Benjamín Trujillo

¿Qué habitación prefieres tú? Aquella, la que da hacia el pueblo está mejor, le llega el sol por la mañana. Pues perfecto, la otra de al lado para mí, las dos juntitas. Así nos reímos y hablamos desde temprano y vemos como la gente camina y quienes son, la hija de Fulanito y el nieto de Suclano, ¡ajó ¡ Están grandes muchacha!

Esta conversación la mantenían dos amigas que caminan juntas varios días a la semana por la Vía de Ronda, frente al hospital viejo y, en broma hablan de la habitación que elegirán para su vejez en el centro que allí se construye.

Son amigas de siempre, desde muy pequeñas, crecieron juntas, las casas cercanas, descubrieron juntas el muelle, el muellito y la escollera. Compartieron las dudas de la adolescencia, el interés de los muchachos por ellas, el misterio y la inquietud de ser observadas, la playa y las risas. Siempre hubo muchas risas.

Más tarde, bastante más, la vida las separó por un tiempo, vivieron en distinto lugar pero las vacaciones en su pueblo las unía cada año y aprovechaban el tiempo para contarse lo que no sabían la una de la otra, y lo que no sabían de otros. Hacían repaso de noviazgos y matrimonios novedosos, de hombres que se volvieron feos, de mujeres triunfadoras en la juventud y que se marchitaron tempranas y de mira tú aquel que parecía una correa negra que guapo se puso.

Hablaban de todo, de sus sentimientos, de sus victorias y derrotas, de las ilusiones, después, bastante después, de los hijos. Y seguía la vida y seguían sus risas.

Son capaces de hablar mientras caminan, comen, escuchan música, cuando lloran o cuando ríen. Se conocen como a las palmas de sus manos. Un gesto o una mirada de cualquiera de ellas es reconocido por la otra de manera inmediata.

Ahora les ha dado por caminar, por esos montes y barrancos, por el pueblo entre semana, los montes y barrancos son más del fin de semana, por el yoga, por la alimentación correcta y sana aunque una de ellas si cogiera cinco perritos calientes, no deja ni una miga.

Pero entre todo este trajín, siguen compartiendo sus vidas y se siguen enriqueciendo con las experiencias individuales de la otra. Si la virgen de Guadalupe sigue en Puntallana, serán amigas para toda la vida.

Mirarlas y escucharlas es un espectáculo, como se mueven, como abren los ojos, como imitan voces, movimientos y pasos de baile. Las carcajadas contagian y tengo que disimular, hacer como que no me entero de nada, para no parecer entrometido o excesivamente curioso.

Los hombres somos distintos o expresamos nuestra amistad de manera diferente, sin tanta pasión hablando de uno mismo o de sentimientos compartidos. Otra cosa es si hablamos de fútbol, de política, cuando presumimos, o con copas, osados y escandalosos.

Hay un amigo muy especial para mí y que veo con muy poca frecuencia, dice que una de las mejores maneras de comprobar la amistad entre dos hombres es, poder compartir el silencio sin tirantez. Hace ya años me recogió en su coche en el aeropuerto del sur y fuimos hasta Tegueste, casi sin pronunciar palabra. De vez en cuando nos mirábamos y sonreíamos como tontos. Cómo amigos.

Benjamín Trujillo.

btrujilloascanio@gmail.com

OTRO ARTÍCULOS DE BENJAMÍN TRUJILLO en ‘Desde la Orilla’

La memoria de los jóvenes

¿Qué pasará este verano?