Solo el PP ha cuestionado globalmente la iniciativa del Gobierno canario de abrir los colegios este verano,bajo el paraguas de un proyecto escolar de refuerzo del inglés y con la intención principal de evitar que unos cuantos millares de chicos sean abandonados al hambre. Se trata de un plan experimental y con algunos riesgos,que deberá enfrentarse en su primera aplicación a inevitables problemas de gestión e incluso de enfoque. Pero en un tiempo desgraciado,en el que el egoísmo personal e institucional se ha convertido en norma y nadie se ocupa de nadie,estamos ante una iniciativa valiosa,un plan que cualquier persona de buena voluntad debería aplaudir.
La oposición del PP,enunciada desde la presentación del proyecto,no se sostiene. Responde más al deseo de desgastar al Gobierno,al cálculo político,que a la percepción de reales dificultades para hacer que el plan,en el que deben necesariamente implicarse los ayuntamientos de las islas para que resulte un éxito. Todo apunta que lo será en la mayoría de los ayuntamientos de Coalición y del PSOE,pero no en los que gobierna el PP,especialmente en los de Gran Canaria. Con bastante torpeza,el alcalde de Las Palmas,y los de Mogán y Moya,ambos gobernados por el PP,han decidido poner la proa a la apertura de los colegios,cuestionando el coste que para los ayuntamientos supone asumir el plan,un plan,por otro lado,al que los ayuntamientos pueden sumarse o no,libremente. El Gobierno aporta la mayor parte de las partidas necesarias para llevarlo a cabo -profesorado,catering-,y solo pide a los ayuntamientos que mantengan abiertos,vigilados y limpios los centros,como hacen durante todo el año. No parece un gran coste,ni un gran esfuerzo.
Situaciones excepcionales requieren esfuerzos excepcionales y actuaciones imaginativas y arriesgadas: el plan provocará sin duda alguna molestia a profesores y personal,reducirá para algunos el tiempo de vacaciones reales (no las reglamentarias) y obligará a los ayuntamientos a estar pendientes de su desarrollo y funcionamiento. Pero sería un desastre convertir una iniciativa decente y necesaria en una nueva carajera política. El alcalde Cardona le está haciendo un flaco servicio a sus vecinos -y a él mismo- protagonizando la oposición. Y alegar problemas presupuestarios tiene su gracia: a pesar de la gravedad de la crisis,ni uno solo de los ayuntamientos de Canarias ha eliminado las partidas de fiestas para este verano. El gasto que les supone mantener abiertos los comedores es inferior al presupuesto para fuegos artificiales. No digamos al caché de Pepe Benavente…