El intento de golpe de estado del 23-F cumple este domingo su 33 aniversario y el primero desde la muerte,hace apenas tres meses,del exgeneral Alfonso Armada,uno de los protagonistas de lo que está considerado el suceso con mayor impacto político en la Transición española.
Con la desaparición de Armada,que falleció el pasado 1 de diciembre en Madrid a los 93 años,cada vez son menos los que pueden seguir dando testimonio de lo que pasó durante dieciocho horas claves para la democracia en España.
En la tarde del 23 de febrero de 1981,el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina irrumpía al frente de 200 guardias civiles en el hemiciclo del Congreso,donde se procedía a la investidura del presidente Leopoldo Calvo Sotelo,al grito de «¡Todo el mundo al suelo!».
La operación había comenzado,sin embargo,en julio de 1980 en un restaurante de Madrid en el que se dieron cita el teniente coronel Tejero,el civil Juan García Carrés y el teniente coronel Pedro Mas Oliver,ayudante del teniente general Jaime Milans del Bosch,capitán general de Valencia,de quien llevaba instrucciones concretas: encargar a Tejero la elaboración de un plan para asaltar la Cámara baja.
El plan de los golpistas tenía tres puntos clave: la toma del Congreso,la intervención de la División Acorazada Brunete (DAC) y la incorporación al golpe de los capitanes generales tras el bando que el mismo día se haría público en Valencia. Establecía además el nombramiento del general Alfonso Armada Comyn como presidente del nuevo Gobierno.
Aquella tarde del 23-F,Santiago Carrillo permaneció sentado. Adolfo Suárez también. El general Manuel Gutiérrez Mellado,vicepresidente del Gobierno,se enfrentó,sin éxito,a Tejero. El resto de los diputados desaparecieron tras sus escaños. Después de un tiempo,a los congresistas se les permitió volver a sus asientos.
En el exterior y a tenor de la evolución de los acontecimientos,se procedió a neutralizar el plan de los golpistas,ya que Milans del Bosch había impuesto el estado de excepción en Valencia y Tejero se había hecho fuerte en el Congreso.
Para parar la intervención de la DAC y la participación del resto de los capitanes generales de España se pusieron en marcha las directrices del capitán general de Madrid,Guillermo Quintana Lacaci,y del jefe del Estado Mayor del Ejército,teniente general José Gabeiras Montero.
El primero,a través de la red de mando,impidió que la División Acorazada se pusiera en marcha. El segundo desmontó los intentos de Milans de convencer a los capitanes generales de que el Rey estaba detrás de la operación golpista.
Pero nada de eso hubiera sido posible ni hubiera dado resultado sin la intervención directa de Don Juan Carlos,quien,a la una de la madrugada,apareció vestido de capitán general en las pantallas de televisión,desautorizando a los conspiradores.
A las seis y media de la mañana,el capitán general Milán del Bosch dejó su puesto de mando después de aceptar la orden de retirada impuesta por el Rey. Dos horas antes ya había ordenado la vuelta de los hombres y los carros de combate desplegados en Valencia a sus respectivas unidades.
La División Acorazada no se movilizó y las Capitanías Generales estaban bajo control. En ese momento,sólo faltaba solucionar el asalto al Congreso.
A las nueve de la mañana del 24 de febrero,el teniente coronel Tejero firmó su rendición,en la que se establecía que no se pidieran responsabilidades de teniente hacia abajo,petición que fue aceptada por la cadena de mando militar.
A las doce y cuarto de la mañana de este mismo día,los diputados fueron liberados. EFE