Por Marco Trujillo.- La humanidad siempre ha soñado con alcanzar aquello que ve lejos, siempre ha soñado con demostrar que es capaz de conseguir lo que quiere, siempre ha soñado con alcanzar los límites de nuestro mundo. Con estos valores intrínsecos del ser humano, decenas de hombres se lanzaron al descubrimiento del Polo Norte en busca de ser recordados por la historia. Expedición tras expedición, muerte tras muerte, el punto más al norte de nuestro planeta se resistía a ser alcanzado. Robert Peary, explorador estadounidense, fue declarado por el propio congreso americano como la primera persona en llegar al Polo Norte, el 6 de abril de 1909. Lo que quizás no se imaginaba Peary es que en el siglo XXI el Ártico sería un nuevo emplazamiento bélico.

El cambio climático es una realidad, temperaturas cada vez más altas, creación de huracanes y ciclones de manera más habitual, desaparición del permafrost y el deshielo de los polos son algunas de sus consecuencias. Sin dudad alguna, el deshielo es una de las más famosas, y, con la consecuencia que me quiero quedar.

“Dejemos que el norte del planeta, el Ártico, se convierta en una zona de paz; dejemos que el Polo Norte sea un polo de paz”, dijo Mikhail Gorbachov, secretario general de la URSS, el 1 de octubre de 1987. Estas palabras comenzaron el derrumbe de la Unión Soviética y, en consecuencia, la finalización de la Guerra Fría. A partir de este día, los conflictos geopolíticos han ocupado otros espacios y han dejado en un segundo lugar a las tierras frías del norte. Fue en 2015 cuando todo volvió a estallar. Rusia decide desplegar 38.000 hombres, 50 buques y 110 aviones en una serie de ejercicios para “analizar sus capacidades militares en el Ártico”.

En un primer momento se creyó que era un movimiento estratégico para garantizarse las conocidas bolsas de petróleo existentes en el polo, pero con el paso de los años y el deshielo, Rusia se ha hecho con una ruta comercial que le puede dar millones y millones de euros. El país ruso no ha parado de militarizar los mares cercanos al Polo Norte, es más, el último movimiento del que se tiene constancia es el envío de 10 submarinos de la Federación Rusa al Atlántico Norte, algo no visto desde la URSS. La paz sigue reinando en el Polo Norte, pero los peones de la militarización se han desplegado.

La OTAN, con Estados Unidos a la cabeza, se ha vuelto a interesar en el control de determinadas zonas estratégicas con las que poder establecer una nueva ruta comercial entre América y Asia. Según la Convención de Derecho Marino, el dominio de un país se extiende 320 km más allá de su costa. Sin embargo, si la plataforma continental a la que pertenece excede ese límite, se puede ampliar esa circunscripción marítima. Por esto, Dinamarca, Noruega, Rusia, Canadá y EEUU reclaman como suyo el Ártico. También, para sorpresa de nadie, China está metida en este batiburrillo.

Los países escandinavos no paran de aumentar su presupuesto en defensa, Rusia ha modernizado todos los puertos árticos y ha creado «Arktika», el mayor rompehielos jamás creado, Estados Unidos ha realizado varias misiones en el mar de Beufort y, Cánada, ha afirmado que reclamará su soberanía sobre su territorio.

La ruta del Mar del Norte es navegable durante 6 meses al año, dado que el hielo desaparece completamente en verano,  y cada vez podrá ser recorrida durante más meses al año. Conecta el pacífico con el atlántico en apenas diez días, siendo mucho más rápida que el actual itinerario europeo. Un caramelo para las potencias mundiales.

El cambio climático no solo traerá catástrofes medioambientales, también traerá conflictos, muchos de ellos bélicos. Una nueva guerra se está gestando, la OTAN, Rusia y China no pararán hasta conseguir la nueva fortuna blanca, el Polo Norte. La verdadera Guerra Fría está en camino.

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Marco Trujillo