Casimiro Curbelo (imagen de archivo)

La empatía es un vocablo de nuestro extenso léxico que no pasa por su mejor momento. Cada vez se escucha menos y lo que es peor, cada vez se pone menos en práctica, tanto así que corre el riesgo de extinguirse y pasar a formar parte de ese amplio glosario de palabras en desuso. En los tiempos que corren, ponerse en lugar de otro resulta una tarea casi colosal para una parte importante de la ciudadanía.

Vivimos una etapa convulsa, de gran agitación marcada por la pandemia que se ha instalado en nuestras vidas, dejando entrever las debilidades del ser humano, aflorando el egoísmo desde el afán de la supervivencia. La célebre expresión acuñada por el filósofo Thomas Hobbes “El hombre es un lobo para el hombre” resume a pie juntillas esta situación, en la que sin duda, el miedo y la incertidumbre reavivan esta parte más primitiva del ser humano.

Esta semana, nuestras costas canarias han sido protagonistas nuevamente de la llegada de numerosos inmigrantes, una situación que lejos de mermar, adquiere cifras históricas con un incremento que roza el 1000% con respecto al 2019 en la llegada de estas personas que huyen desesperadas de su tierra ante la falta de seguridad, el hambre y la guerra.

Son muchos los inmigrantes que arribaron hace meses a las Islas y que aún permanecen alojados en hoteles sin poder emprender su rumbo hacia otras comunidades autónomas e incluso hacia otros lugares situados más al norte de Europa. Sus metas y sueños se han visto interrumpidos ante la falta de respuesta del Estado y Europa, lo que ha motivado que un grupo de ellos iniciara esta semana una huelga de hambre. Reconocen que están en mejores condiciones que en sus países pero sus ambiciones, objetivos e ilusiones van más allá de cubrir sus necesidades básicas.

Son sólo unos pocos inmigrantes los que han sido noticia por provocar altercados entre ellos mismos pero el eco xenófobo que han dejado estos incidentes aislados está poniendo en jaque la convivencia entre inmigrantes y con los propios residentes. Las redes sociales están siendo el canal para incitar a la violencia y al odio hacia estas personas, que en su mayoría no buscan problemas sino soluciones a su complicada situación.

Hace falta sensibilidad para escuchar sus necesidades y empatía para buscar soluciones que respondan a sus demandas, que no son otras que permitir que viajen a la Península para reunirse con sus familiares que residen allí o para iniciar la senda hacia un futuro mejor y con más oportunidades. Hace falta una política humana que mire por el bienestar de los demás y deje de mirarse su propio ombligo y eso mismo celebraba esta semana con la nueva oportunidad que tiene ahora un país como EEUU para resarcir todo el daño que deja a su paso el huracán Trump. Este miércoles salió el sol de nuevo en el Capitolio justo cuando Biden pronunciaba su discurso de investidura, en el que precisamente apelaba a la fuerza de la unidad para regenerar un país fragmentado.

La unidad es esencial para llevar a cabo una buena gestión pero además precisa de coherencia y sensatez. En estos tiempos de incertidumbre y miedo, los representantes públicos no podemos añadir más caos sino contribuir a la tranquilidad de la ciudadanía, con políticas que avancen en la justicia social, que estén del lado de quienes más lo necesitan y que siembren luz entre tanta oscuridad. Escuchemos más para buscar soluciones que respondan a las demandas de la ciudadanía. Ponerse en el lugar del otro no debería ser tan complicado, sólo requiere de un poco de humanidad.