Román Rodríguez

La extrema derecha está avanzando electoramente en el mundo. Tiene cada vez mayor presencia institucional y dirige más gobiernos. Dispone de un enorme apoyo económico-empresarial y mediático. Copa buena parte de las redes sociales, siendo inventora y amplificadora de todo tipo de bulos y falsedades. Cada vez tiene menos complejos para exponer y tratar de imponer su discurso en contra de los servicios públicos, las pensiones, la fiscalidad progresiva, el feminismo, los derechos de las personas LGTBI o los inmigrantes. También se opone con absoluta determinación a la lucha para combatir la Crisis Climática. Y no duda en utilizar todo el arsenal autoritario contra quienes disienten de sus actuaciones.

Lo estamos viendo de forma descarnada en Estados Unidos. Intentando destruir a sus universidades. Atacando a los intelectuales. Prohibiendo libros. Suprimiendo programas sociales. Disminuyendo las partidas destinadas a educación o sanidad. Intentando bloquear desde el Ejecutivo al resto de poderes democráticos. Desarrollando una guerra contra los inmigrantes (que sostienen buena parte de su sistema económico y del desarrollo de su vida cotidiana, especialmente en los servicios y en los cuidados) en la que Donald Trump no ha tenido problema alguno en implicar a las fuerzas armadas; las mismas que este megalómano también usa para que le hagan un desfile en su honor en su cumpleaños.

Democracia en riesgo

Trump incluso amenazó hace unos días con arrestar al gobernador del estado de California, Gavin Newsom, por no cumplir con su agresiva política migratoria. Este último considera que el proceso de militarización del país solo acaba de dar sus primeros pasos. “Puede que California sea la primera, pero claramente no será la última. Otros estados vendrán después. La democracia es la siguiente”, aseguró. Señalando, asimismo, que “los regímenes autoritarios empiezan atacando a quienes menos pueden defenderse, pero no se detienen ahí”. El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz lo expresa de forma muy clara: “Con Trump es posible que la democracia desaparezca en Estados Unidos”.

Y ese modo de actuar se extiende y se contagia. Lo vemos en el iluminado presidente argentino, Javier Milei, recibido y aplaudido recientemente en Madrid por la líder del ala trumpista del PP, Isabel Díaz Ayuso, a la que es cada día más difícil distinguir de las derechas más extremas. Estamos ante un peligro cierto de devaluación de la democracia y, paralelamente, de consolidación de dictaduras profundamente reaccionarias. Un proceso en el que están teniendo también una cuota de responsabilidad importante las derechas tradicionales, que les compran sus modales y sus programas, además de blanquear a los ultras. Como ocurre cuando PP o CC les ofrecen espacios en gobiernos de comunidades y ayuntamientos.

Frente a esta grave situación cabe preguntarse qué están haciendo y, sobre todo, qué deben hacer las izquierdas. Lo primero es resistir al tsunami reaccionario. Tarea ya de por sí bastante complicada cuando las extremas derechas disponen de una enorme financiación, fuerte poder mediático y un viento favorable: las sucesivas crisis económicas han desestructurado las sociedades, deteriorado las políticas públicas y las organizaciones sociales, potenciando en su lugar los valores individualistas, el sálvese quien pueda. En lugar de ser conscientes de que, si queremos un mundo mejor para la inmensa mayoría de la gente, un planeta habitable y con equidad, se precisa poner de nuevo en valor lo colectivo, lo que posibilitó nuestra existencia como especie y lo que garantizará el futuro de esta.

Eso supone entrar en la batalla cultural y de las ideas sin miedos ni complejos. Lo que defendemos es el mantenimiento y la extensión de derechos frente a quienes restringirlos o eliminarlos. Los derechos y avances que arduamente conquistaron las mujeres en su camino a la igualdad plena, los del colectivo LGTBI, los sindicales, los educativos y sanitarios, los correspondientes a los cuidados de las personas. El derecho a cobrar una pensión digna cuando acaba nuestra vida laboral. El de frenar la Crisis Climática y lograr un planeta sostenible que no adelante, por el egoísmo de unos pocos, su destrucción. Todo eso se encuentra hoy en grave peligro con la irrupción de la extrema derecha.

En un momento, además, de grave crisis internacional. Con la continuidad de la guerra en Ucrania, el genocidio que Israel está perpetrando en Gaza y sus ataques militares al Líbano o, estos días, a Irán, violando la legalidad internacional, dañando a la economía y contribuyendo a un mundo mucho más inseguro. Lo que pone en valor la necesidad de potenciar el papel de las organizaciones supranacionales, de la legalidad internacional y de la estricta defensa de los derechos humanos.

Frentes amplios

Desde Nueva Canarias-Bloque Canarista (NC-bc) consideramos que en el ámbito político electoral se precisa construir confluencias progresistas capaces de poner por delante lo mucho que nos une y no centrar el debate, en ningún caso, en los matices que nos diferencian; respetando, por tanto, la pluralidad que existe en las izquierdas, que debe ser un valor y no un elemento paralizante. Con el objetivo de frenar a las extremas derechas y defender un programa nítido a favor de una sociedad con un mejor reparto de la riqueza y sostenible económica, social y medioambientalmente.

Hay algunos ejemplos de los que debemos aprender. Como el del Nuevo Frente Popular en Francia, coalición de izquierdas clave para frenar la llegada de la ultraderecha al Gobierno en las legislativas de julio de 2024. O el del Frente Amplio de Uruguay, con una larga y consolidada trayectoria; una formación en la que conviven distintas sensibilidades políticas y con una enorme capacidad para aglutinar mayorías sociales y de gobierno transformadoras.

Para avanzar en esa línea de amplia unidad resulta clave la capacidad de diálogo, el debate sincero y sin prejuicios ni previas líneas rojas. Escuchando y tratando de atender las demandas de todo lo que se mueve en la sociedad en el ámbito transformador: sindicalismo reivindicativo salarial y de condiciones de trabajo, ecologismo y alternativas para el cambio del modelo turístico, feminismo, movimiento LGTBI, asociaciones por el derecho a la vivienda, colectivos en defensa de las pensiones o del conjunto de los servicios públicos, organizaciones en el campo de la solidaridad y el apoyo a los pueblos empobrecidos y oprimidos, en el del pacifismo, en los derechos humanos…

Y, además, elaborando programas de mínimos que permitan establecer acuerdos entre organizaciones distintas y generar condiciones para recibir un amplio apoyo ciudadano en futuras citas electorales. Considero que el panorama actual de fragmentación, en Canarias y en el ámbito estatal, resulta impresentable y que este debe ser superado con generosidad y altura de miras. Estoy convencido de que muchas personas demócratas, progresistas y de izquierdas coinciden en esa preocupación y anhelan impulsar y participar en procesos de entendimiento y de unidad. Hay que comenzar a construir esas alternativas unitarias con un programa básico. No hay tiempo que perder.

Román Rodríguez es presidente de Nueva Canarias-Bloque Canarista (NC-bc).