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Con este breve artículo inicia el Centro de Estudios e Investigaciones Oroja (CEIO) su labor de publicación en este diario de temas relacionados con La Gomera. Aprovechando la actualidad que ha tomado en los medios de comunicación el fenómeno de la despoblación de innumerables pueblos del interior peninsular, reconocido bajo los términos de la «España vacía» o «España vaciada», y que ha tenido repercusión electoral en las últimas elecciones generales celebradas el pasado 10 de noviembre con la irrupción en el parlamento del partido Teruel Existe con un diputado, queremos aportar algunos datos relacionados con este tema sobre nuestra isla, uno de los territorios del archipiélago canario que más sufrió el azote de la emigración.

Cualquiera que recorra la isla podrá observar de primera mano el alto grado de abandono en el que se encuentra la mayor parte del territorio insular. Casi toda la arquitectura agraria secular, reflejada en su impresionante sistema de bancales de cultivo, se está destruyendo progresivamente debido a los efectos de la erosión. Sólo algunos espacios rurales cercanos a las zonas habitadas se cultivan en la actualidad; el resto es un extenso erial en prolongado proceso de descomposición total. Fenómeno también perceptible en la gran cantidad de caseríos abandonados y en ruinas salpicados por toda la geografía insular. Es la secuencia final del proceso emigratorio que sufrió la isla a partir de los años 50 del pasado siglo, en lo que el geógrafo Eugenio Burriel denominase la “gran crisis poblacional de la posguerra”. Éste fue el último ciclo de una serie de capítulos emigratorios históricos, pues anteriormente ya hubo otras etapas de desplazamiento poblacional al exterior, fundamentalmente hacia América. Hay constancia de ello en los siglos XVII, XVIII (Luisiana), XIX (Puerto Rico, Cuba y Venezuela) y en la primera mitad del XX (Cuba), lo que venía a demostrar la inestabilidad de una estructura económica insular que hundía sus raíces en el periodo señorial.

Hasta los años 40, el modelo emigratorio fue, en la mayoría de los casos, de ida y vuelta, es decir, temporal. Los gomeros emigraban con la intención de pasar algunos años trabajando en los ingenios azucareros y plantaciones de tabaco en Cuba, y ahorrar una cantidad de dinero suficiente con el que retornar a La Gomera y emprender una vida mejor. Muchos de ellos regresaban como “indianos”, emulando a los que en el siglo XIX retornaban ricos de su aventura americana y se convertían en nuevos terratenientes semifeudales en su lugar de origen. Y por eso mismo, en la medida que se seguían reproduciendo los mecanismos socioeconómicos de siempre, la emigración volvía a presentarse en las puertas de centenares de hogares gomeros cada cierto periodo. La victoria fascista en la Guerra Civil de 1936-1939 facilitó la pervivencia del viejo problema de la tierra (la mayor parte de la misma en pocas manos), por lo que el campo gomero se mantuvo funcionando como antaño (gran propiedad semifeudal, medianería, etc.). Irremediablemente, la emigración siguió siendo la tabla de salvación del campesinado de la isla.

La tendencia de abandono demográfico de la isla comenzó en los duros años 40, dentro del período autárquico del primer franquismo. Pero fue a partir de los años 50, y sobre todo 60, cuando la emigración tomó proporciones impresionantes. Según los datos demográficos recogidos en los censos, la Población de Hecho tornó en valores negativos a partir del decenio 1940-1950. Si hasta entonces, y a pesar de los movimientos emigratorios, la evolución de la población de la isla siempre fue positiva, a partir de ese momento experimentó todo lo contrario. En tan sólo dos décadas (1940 y 1960) el saldo negativo fue de más de 13.000 personas, lo que supuso una tasa emigratoria del 2,4% anual, casi el doble de las etapas anteriores. Y en los años 60 el ritmo se duplicó, superando el 5% anual.

Se trató de todo un proceso de regresión demográfica que marcó los niveles más drásticos dentro del archipiélago. Sólo El Hierro y La Gomera mostraron comportamientos negativos, pues el resto de islas presentaron saldos positivos. La parte más rural de la isla prácticamente se despobló. Las zonas altas, de medianías y los principales pueblos y caseríos de la vertiente norte sufrieron una impresionante caída de población que sigue perdurando en nuestros días. Lugares como Hermigua, Agulo o Vallehermoso, antaño las villas más pobladas de la isla, redujeron su población drásticamente en pocas décadas. Sólo en el decenio de los 60 la isla perdió 1/3 de sus habitantes (Burriel de Orueta, 1981: 195, 217).

A los problemas derivados de la situación post-bélica (guerras civil y mundial) y estructura socioeconómica interna (sistema de producción terrateniente), se unieron en la segunda mitad de los 50 los cambios operados en el contexto nacional, con los que se marcaba la caída del sector agrícola para poner al frente otras actividades como la inmobiliaria, los servicios (turismo) y la industria. Esa amalgama de factores -entre otros- tuvo sus repercusiones en los espacios más atrasados de España (la que hoy se reconoce como la España vacía). La Gomera, uno de ellos, participó aportando mano de obra barata hacia zonas más dinámicas económicamente hablando. Tanto a la lejana Venezuela como a la cercana Tenerife, nuestra isla envió elevados contingentes poblacionales para impulsar sus crecientes actividades económicas. Y eso se tradujo en una galopante pérdida de población.

Las principales zonas de acogida fueron los barrios periféricos de área Santa Cruz-La Laguna (San Matías, El Cardonal, San Luis Gonzaga y de La Salud) y los municipios del sur en Tenerife (San Isidro, San Miguel, Arona, Adeje, Guía de Isora, etc.), y Caracas en Venezuela.

Como hemos dicho más arriba, estos emigrantes mantuvieron inicialmente la dinámica del retorno, hasta que por las circunstancias se instalaron definitivamente en esos lugares creando barrios con alta presencia de gomeros.

Buena parte de esos emigrados permanecieron trabajando en el sector agrícola hasta el fin de sus días. Pero otros, los más jóvenes y la segunda generación, lo hicieron en el sector de la construcción y los servicios vinculados al desarrollo turístico que conoció el Sur de Tenerife a partir de la década de los 60. Toda una trágica pérdida de fuerza de trabajo para La Gomera que, hasta el momento, ha sido incapaz de recuperar. Sólo las localidades meridionales de Playa de Santiago, parte baja-costera de Valle Gran Rey y, principalmente, la capital San Sebastián, fueron los únicos lugares de La Gomera que, si bien perdieron efectivos poblacionales, no sufrieron el azote del abandono como en el resto de localidades y núcleos de la isla. La diversificación económica generada a raíz del impulso de los servicios, de la construcción y de la actividad turística fueron la causa de fijación y, más recientemente, crecimiento demográfico de estos espacios.
A partir de entonces se abrió un periodo que desemboca en la actualidad.

Bibliografía

  • BURRIEL DE ORUETA, E. (1982). Canarias: población y agricultura en una sociedad dependiente. Barcelona: Oikos-tau.
  • HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, M. (2008). La emigración canaria a América a través de la historia. Cuadernos Americanos (126), 137-172.
  • JEREZ DARIAS, L. M. (2017). Causas y consecuencias del atraso socioeconómico de La Gomera contemporánea (1900-1980). Tenerife, Densura.

Autor: Centro de Estudios e Investigaciones Oroja (CEIO).