La actual restauración monárquica en España se llevó a cabo en circunstancias muy especiales. Para empezar respondió casi exclusivamente a la voluntad del dictador,que no quería ser sucedido por nadie que pudiese igualarle si no reunía condiciones poco menos que sobrenaturales,y la Historia recuerda que sin especial entusiasmo entre los ciudadanos. Casi nadie apostaba por su éxito y mucho menos por su consolidación una vez superada la etapa inicial,tutelada por los militares que habían detentado el poder durante 40 años y por los aparatos de represión del régimen que seguían en plenitud de funciones

Pero el rey don Juan Carlos sorprendió con una intuición política excepcional que le permitió asentarse en la Jefatura del Estado contra los pronósticos,renunciar a la inmensa mayor parte de las competencias heredadas,ganarse las simpatías de muchos enemigos políticos e implantar un sistema democrático que en la práctica respondía justo a lo que su predecesor y mentor había combatido y quería evitar. Así la Monarquía se fue consolidando entre avatares difíciles de salvar y ganándose una excelente reputación gracias sobre todo a su adaptación a los principios de la libertad y modernidad que el anterior régimen tenía vetados. Inicialmente la herencia autoritaria y reverencial le proporcionó un trato con muchos tics de tinte sagrado. El rey,la reina,y la familia real en general,eran intocables y tanto los políticos como los medios de comunicación y los periodistas lo asumimos de manera pragmática – como una aportación valiosa a la consolidación de la democracia – pero quizás también poco racional.
La tradición,la condición dinástica y sus elevadas responsabilidades no eran suficientes razones para olvidar que se trataba de servidores públicos,pagados por todos los ciudadanos y,por lo tanto,sujetos a unas obligaciones y unos deberes que también deberían ser objeto del control y,llegado el caso,de la crítica.

Esta realidad,que ya regía en otros países monárquicos europeos,tardó mucho en imponerse. Todavía se recuerdan procesos abiertos a publicaciones que se permitieron tratar de forma humorística,a menudo bien es verdad que con notable mal gusto y falta de respeto,su imagen. Imperaba una idea idílica y hagiográfica de los miembros de la Familia Real propia de las páginas de la revista ¡Hola! y nos habíamos olvidado de que una persona,por mucha ejemplaridad que derroche en su conducta,es normal que cometa errores,que no siempre sus comportamientos sean bien vistos por todos,y que entre sus miembros probablemente surjan actitudes disonantes.En definitiva,la familia real estaba demasiado mitificada y cuando trascendieron hechos que chocaban con esta imagen tan ajena a la realidad humana,como fue la actuación de Urdangarín o la reciente cacería del monarca,algunas reacciones calenturientas empezaron a dramatizarlo,a concederle una trascendencia excesiva y a especular con consecuencias extremas para las que no hay motivos.
La crisis que la monarquía española ha vivido estos días carecería de relieve en otras europeas donde la gente convive con los errores y fallos de sus miembros como algo normal,propio de personas en quienes se valora la estabilidad que proporciona la institución que encarnan y se comprende que son seres humanos con derecho a vida privada,y a equivocarse alguna vez en sus conductas o decisiones.
Las disculpas pedidas por don Juan Carlos al abandonar el hospital el miércoles,sin existir una razón legal para acusarle más allá de algunas formas e inoportunidades en el disfrute de sus vacaciones,han demostrado que se trata de una persona sensible,consciente de su responsabilidad y capaz de conectar con los ciudadanos.
Creo que habrá que anotárselo en su haber,ya muy amplio. Y pensar que marcará un antes y un después que normalizará algunos principios en el funcionamiento de la actividad incluida la privada. Una actividad privada y una vida íntima a la que el Rey y su familia tienen derecho sin vivir sometidos al marcaje permanente de una lupa.
Respecto a la relación con la prensa,es evidente que ha terminado la veda y que,sí,la Familia Real ya no es un asunto tabú algo que en un sistema democrático nunca debió haber sido.