Su desarrollo fue tal, que se construyeron varios empaquetados de fruta y un pequeño embarcadero en la playa, por donde se sacaba la producción para los mercados nacionales y europeos.

Aquí plátanos casi nunca ha habido, es una buena calidad de plátanos pero por el viento…. De exportación, tomates, y antes, anteriormente, cebollinos pero normalmente lo que se exportaba aquí siempre era el tomate. Aquí se estuvo exportando antes de la guerra, cuando la guerra se paró, después se volvió a empezar y Fyffes hizo aquí el empaquetado de tomates. Lo único que había para tener una perra era el tomate” (J. G. J., en Jerez, 2017: 106).

En Alojera también hay que subrayar el papel de la palmera y sus derivados (guarapo). Este árbol encontró en el corredor Tazo-Cubaba-Alojera una de las zonas de mayor difusión en la isla. En la actualidad es una práctica desarrollada por varias empresas locales.

 

Epina es otro caserío típico de las medianías del norte de la isla, enclavado en un pequeño valle situado en la parte alta de la cuenca, debajo del monte y de los legendarios Chorros de Epina, hoy lugar de visita y tránsito de los turistas que recorren esta parte de la isla.

….Y LA GENTE SE TUVO QUE MARCHAR

El modelo económico imperante en La Gomera, apoyado sobre el dominio de la agricultura, tuvo en estos parajes el mismo desenlace fatal que otros muchos lugares de la isla, esto es, la emigración y el abandono permanente de sus agrosistemas.

A pesar de que nos encontramos en una zona rica en recursos (pesqueros, suelos, agua, clima, bosque, etc.), donde se llegó a articular uno de los paisajes agrarios más ricos de La Gomera (palmerales, cereales, huerta de regadío, cultivos de exportación, etc.) a manos de una población que llegó a superar los 1.300 habitantes (por ejemplo, Agulo en la actualidad reúne algo más de 1.100 habitantes censados), el modelo de explotación agraria estaba condenado a perecer. Entre la fuerte desigualdad en el reparto de la tierra (alta concentración en pocas manos y muchos campesinos con poca o ninguna) y las relaciones de trabajo atrasadas (semifeudales) que se deban en las fincas (predominio de la medianería), la agricultura era incapaz de facilitar el bienestar de su población.

Todo funcionaba a medias. Pero funcionaba a medias el tomate, el millo, las papas, y el terrateniente que tenía un terreno que tenía su medianero aquí, tenía el medianero aquí que cuidarle el cochino, cuidarle la cabra y mandarle el queso y mandarle el medio cochino cuando lo mataba y mandarle todo”. (J. G., en Jerez, 2017: 547)

Esa medianería tan extendida existía por la fuerte concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos, lo que generaba la dependencia de los pequeños propietarios y campesinos sin tierra hacia los más acomodados. Tal dependencia los obligaba a ejercer de medianeros, entregando una parte determinada de los productos al dueño:

Tuve animales, cabras y vacas y burros. Tierras en propiedad no, a medias. Es que aquí en Tazo tierras en propiedad no había sino los ricos. […]. Todo el mundo trabajaba aquí a medias”.

Siempre has dependido de esa gente. Primero dependías de ellos porque el dueño del terreno eran ellos, tú tenías que darles su mitad,… pero a veces tenías que cuidarle un cochino, cuidarle una vaca, cuidarle tres cabras y darle la mitad de eso que tú tenías también. […]. Y el amo se llevaba la parte del queso, de la leche, del cochino y de todo, sin tener más que el terreno, y la parte del millo y las papas y el tomate y lo que fuera. ¡Esos no trabajaron nunca, no trabajaron nunca!”. (A. P., en Jerez, 2017: 547).

Se trataba de una medianería bajo la que se también se daban formas dramáticas, muy dramáticas, de dependencia personal hacia los dueños:

No había sino el servilismo porque tenías que vivir de eso, el que no tenía un terreno no podía vivir como hoy. Tú tenías que tener tu terreno, que a lo mejor lo plantabas de lo que a ti te daba la gana, de batatas normalmente para tener batatas que comer todo el tiempo, y de tomates plantabas lo del amo. Tenías un terreno tuyo, a lo mejor una pequeña propiedad que tenías porque tu abuelo estuvo en Cuba y compró aquello… pero el del amo tenías que atenderlo porque con aquello no te daba. Y tenías que atender primero el terreno que tenías de medias, del señorito, estercolarlo, ararlo a su tiempo, tenerlo bien, después el amo te decía «aquí hay que echar otra manta de estiércol» y tenías que ir y echársela porque si no te lo quitaban y estaba el otro esperando atrás, habían cuatro esperando atrás para coger ese terreno”. (J. G., en Jerez, 2017: 577-579).

