«Hace años tuve una intuición”. De este modo comenzaba el escultor vasco Eduardo Chillida,fallecido en agosto de 2002,una carta en la que explicaba los motivos que le habían llevado a proyectar una gigantesca estructura en el interior de una montaña. Tras descartar paisajes de Finlandia,Suiza e incluso Sicilia,la elegida resultó ser Tindaya,ubicada en el municipio majorero de La Oliva,cuya tierra de basalto aloja traquita,una piedra ornamental de gran belleza y valor económico,propia también de una ubicación cercana: Tebeto.
La visión que el escultor tuvo en 1985 dio,nueve años después,en la diana de uno de los espacios más protegidos de España,al encontrarse restos en su cima pertenecientes a los antiguos majos,que consideraban este territorio como sagrado. Entre las normas de conservación del entorno,se encuentra la calificación de Monumento Natural,Zona ZEPA,Área de Sensibilidad Ecológica,de interés geológico y Bien de Interés Cultural. Éste último todavía no se encuentra delimitado.
A través de la mencionada carta publicada por el diario El País en 1996,Chillida definía su “utopía” como un “espacio interior que pudiera ofrecerse a los hombres de todas las razas y colores”. En definitiva,“una gran escultura a la tolerancia” que no suscitase controversia en el pueblo canario,al que pensaba donar un trabajo que contaba con un presupuesto inicial de 8.000 millones de las antiguas pesetas: unos 48 millones de euros.
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