Alberto Garzón y Pablo Iglesias. EFE

Pablo Iglesias no lo logró. El candidato de Unidos Podemos, la coalición de izquierdas que el líder de la formación y su equipo insistieron en fraguar pese a la resistencia de su número dos, Íñigo Errejón, no ha funcionado. No consiguió convertirse en una alternativa al PP y, sobre todo, quedó muy lejos de ese sorpasso al PSOE que en el partido daban casi por hecho. La alianza con IU le valió a Iglesias, con sus candidaturas territoriales, solo dos escaños más que el 20 de diciembre. Su estrategia quedó anoche cuestionada.

“Esperábamos unos resultados diferentes. Es el momento de reflexionar”. Estas fueron las primeras palabras de Iglesias, quien, pese a todo, rechazó pronunciar la palabra “fracaso” y defendió que “la confluencia se ha revelado como el camino correcto desde la responsabilidad de Estado”. “Estamos para asumir la responsabilidad, pero creo que nos queda mucho futuro en este país”, consideró.

El resultado de este 26-J, en el que Unidos Podemos consiguió 71 diputados, invalida de forma nítida la estrategia de la dirección, especialmente las tesis de Iglesias y del líder de IU, Alberto Garzón. La coalición, alentada hace dos años y medio por la idea de la transversalidad, hizo durante toda la campaña electoral equilibrios con su identidad y con el legado de la federación de izquierdas. La alianza dio lugar a una suma de mensajes de difícil encaje o comprensión para los electores, que se tradujo en el mitin de cierre en una exaltación del concepto de patria y una reivindicación del Partido Comunista.

“Estos no son unos buenos resultados, no son los que esperábamos”, señaló también Íñigo Errejón, director de campaña. “No lo son para la confluencia Unidos Podemos y no lo son para España. Hemos demostrado que nuestro espacio político se consolida, pero que en ocasiones estos procesos no se dan ni de forma lineal ni de la forma que no nos gustaría”, afirmó este dirigente tan solo una hora después de que Garzón se congratulara por el resultado que dibujaban los sondeos a pie de urna.

La única incógnita de estas elecciones era para Unidos Podemos y sus candidaturas en Cataluña, Valencia y Galicia ese adelantamiento al PSOE. El candidato de la alianza pactó con el líder de IU con el solo objetivo de lograr más votos en las circunscripciones más pequeñas, arañar los escaños que el 20-D estuvieron a punto de conseguir y tratar así de superar a Sánchez para ofrecerle un Gobierno de coalición en condición de superioridad

Todo el plan quedó en agua de borrajas. Unidos Podemos tampoco logró adelantar al PSOE en votos. Durante toda la campaña los portavoces de la alianza instalar el mensaje de que el número de votos contará más que los diputados para llevar la iniciativa de las negociaciones. La dirección de Podemos siempre ha dado por hecho que sumando sus más de cinco millones de sufragios logrados en diciembre y los 900.000 de Izquierda Unida se situaría por encima del PSOE. La alianza no logró cumplir sus expectativas ni siquiera de sumar esos votos. Iglesias escribió a Sánchez para fecilitarle y mantuvo su disponibilidad al diálogo, pero evitó hacer hincapié en la posibilidad de formar un Gobierno de coalición con los socialistas.

Podemos ha llegado a estos comicios después de seis meses de bloqueo en el Congreso, tras oponerse de plano a la investidura de Sánchez y con las relaciones con el PSOE muy deterioradas. La estrategia de la formación, que desde sus inicios se propuso disputar a los socialistas la hegemonía de la izquierda se ha enfrentado de nuevo a una paradoja. Esto es, Iglesias no abandonó en ningún momento de la campaña electoral el discurso de la “mano tendida” y, al mismo tiempo, se esforzó en demostrar que el secretario general del PSOE no ha dejado de ser su principal rival en las urnas.

En este contexto, ha intentado, día tras día, redoblar la presión para que Sánchez se definiera sobre los acuerdos poselectorales, se ha apropiado del patrimonio simbólico de la socialdemocracia y hasta reivindicó a José Luis Rodríguez Zapatero como el mejor presidente de la democracia. En cualquier caso, terminó la campaña con la promesa de “ponérselo fácil” a Sánchez a partir de hoy. Tampoco le funcionó.

El resultado supondrá ahora también un examen a la estrategia diseñada por elnúmero dos de la coalición, Íñigo Errejón. En las últimas dos semanas, el candidato a La Moncloa solo participó en la mitad de los grandes actos para centrarse en los debates, en las entrevistas y en las apariciones televisivas, lo que constituye una anomalía en las campañas electorales. El peso de los mítines le correspondió al propio Errejón, quien llamó al “voto en familia” y al “pacto intergeneracional” para llegar a las franjas de votantes mayores de 50 años, uno de los talones de Aquiles de Unidos Podemos, más popular entre los jóvenes y en las grandes ciudades.