Mariano Rajoy,presidente del Gobierno y del Partido Popular,tiene un problema y grave. Esta vez,su proverbial resiliencia y calma,que es vista -en muchas ocasiones- como inacción irritante,puede pasarle una seria factura en relación al caso de Luis Bárcenas. Sus silencios no serán percibidos como prudentes o respetuosos con los trámites jurídicos o con la profiláctica separación partido-gobierno,sino todo lo contrario: como muestra de complicidad… o de debilidad. Si Rajoy no toma la iniciativa con una ofensiva de transparencia extrema y claridad máxima,este tema puede hundirle. Y,con él,buena parte de nuestra deteriorada democracia. No olvidemos que,no hace ni tan solo un año,millones de españoles confiaron en su palabra y su oferta para salir de la crisis económica. Confiaron en él.
Este es el desafío al que se enfrenta el Presidente: qué sabía,qué aceptó,qué autorizó,qué hizo… y,también,qué nos va a explicar. Los datos que conocemos,y los que se van a ir descubriendo en los próximos días,van a cercarle. Las líneas de defensa hacen aguas con las revelaciones referentes a que alguien que no tiene ya relación con el PP sigue entrando como Pedro por su casa en la sede de Génova y goza de privilegios y recursos impropios para un individuo “externo” y sin “funciones”. Las preguntas ya no son dudas,ni conspiraciones interesadas alimentadas por las oposiciones,son acusaciones públicas.
Rajoy ha tomado cuatro decisiones muy relevantes,en relación a Bárcenas,en los últimos años:
1. Le ratificó en las listas electorales de 2008 (ya había sido electo en 2004) y repitió su candidatura y escaño por Cantabria en el Senado. De su etapa por la Cámara alta no se le conocen intervenciones relevantes,ni iniciativas parlamentarias significativas. No hay rastro. Curiosamente,ha sido vocal en la Comisión de Suplicatorios (los senadores,como otros representantes legislativos,no pueden ser inculpados ni procesados sin la previa autorización del Senado,solicitada a través del correspondiente suplicatorio),la misma comisión que autorizó -en 2009- la petición del Tribunal Supremo para poder juzgarle.
2. Le ascendió en 2008 (año del Congreso de Valencia),a pesar de que las sospechas sobre su comportamiento y actuación ya afloraban entre las bisagras del partido. En los estatutos del PP (Artículo 45),las responsabilidades del tesorero son clarísimas,así como su procedimiento para nombrarle y atribuirle competencias y funciones adicionales. El Presidente tiene la primera -y la última- palabra. Era el gerente,cargo que ocupaba hasta entonces,y Rajoy le nombró tesorero. Nunca mejor dicho. Las palabras tienen hoy,en este caso,una poderosísima carga metafórica. Los tesoros se ocultan cuando no se puede demostrar la honorabilidad ni legitimidad del botín. El hurto y el delito son la base de los tesoros contemporáneos ocultos.
3. Le defendió,públicamente,cuando las sospechas se transformaron en imputaciones y en graves acusaciones judiciales por el caso de la trama Gurtel. Rajoy afirmó,fiel a su estilo elíptico y tangencial,lo siguiente: “Nadie podrá probar que Bárcenas (y Galeote) no son inocentes”. ¿Cómo lo sabía? Y ahora,¿puede decir lo mismo? La confirmación de que Bárcenas posee diversas cuentas secretas con cantidades exorbitantes revela,quizás,algo más que codicia personal.
4. Le pagó el coste de la defensa a cargo del presupuesto del PP,en una decisión personal y unilateral que le compromete. La número dos del PP,María Dolores de Cospedal,que nunca estuvo conforme con esa decisión,le defendió en rueda de prensa justificando «el gasto y coste» de la elevada minuta del bufete de abogados porque «ha sido durante treinta años trabajador» del partido. “El PP así lo ha considerado oportuno»,afirmó sin explicar por qué el resto de implicados de la trama,incluidos Francisco Camps y Ricardo Costa,pagaban de su propio bolsillo a sus abogados. Rajoy negó,en su momento,que Bárcenas le chantajeara.
En 2009,asediado por los periodistas en relación a su versión sobre las responsabilidades políticas por el caso Bárcenas dijo,omitiendo e ignorando las preguntas: «Buenos días,hay cosas más importantes en las que pensar». Rajoy sí que tiene cosas -y muy importantes- en las que pensar en este caso. Su credibilidad está seriamente cuestionada. Y no la recuperará con silencio sino con explicaciones.
Este mediodía,en la rueda de prensa de Soraya Sáenz de Santamaría,la portavoz del Gobierno ha manifestado que se ha visto “sorprendida e indignada” por las noticias publicadas y que ponen en riesgo el plan del Gobierno para lavar la cara a la política,los políticos y los partidos. Supongo que Rajoy comparte con ella la sorpresa y la indignación. Si es así,conviene que lo diga. Y que confirme que él tampoco “ni escuchó,ni vio,ni supo” que hubieran sobres con dinero no declarado,supuestamente producto de redes clientelares o corruptas. Rajoy tiene una oportunidad para recuperar un poderoso discurso ético. No debe desaprovecharla. Lo dice su portavoz en relación a cómo se hay que comportarse para hacer frente a estas graves acusaciones: “ser más rigurosos y ejemplares”. En versión de María Dolores de Cospedal,secretaria general del PP: “En el PP,quien la hace la paga y cada uno aguanta su vela”. Rajoy es el capitán del barco. Y una nave,en plena tormenta,no puede navegar con los mástiles y las velas sin coordinación ni dirección.
Algunos medios han publicado que Luis Bárcenas administraba una oculta y corrupta contabilidad paralela del PP para completar las retribuciones de dirigentes y empleados. Dinero negro en sobres manila,suponemos. Sin membrete,imaginamos. Sobres que ocultan la corrupción,frente a sobres que protegen la confidencialidad del voto. Secretos ilegales versus secretos democráticos. Este es la realidad simbólica en la que nos encontramos.
En 1861,en su discurso inaugural de toma de posesión,Abraham Lincoln (precisamente,hoy se estrena un biopic en nuestras carteleras) dijo: «Vigiladme,ponedme a prueba». Este principio democrático sigue más vigente que nunca. Entre el partido y la democracia,Rajoy deberá escoger. Cueste lo que cueste. Está a prueba y le vamos a poner a prueba.