Aplicando el sentido común todos deberíamos entender que no se le puede pedir a una empresa que por un lado disminuya sus ventas, su facturación y sus beneficios y por el otro le suba el salario a sus trabajadores. Pero la misma fórmula funciona al revés: si aumenta la facturación y aumentan los beneficios no se puede aceptar que no suban los sueldos de los trabajadores.

Canarias es un modelo de éxito en el turismo y uno de los principales destinos del mundo. El año pasado se facturó una cifra récord, en torno a los veintidós mil millones de euros confirmando la tendencia ascendente que ha seguido el sector a los largo de los últimos años. Pero esa subida del volumen de negocio no repercute como debiera en el aumento de los salarios de los trabajadores canarios, que se encuentran a la cola del Estado, solo por delante de Extremadura. Esto ni es normal ni se puede seguir aceptando como si lo fuera.

Canarias padece unos sobrecostes estructurales que encarecen la vida de las familias y la cesta de la compra, en los últimos años, se ha disparado con la inflación. Con sueldos bajos y precios altos, la pobreza se enseñorea cada vez más de cada vez más de nuestra tierra. Y ya va siendo hora de que todos hagamos algo al respecto.

La solución no parece estar en cargarnos nuestra principal fuente de riqueza. Cuando algunos proponen contingentar el turismo y frenar el desarrollo de inversiones en el sector, lo que está proponiendo es aumentar la miseria. Porque no existe ninguna otra alternativa para generar una riqueza que equivale a casi al 38% del PIB de Canarias. Lo que debemos hacer es promover, desde las administraciones, un gran acuerdo entre patronal y sindicatos para ganar en competitividad y mejorar los salarios en el sector turístico.

La ausencia de reflexión sobre el modelo de población de Canarias y nuestro reto demográfico —que en breve trataremos en el Parlamento de Canarias a través de los trabajos de una comisión especial— ha producido algunas distorsiones. Una de ellas es la excesiva concentración de población en algunas islas frente al despoblamiento de otras. Pero, además, en lo que respecta al mercado laboral, cada año llegan miles de nuevos residentes que se incorporan a un mercado de trabajo donde, a pesar de que se crea empleo, siguen existiendo casi doscientos mil parados. La sobreoferta de mano de obra disponible tampoco favorece el crecimiento salarial.

Nuestro deber es tomar decisiones a medio y largo plazo. Decisiones que necesariamente pasan por un mejor reparto de la riqueza a través del trabajo en un sector que tira del resto de las actividades de las islas, como el comercio, la restauración o el ocio. El turismo ocupa apenas el 4% del suelo de las islas y genera una enorme riqueza. Pero a pesar de esa proporción tan favorable debemos prestar especial atención a los usos de un recurso tan escaso como es el suelo. Hay que elegir —y elegir muy bien—  dónde deben radicarse las nuevas inversiones y cuáles deben ser las apuestas de calidad y máxima rentabilidad que debemos desarrollar. Hay que apostar, en todos los casos en que sea posible, por la rehabilitación, regeneración y readaptación de viejas infraestructuras para ponerlas en el mercado como nuevas ofertas y elevar la exigencia de “cero huella medioambiental” en esas explotaciones futuras. Crear riqueza, pero para todos y con el mínimo impacto en la vida de todos.

Desde la experiencia de quienes hemos decidido, en La Gomera, transformar nuestra isla en un territorio de cero emisiones, con una total descarbonización de nuestras actividades, miramos con preocupación hacia una Canarias que está tardando demasiado en sumarse al tren del futuro. Un futuro que pasa por la producción de hidrógeno verde que será la herramienta energética del mañana y una fórmula para el almacenamiento de las energías renovables. No nos puede pasar, como pasó con el gas, que lleguemos tarde y mal. Cuando hablamos de la diversificación de las fuentes de riqueza en unas islas ultraperiféricas, las oportunidades no son demasiadas. Pero casi todas pasan por industrias basadas en nuevas tecnologías a las que no afecta el factor de la lejanía y por nuevas fuentes de energías renovables que no solo son compatibles con la venta de servicios turísticos sino que, además, son complementarias.