Casimiro Curbelo, presidente del Cabildo Insular de La Gomera

El Diputado del Común suele actuar como una luz que, en momentos determinados, coloca bajo el foco asuntos que se pierden en la vorágine de los muchos problemas a los que hacemos frente todos los días. Además, hemos tenido la enorme fortuna de haber tenido el acierto de nombrar para esta institución a personas que, más allá de sus ideas políticas y afinidades, han sabido instalarse en una sólida independencia crítica.

El último pronunciamiento de esta institución del Parlamento de Canarias me parece, como todos, muy oportuno. Pero además, es especialmente esclarecedor. Porque pone el dedo en una de las llagas más dolorosas que padecemos: el abismo que se está creando entre muchos ciudadanos y las administraciones que están llamadas a cuidar de sus intereses y resolver sus problemas. Un 64% de los ayuntamientos de las islas tienen núcleos poblados en donde no existe acceso a internet o es muy deficiente y existen en torno a 66.000 personas mayores que viven solas y no tienen conocimientos o medios para relacionarse electrónicamente con la administración.

Desde hace ya demasiado tiempo, aprovechando la situación excepcional de la pandemia, muchos departamentos oficiales se han convertido en fortalezas defendidas por guardias de seguridad e instalados en la negativa a recibir a nadie presencialmente para resolver una duda, asesorar en un trámite o solucionar un problema. La exigencia de una cita previa, realizada telefónicamente o a través de internet, se ha convertido en un filtro inaceptable, injusto y excluyente. Y no sirve de excusa que este procedimiento sirva, como se argumenta, para evitar las larguísimas colas que se formaban a las puertas de estas dependencias y ahorrar tiempo a los ciudadanos.

La administración central del Estado ha prometido en reiteradas ocasiones, por boca de algunos de sus ministros, reforzar aquellos servicios que están comprometidos con la atención de las personas más vulnerables. No lo han hecho. Hay personas mayores que padecen un verdadero calvario a la hora de solicitar una pensión o arreglar algún trámite en unas oficinas de la Seguridad Social que están claramente desbordadas en algunos lugares por falta de medios. Se ha denunciado en numerosas ocasiones, pero seguimos exactamente igual. Y el aldabonazo dado por el Diputado del Común, Rafael Yanes, tal vez sirva para que el Parlamento de Canarias adopte alguna medida más de presión sobre quienes parecen desentenderse de las necesidades de los que más necesitan.

Por otra parte, conviene que nos replanteemos la importancia que tiene la administración más cercana a la gente, la local, a la hora de atender las necesidades de las personas. La primera puerta a la que acude una familia que padece un problema es la de su ayuntamiento o su cabildo. Es allí donde deberían residenciarse los mecanismos y fórmulas para poder resolver sus reclamaciones, especialmente las de aquella parte de la sociedad que cuenta con menores recursos para identificar dónde se encuentra quien le puede dar solución al problema que tiene planteado. La reticencia a descentralizar y trasladar competencias, recursos y capacidades de unas administraciones a otras hace que en muchos casos las administraciones locales tengan las manos atadas y no puedan ayudar como quisieran a la resolución de algunos trámites. Y en el caso de las personas mayores esto es enormemente doloroso.

Vamos demasiado rápido y damos demasiadas cosas por supuestas. Hay personas que no tienen teléfono móvil o que lo usan de forma limitada, que no saben utilizar un ordenador o no tienen forma de navegar por internet. Personas que se pierden ante la locución de una máquina, en un contestador ideado para quitarse a la gente de encima.

A esas personas no las podemos dejar fuera del foco de atención de las administraciones y la voz de alarma de la Diputación del Común es más que oportuna. Hay que bajar el puente levadizo para que los ciudadanos puedan seguir accediendo a quienes tienen el deber de ayudarles y los medios para hacerlo. Hay que destruir las barreras que algunos han levantado. Y estamos tardando en hacerlo.