La celebración de actos culturales va desapareciendo en la oscuridad hasta que la economía remonte. La situación reabre el viejo debate entre la posibilidad de mantener determinadas propuestas culturales y la gestión económica en que se apoyan. Por esto se oyen voces expresando preocupación por los inevitables recortes económicos,tanto en las empresas públicas como en las privadas,que afectan a las partidas destinadas a la cultura. Al mismo tiempo se llama la atención sobre el peligro de esta actitud porque la cultura no es una actividad de adorno. Es resultado de cultivar los conocimientos humanos y de ejercitar las facultades intelectuales.
Ante la preocupación de que las reducciones presupuestarias perjudiquen,sobre todo,a entidades como museos,bibliotecas,teatros,palacios de la música y congresos,así como a las redes de artes plásticas y de difusión audiovisual,se sugiere una revisión de la ley del mecenazgo y de la fiscalidad relativa al patrocinio cultural. Recordemos,también ahora,que nuestro mayor activo como país es la cultura y,dentro de ella,nuestra lengua patria. La lengua española no es propiedad de los españoles que somos una minoría frente a los trescientos sesenta millones de hispanohablantes que la utilizan fuera de la geografía española. Por esto puede ser considerada como nuestro mayor valor cultural pues la hablan,como primera y segunda lengua,casi quinientos millones de personas. La cultura es una de las primeras industrias nacionales aunque algún sector,con pérdida de la noción del límite,la valora como un conjunto de actividades pertenecientes a la estética que sólo se debe desplegar cuando no existan otras necesidades básicas plenamente satisfechas.
Existe en toda crisis económica un relativismo moral que deja que se produzca un menosprecio también hacia la cultura. Se ha señalado como exordio de la actual crisis cultural no sólo múltiples factores económicos y políticos sino también una crisis moral de la sociedad. Hay que añadir,de manera lamentable,el nefasto sistema educativo que ha eliminado de la enseñanza,sobre todo en la secundaria,los valores del estudio,del trabajo,del mérito y de la adquisición de conocimientos. También en la universidad española la crisis económica ha afectado a la docencia y la investigación. Y se ha escrito sobre la necesidad de una fusión de universidades o bien suprimir algunos centros. No obstante,quizá no sea tanto un problema de número de universidades como de calidad y motivación del profesorado. Subrayemos que los británicos cancelan estudios y plantean cerrar universidades y nosotros,en cambio,pretendemos implantar nuevas titulaciones.
De esta forma,si no se ponen en marcha condiciones para conseguir la excelencia,seguiremos durante generaciones en la mediocridad perpetua.
Todo esto obliga,con el objetivo de la promoción de la cultura,a disminuir tajantemente los costes,eliminar los excesos burocráticos,las discriminaciones ideológicas y políticas y,sobre todo,redefinir los objetivos. Hay,en opinión de Garrigues,dos áreas en las que se debe trabajar con especial firmeza. Una es la relativa a las nuevas culturas que el desarrollo tecnológico y científico está generando. La segunda es el apoyo a las industrias culturales que son generadoras de riqueza y prestigio para competir con los demás países europeos que saben proyectar mejor su cultura.
En definitiva,ante estos recortes en la cultura,recordemos la conocida frase del escritor británico Arthur Koestler. Es necesario no olvidar que dos medias verdades no hacen una verdad y dos medias culturas no hacen una cultura.
(*) MANUEL HERRERA-HERNÁNDEZ [Miembro de la Asociación Española de Médicos Escritores]