Francisco Pomares

José Miguel Pérez presentó ayer la dimisión como secretario general del PSOE canario, ante la ejecutiva de su partido. Cierra con ello el período de interinidad y bicefalia vivida por el PSOE desde que Patricia Hernández ganara las primarias para ser candidata a la Presidencia del Gobierno regional. Patricia no fue nunca la candidata de Pérez, que mantuvo una exquisita neutralidad en la pelea, aun cuando sus preferencias evidentes eran por Carolina Darias. Tras el cierre del pacto que convirtió a Patricia Hernández en vicepresidenta, en julio de 2015, amagó con una salida que -desde entonces- no ha retirado nunca de la mesa. Durante este año de permanente crisis del PSOE nacional, con retrasos de congresos por dos procesos electorales a los que hubo que añadir una inacabable crisis de Gobierno en Canarias, asumió Pérez las maneras de un dirigente agazapado y sin ganas de mandar, un tipo escondido en la trastienda de los acontecimientos, mantenido su propio perfil bajo mínimos, aguantando únicamente para evitar una ruptura en la dirección del partido, tragando quina por la mezquindad de los adversarios y protegiendo a los suyos. Decidido a no competir por nada, se atrincheró en la Universidad y en la Fundación Juan Negrín, instalándose en el silencio. Sus colegas más venenosos le bautizaron ‘El Mudito’, como al enano de Blancanieves.

Pero esa espera era cuestión de tiempos: el de irse llegó por fin tras la salida de Pedro Sánchez y César Luena. La derrota del sanchismo dejó huérfano a Chano Franquis y expedito el camino al liderazgo para Patricia Hernández. Pero primero había que resolver los líos del pacto en Canarias. Vicepérez tenía previsto dimitir el día después de la firma del acuerdo definitivo con Coalición, y preparó todo con Hernández Spínola y la tropa de Las Palmas. Sería el martes después del lunes n que Barragán y él estamparon sus firmas. El día que USA convirtió a Trump en presidente. Pero ese día, Spínola supo que Juan Carlos Alemán estaba a punto de morir, los médicos le habían dado apenas unas horas. Decidieron esperar hasta después. Y después fue ayer.

¿Y ahora? Ahora se constituirá la gestora. La nombrará Ferraz, probablemente en los primeros días de la próxima semana, quizá el mismo lunes. Patricia Hernández no estará, pero será gente suya la que mueva los hilos hasta el congreso extraordinario, a celebrar en unos meses. Vicepérez se irá sin hacer ruido, por fin, a casa, a ocuparse de lo que realmente le gusta, que está muy lejos de lo que le gusta a la mayoría de sus colegas y compañeros.

Si hubiera que hacer un balance de estos años suyos al frente del PSOE… lo primero sería certificar que se hizo cargo de un partido destruido por los excesos de López Aguilar. Y que su reino no fue de este mundo, ha sido un político un poco marciano, distinto a lo que se usa: leal en los pactos, comprometido con la gestión en el Gobierno, creador de equipos, con escasos deseos de lucimiento y protagonismo. Un hombre despreocupado de apuntarse tantos, obsesionado por dejar tras él equipos, y un mundo al menos no peor del que se encontró. Un cristiano de origen, un socialista al estilo antiguo, con una vida, una familia, una carrera y unos intereses ajenos al partido. Y de llegada, hoy, ayer, un menda construido con los mimbres de la Transición, la cultura del diálogo y el entendimiento, la convivencia, la razón, la vieja escuela. Un derroche, en estos tiempos de política miserable y mendaz.