En la casi inaprensible frontera situada entre el noveno y décimo mes de 2018, una excelente persona ha engrosado nuestra memoria.

Entregada a la pasión consciente del periodismo, a diversas actividades culturales, al fútbol (primer entrenador de la U.D. Gomera), deporte que sabía elevar dadas sus exigencias, y sobre todo al cariño dispensado a su esposa, hijos y nietos.

Es, en riguroso presente histórico, Carlos Hernández Padilla (quien nos hace rememorar a Domingo Acosta Pérez o José Padrón Machín, corresponsales que fueron de RTVC en La Palma o El Hierro, por ejemplo) cronista él también durante muchos años en La Gomera.

Con anterioridad, con tan sólo 15 o 16 años, tras cursar el Bachillerato decidió trasladarse a Gran Canaria para estudiar Perito Industrial, que él -transcurría la dura postguerra- decidiría posponer voluntariamente.Más tarde, ingresa en la Escuela de Periodismo, titulándose por la misma. Sería habitual columnista del periódico “El Día”, y tenaz creador de originales programas tales como “Canarios en el mundo”.

Me refieren su puntual y culto oficio al acceder asiduamente a diversos textos poéticos de autores del relieve tales como Jorge Manrique, Gustavo Adolfo Bécquer, Miguel Hernández, Antonio Machado o Pedro García Cabrera, y otros muchos y destacados hacedores que cultivaron el complejo género literario de la poesía.

En las personas que profesan abnegada disposición por el periodismo, por la literatura, les es consustancial no sólo la ya aludida avidez y gratificante curiosidad lectora, también una permanente disposición por sembrar tal constante en quienes le rodean, que en este caso fueron sus cuatro hijos.Demostrando generosidad respecto a otras prometedoras ilusiones, sus manos supieron acariciar en todo momento el territorio fértil que intuía y que con perseverante esmero animaba en sus descendientes.

Accesible y fecundo en el trato, de mirada inteligente curtida por la experiencia, abierto y respetuoso con los demás, guardaba fiel coincidencia con lo expresado por Bertolt Brecht: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, ésos son los imprescindibles”.

Las acertadas palabras del hacedor alemán se adecúan coherentemente a la trayectoria que Carlos Hernández Padilla prosiguió mediante la tenacidad, la disciplina, el amor por la cultura, su ejemplar admirable sencillez y probada nobleza, cualidades que vinieron a constituir la semblanza anticipada de quien siempre permanecerá merecidamente entre nosotros.

Junto al diario transcurrir en este archipiélago, pródigo en personas imaginativas y de encausado entusiasmo que más tarde se va concretando, son bastantes los testigos del afán y la tenacidad de hombres con la artizada tenacidad creadora que siempre supo desplegar Carlos Hernández Padilla.