Normalmente,en un primer año de la carrera de periodismo,los estudiantes aprenden a elaborar noticias,a sintetizar aquello que perciben a través de la televisión,la radio,internet o el periodismo impreso. Los futuros periodistas aprenden también,los conceptos de veracidad,objetividad,el respeto y fidelidad a las fuentes y además asimilan,que en el periodismo,el tiempo es oro,o que,cada palabra cuenta. Conceptos que todo profesional de la comunicación de masas debe transportar,indudablemente,en su DNI.
Se dan pautas,trucos,reglas ortográficas,normas éticas y se presentan las cinco uves dobles del periodismo. Y ese aprendizaje principal es una obligación que viene impuesta de fábrica. El profesional,cualquiera de ellos,ya sea periodista o panadero,tiene la obligación de conocer a fondo su oficio.
Pero nos olvidamos de educar sobre una idea fundamental. Se olvida el por qué un alumno se matricula en la facultad de las ciencias de la información por primera vez,por qué sueña con convertirse en periodista o a qué rama quiere encaminar su destino profesional. Se instruye al alumnado millones de pautas,como si el periodismo fuera una ciencia exacta,perdiendo así,un poco,el romanticismo que rodea a una de las profesiones más bonitas del mundo.
No se enseña a potenciar la creatividad. A desarrollar,a partir de unos patrones básicos,las mejores noticias,los elementos audiovisuales más insólitos o las entrevistas más incómodas. El estudiante de periodismo,necesita esos patrones,pero también sus propias ideas,su capacidad de creación,y los conocimientos que vaya incorporando a su formación. Se necesita pensar,concluir,tener ideas propias; necesitamos asumir que somos nosotros mismos quienes estamos escribiendo cuando cogemos un papel y un bolígrafo para informar. Si solo nos regimos por normas y por lo que supuestamente debemos hacer,llegará un momento en que las máquinas nos quiten el puesto de trabajo,porque eso,también lo saben hacer ellas. Y si no lo saben,aprenderán.