…………………..

«Y les tenía uno miedo, eso sí. Cuando uno tenía las tomateras desatendidas, porque no podía uno, porque era mucho y tenía uno que, habíamos pocos, había que cuidar animales y no podíamos. Uno se asustaba. El amo que nosotros teníamos tenía un caballo, y bajaba, y cuando uno bajaba y vía la herradura del caballo, sabía que había bajado por el camino. Cuando uno bajaba al otro día, que vía estado el día antes, uno decía: ¡Ay dios que estuvo el amo aquí! ¡Ay dios los tomates que los teníamos sin amarrar! Y después, claro, alcanzábamos el rezongo, si no les atendía los terrenos, no nos decía que nos lo quitaba porque ya te digo, no era malo, pero sí, uno les tenía miedo. Los vía con ese respeto y todo todo la mitad. Tenía uno ese respeto, así me enseñó mi padre, que todo todo era a mitad. Nada, cogíamos higos pasados, de todo, judías, frijoles, de todo, pero todo era la mitad, eso sí». (C. P., en Memoria Isleña, 2019).

………………………

Las tías de… ¡esas las pasaron!….con los…. Esas tenían que pasar todas por la cama del amo porque si no les quitaban los terrenos. Ellas parieron todas, una de don…, otra de…, la otra de tal… Que son gente buena, gente honrada, es que no había, y había que comer. Eso hoy no lo entendemos pero tenían que llegar a eso, tenían que llegar a entregarse al amo porque si no te quitaban los terrenos y ¿de qué comías?”. (J. G., en Jerez, 2017: 577-579).

Todavía en fechas recientes, cuando aún funcionaba la cooperativa de Alojera, las viejas formas de explotación de los campesinos seguían vigentes:

No daba tiempo para nada. A veces no comíamos porque no teníamos tiempo. Se levantaba uno temprano, atender los animales, cortar leña, sembrando tomateras, cortando el tomate, apurado después para regar, que si era esto, que si lo otro, ¡ay Dios! ¡ay Dios!, ¡más trabajo!….y cuando fui a cobrar…allí en la cooperativa que fui socio de la cooperativa…el primer año que cobre allí no volví a cobrar más…fui a cobrar 20.000 pesetas, eran 10.000 pa doña Adelita. Llegué a casa con 10.000 pesetas…, y no plantamos más tomates”. (C. S., en Jerez, 2017: 560-561).

………………………

«Uno no se podía rebelar porque después le amargaban la vida, no tenía uno donde moverse… porque había mucha gente y no podía uno echarse fuera. Y además había alguien que sí, pero nosotros, gracias a dios, mi padre no nos criamos así. Mi padre estuvo en Cuba y entonces había comprado unos terrenitos por ahí y vivíamos de lo nuestro. Pero vía a los demás, la situación que vivían, mal, sin tener nada. Como uno vivió así. La esperanza era ir viviendo así hasta que dios quisiera. Sin futuro, porque no había nada. (J. V., en Memoria Isleña, 2019).

Por tanto, ante estas situaciones, ¿cómo no se iban a marchar de sus pueblos e irse a buscar un mejor porvenir a otros lugares? Y eso fue lo que ocurrió. Los habitantes de estos pagos se fueron a trabajar y vivir fundamentalmente a Tenerife y a Venezuela a partir de la década de 1950.

«Nos íbamos de aquí porque necesitaba uno tierras para trabajar y no había, no había, estaba todo ocupado y entonces había una gente que los llamábamos los ricos, que tenían propiedades y tenían los medianeros que llamaban, tenían terrenos de media. Y tenía usted que estar trabajando y llevarle la mitad al amo, como llamaban al dueño de los terrenos y entonces la mitad. Si tenía una vaca: la leche; Si tenía una cabra: la leche o el queso. Hasta un cochino había que tenerle de medias por un pedazo de tierra que usted garrara.

