Sara G. Arteaga Darias

A muchas personas les resultará familiar esta situación al llegar a casa: a su modo de pie junto a la puerta, moviendo su cola de lado a lado enérgicamente, nuestro perro anhela que pasemos dentro; luego el modo en que levanta sus dos patitas delanteras; la conmovedora esperanza en sus ojos atentos por recibir una caricia que le calme. O también esta otra situación pasadas las navidades: un vehículo detenido en la cuneta abre la puerta y desde dentro salta el cachorro que quiere olisquear los setos y las ramas. Distraído por una agradable experiencia olfativa, no escucha cerrarse la puerta. Y corre; corre hasta quedar exhausto, ladrando inútilmente al vehículo que aceleró y se aleja entre la carretera que se cierra por árboles cada vez más grandes que no dejan pasar el sol. Por estas escenas este sábado recordamos a los animales abandonados.

La Ley Canaria establece que el abandono es una infracción grave. Sabemos que nuestra administración avanza para hacer más rigurosa la aplicación de penas contra estas acciones de abandono en las que Canarias es una de las comunidades con mayor porcentaje. Mientras se hace posible la necesaria modificación de esta ley (1991) para endurecer las sanciones a estas infracciones, el material legislativo actual constituye base suficiente para actuar de inmediato. En este punto nuestros ayuntamientos desempeñan un papel estratégico, ya sea a través de ordenanzas municipales que recojan todas las sanciones por abandono animal, campañas de esterilización y castración masivas, facilitar recursos a la ciudadanía para denunciar maltrato animal con el consiguiente protocolo de actuación o acondicionando zonas de recreo y ocio donde podamos disfrutar acompañados por nuestras mascotas.

En esto, la empatía es poca. Todas las medidas en materia de protección de animales en La Gomera se han centrado en la creación de un Albergue Insular, el cual, aunque necesario, no será la solución al problema, pues de poco sirve un albergue desbordado. Por esto, en lugar de focalizar todas las medidas de protección animal en la creación de estas únicas instalaciones, apostemos por poner en marcha campañas insulares de sensibilización para la población en general y en los centros educativos, sobre la necesidad de tratar con más civismo a los animales, propios y ajenos, ya sea mediante charlas o jornadas formativas que insistan en que la tenencia responsable y la preferencia por la adopción, antes que la compra, son las únicas maneras de acabar con esta falta.

No solamente quienes tenemos animales de compañía debemos tomar conciencia. Todas las personas podemos poner un grano de arena asistiendo a actos benéficos para el apoyo a los refugios y protectoras de animales; podemos acoger temporalmente a un perro o un gato hasta que estos sean luego adoptados definitivamente, evitándoles malvivir desorientados por carreteras y en las calles. Nuestras mascotas no lo harían. Aportemos soluciones. Vale la pena. No me cabe la menor duda de que La Gomera tiene un alto valor humano. Quizás, uniendo esta humanidad hagamos honor a aquella frase de Gandhi: “La grandeza y el progreso moral de una nación se mide por cómo trata ésta a los animales”.