Cuando un barco atraviesa una tempestad es el momento de mantener un rumbo firme,agarrar con fuerza el timón y dirigirse hacia una zona de calma. A nadie se le ocurre saltar por la borda a las aguas embravecidas y menos proponer que se desguace la embarcación.
Hace años,los que construyeron la etapa de prosperidad y libertad más larga en la reciente historia de España diseñaron un sistema de representación moderno para que los ciudadanos expresaran su voluntad a través de las urnas. Hoy,que atravesamos una terrible tormenta económica y social es el momento de plantearnos corregir el rumbo para cerrar las vías de agua que amenazan de hundimiento nuestro proyecto de convivencia.
Nuestro país debía funcionar con unas Cortes Generales apoyadas en dos cámaras,el Congreso de los Diputados y el Senado. La primera fue concebida como una representación de todos los ciudadanos,por circunscripciones provinciales,votando una lista de representantes propuesta por los partidos políticos. La segunda,el Senado,se ideó para dar representación a los territorios o comunidades autónomas. La realidad a la que nos enfrentamos hoy es que el Congreso se ha convertido,de facto,en una cámara de los territorios donde los partidos de adscripción nacionalista manejan intereses generales conciliándolos con las estrategias e intereses de sus propias comunidades territoriales. El Senado se ha convertido o reducido a una cámara de segunda lectura con poca o ninguna entidad en el poder de decisión normativa en nuestro país.
La primera urgencia que debemos afrontar en España es restituir el poder a los ciudadanos. Darles la capacidad de elegir más libremente a sus representantes y vincular de forma directa el trabajo de los elegidos a la voluntad de los electores. Listas abiertas y circunscripciones más locales que permitan a quienes votan conocer a los candidatos,controlar su trabajo y decidir después sus resultados. Los partidos políticos son piezas esenciales de la democracia y sobre ellos se construyen los proyectos de sociedad. Dar más libertad a los votantes es poner en sus manos,y en las de nadie más,el poder elegir a las personas que consideran más adecuadas para representar sus intereses. Y establecer que los elegidos,desde el momento en que lo sean,tendrían muy claro ante quienes tienen que responder de su trabajo.
Conciliar la militancia en un partido político con la relación directa y sin intermediarios entre el cargo elegido y sus electores es la primera asignatura pendiente de esta democracia. Algo que restituiría la plena libertad de los ciudadanos para designar a sus representantes y otorgaría a los diputados un mandato directamente vinculado a sus ciudadanos representados,manteniendo la existencia de los partidos como organizaciones capaces de amparar bajo un paraguas común a quienes militan en una idea de sociedad,proveerles de medios para comunicarse con los ciudadanos y gestionar ideas y proyectos comunes para presentar al conjunto de los ciudadanos.
Es hora de que el Senado se transforme en una representación de los territorios,donde se de voz y capacidad de decisión a todas las sensibilidades de las comunidades de España. Y es hora de que el Congreso de los Diputados se constituya en una cámara de representantes directamente elegidos,en la máxima libertad de decisión,por todos los ciudadanos del Estado.
Las voces que hoy claman por desguazar este barco,por romper todas las reglas de juego,por transformar la vida pública en un zarandeo permanente de asambleas y algaradas,son cantos de sirena del caos. No existe democracia posible que no sea un sistema de representación. Y es sobre esa base sobre la que debemos corregir el rumbo,pero no adentrándonos en la tormenta,sino dirigiéndonos a un horizonte más limpio de más libertad y más poder de decisión en manos de un pueblo que tiene que volver a ser soberano.
La gran reforma de España -junto a otras que necesitan reajustarse en el texto constitucional- es avanzar hacia la libertad de elección. Es transparentar el contrato entre el elegido y el votante. Es transformar el voto en un elemento vinculante y directo entre un conjunto de ciudadanos y aquella persona que deciden elegir para representarles en el lugar donde se toman decisiones sobre leyes comunes,se controla la labor del Gobierno y se expresan opiniones que necesariamente deben representar las opiniones de la sociedad. Esto no supondría sustituir a los partidos políticos o eliminarlos,sino resituarlos en su verdadero papel de organizaciones ideológicas. No son los partidos los llamados a representar a los ciudadanos en el Congreso de los Diputados. Son los electos. Los que han sido votados por los ciudadanos. Darles más autonomía y responsabilidad a ellos y a sus votantes será la única forma de que en España nos curemos de esta crisis de confianza con la única medicina que de verdad funciona: la libertad. Libertad en listas abiertas. Libertad de elegir personas. Libertad de exigir a las personas que elegimos. Y luego,todo lo demás.
Casimiro Curbelo. Presidente del Cabildo Insular de La Gomera