Me acuerdo ahí en Epina había uno que tenía un pedacito de tierra, poco, y tenía que tener una vaca ¡Cómo cuida usted una vaca aquí! En un pedazo de tierra así [indica con las manos lo pequeño del terreno] Tenía que cuidarla en lo ajeno, trabajando por ahí, por donde pudiera, para después llevarle la mitad a ese señor, que era el dueño del terreno. De eso había montones por ahí. (J. V., en Memoria Isleña, 2019).

Lo que a duras penas pervivió durante varios siglos, en tan sólo dos décadas se desintegró. L@s gomer@s, como en otros momentos de su historia, encontraron fuera un porvenir que en la isla les costaba la vida, porque el trabajo y la vida en el campo fueron de todo, menos placenteros. Esta es la explicación para comprender las causas de La Gomera vaciada.

«Me acuerdo de todos los trabajos que pasé pero no me gusta mucho recordarlo porque, como está uno ahora tan bien… Es que yo me paro a pensar y muchas veces sufro en ver que hay tanto ahora. Y me acuerdo de antes, lo que pasé antes, las faltas que uno pasaba de tantas cosas. Estar una hasta los ocho o diez años descalzos, pal monte, pa los animales y pa todo. Y ahora veo que los zapatos ¿cuáles me pongo?… Hoy desde que nacen, con zapatos… Y esas cosas a mí, es que no me gusta ni recordarlas, porque claro, ¡son tantos trabajos qué se pasó! Que no me gusta mucho recordar, no. (C. P., en Memoria Isleña, 2019).

NOTAS

[1] Taso es otro de los muchos lugares de la isla que se pueden ver escritos de diversa manera, normalmente bajo la forma «Tazo». Para aclarar la duda sobre la causa que nos lleva a escribirlo de tal manera, remitimos al lector al artículo referido a este lugar: https://cutt.ly/0n29RHX

[2] Doña Sara García ha fallecido tristemente el pasado 29 de junio. Desde el CEIO queremos rendirle un pequeño homenaje y reconocimiento por haber sido una mujer luchadora de esa generación de tanto esfuerzo y sacrificio para sacar adelante la economía de sus familias, transitando con la carga en la cabeza en trayectos de ida y vuelta por esos caminos agrestes de la isla. Nuestra gratitud también por habernos contado la infatigable labor de las mujeres gomeras. https://www.gomeranoticias.com/2021/03/08/mujeres-de-la-gomera/

[3] Juan Montesino Barrera. La Gomera, su paisaje y su gente (https//www.facebook.com…)

Agradecimientos: a Pedro Cubas por la aportación de material fotográfico.

BIBLIOGRAFÍA

  • ANCOCHEA SOTO, E. (2016). Evolución geológica de la isla de La Gomera. En Afonso Carrillo, J. (Ed.): La Gomera: entre bosques y taparuchas. Actas de la XI semana científica Telesforo Bravo.

  • BURRIEL DE ORUETA, E. (1982). Canarias: población y agricultura en una sociedad dependiente. Barcelona: Oikos-tau.

  • CASILLAS, R. et al. (2008). La secuencia volcánica submarina del Complejo Basal de La Gomera. Geotemas, nº 10, págs. 1273-1276.

  • JEREZ DARIAS, L. M. (2017). Causas y consecuencias del atraso socioeconómico de La Gomera contemporánea (1900-1980). Tenerife: Densura.

  • MONTESINO BARRERA, J. (2016). Los paisajes y la gente de La Gomera. En Afonso Carrillo, J. (Ed.): La Gomera: entre bosques y taparuchas. Actas de la XI semana científica Telesforo Bravo.

  • PERERA LÓPEZ, J. (2005). La toponimia de La Gomera. Un estudio sobre los nombres de lugar, las voces indígenas y los nombres de plantas, animales y hongos de La Gomera. AIDER, La Gomera.

  • VV. AA (2019). Memoria Isleña. «Amos, medianeros y solidaridades». Proyecto desarrollado por el alumnado de 4º ESO del CEO en Vallehermoso, curso 2018/2019.

Autores: Luis Jerez Darias, Juan Montesino Barrera y Miguel Ángel Hernández Méndez.

Centro de Estudios e Investigaciones Oroja (CEIO).

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