POR ANTONIO DÍAZ.- Lo conocí por primera vez dias antes de colocarse allá por los años 90,  la primera piedra del actual edificio del Cabildo Insular. Una obra realizada como otras tantas por su empresa y por la que demostró durante su ejecución cariño y dedicación.
Desde el primer momento me dio la impresión de ser un hombre sencillo,modesto y buena persona. En mi papel de responsable de Protocolo del Cabildo de La Gomera,concretar con él la secuencia de aquel acto,debo reconocer que me impresionaba,ya que yo mismo le había colocado un aura por ser Don Ramón Arteaga,un contratista de los grandes,nada más y nada menos,que el propietario de una de las empresas más importantes de La Gomera. Son esas ideas que uno se hace de personajes de este tipo,máxime cuando yo apenas contaba con poco más de treinta años,sentí con él,más o menos lo mismo que percibía  cuando me hablaban también del sencillo y cabal Don Indalecio Darias.
Con los años,sinceramente Don Ramón Arteaga me dio chance para conocerlo con más profundidad. Muchas veces coincidí con él,nunca le faltó el saludo amable,la risa pilla que te contagiaba y las buenas vibraciones de encontrarse uno,ante un ser realizado a sí mismo,que superó a lo largo de su vida muchas dificultades.
Más adelante tuve la oportunidad de hacerle tres entrevistas. Una para el desaparecido periódico ‘La Isla’,la otra para Radio Ipalán y no hace mucho tiempo en las instalaciones del Parador para Televisión Insular.
En ésta última,he de reconocer,que percibí a un Ramón Arteaga diferente. No vencido de la vida –ni mucho menos—pero en sus palabras se transparentaba un futuro,que ahora se confirma que no estaba muy lejano.
En determinados momentos,dejaba caer aquello de….”que cuando yo ya no esté”,y se percibía en él cierta melancolía por sus años,quizá por sus dolencias pero principalmente por ser consciente de que se aproximaba ya a las 80 primaveras de su existencia.
Nunca se me olvidará como al final de la entrevista aún en antena,insistió para un día compartir juntos en su Aluce,un rato de vino y de buen queso. Muchas veces me invitó a ir,lo decía con enorme sinceridad y eso tardó en cumplirse.
Hace pocos meses,una mañana de sábado,acompañado yo de su amigo y mi amigo Mariano Darias,nos recibió en su ‘gran rincón’ de aquel lugar,y nos lo mostró con tranquilidad y con un gran orgullo. Todo lo que estaba allí,lo había vivido,visto crecer y lo cuidaba con respeto y mimo a la vez.
Allí volvió a repetir lo que en la entrevista ya había dicho “cuando yo no esté,no sé lo que será de este lugar…..”.
Ramón Arteaga Álvarez fue de esas personas que dejan huella. Lo hacen dejando una marca inolvidable entre su propia familia,pero también entre sus amigos y conocidos,y por supuesto entre los centenares de trabajadores que a lo largo de su vida laboral tuvo la oportunidad de tener en sus empresas.
No era un jefe,ya que comprendía en los momentos justos las dificultades que podría tener en un instante determinado un trabajador. Esa forma de ser es la que marca siempre las diferencias entre los empresarios.
Un día,hace dos años,me llamó a mi teléfono móvil para que le ayudara a seleccionar una serie de fotografías de su vida al objeto de remitirlas posteriormente a la Cámara de Comercio que pretendían confeccionar un video sobre él con motivo de la entrega de uno de los tantos reconocimientos que recibió durante los años.
Nos vimos en su despacho y comenzó a sacar fotos –muchas de ellas en blanco y negro– que con mucho cuidado guardaba en algún lugar. Estuvimos casi tres horas seleccionándolas y eligiendo las mejores. En ese tiempo,conocí aún más a Ramón Arteaga,ya que,mientras lo tenía delante de mí en persona,nos trasladamos a su juventud,a sus primeros años como empresario,a sus fiestas en Aluce –nuevamente—o en Puntallana o en los carnavales,esos mismos que hace semanas apenas,aún le vimos disfrutar.
Don Ramón,solo quiero decirte,aprovechando la facilidad con la que pueda escribir en este periódico,que te has marchado pero has dejado huella entre nosotros.
Mientras el pasado jueves el Mariachi te cantaba en cuerpo presente,las lágrimas que a muchos les bajaron por las mejillas en aquellos minutos inolvidables,ten por seguro que tenían un denominador común,la sinceridad de la que tu siempre hiciste gala durante tu vida.
Todo terminó para ti en este mundo,pero….cuando me dirigía desde la Iglesia por una calle de la Villa hacia mi trabajo,me encontré a dos grandes amigos tuyos sentados ambos en un banco debajo de un árbol. Son un matrimonio que tu siempre visitaste en esas fechas de Navidad en su propia casa de la Finca. Me acerqué a ellos para saludarlos,consciente de que también venían de tu despedida. ¿y sabes?,con sus más de ochenta años cada uno,lloraban y lo hacían por ti.
La mujer me dijo una frase de esas que son lapidarias “si alguien bueno se ha ido,ese es Ramón Arteaga” y mientras tanto,Mariano,su marido,tenía los ojos llorosos por tu memoria.
Descansa en paz Ramón y ten por seguro que lo que has dejado atrás,incluido Aluce,seguirá ahí cuidado por los tuyos y por todos aquellos que ten por seguro,nunca te olvidarán.