Cuarenta y ocho años lleva en la isla, este austriaco y español que llegó en 1972 y se quedó.
Su pintura y sus grabados son una seña de la isla en el último tercio del siglo XX y hasta nuestros días. Lo será siempre, esas marcas no se borran ni en la memoria ni en la historia del arte. Nunca fue a ninguna escuela de arte. Es un autodidacta absoluto, sin ninguna trampa ni mentirijilla. Iba para médico y no le gustaba, era el empeño de su padre que era médico y quería que el continuara con su profesión pero a Guido le gustaba pintar.
En un viaje a Tenerife con su padre a principios de los 70 encontró una postal que le gustó especialmente. Preguntó ¿Dónde es? La Gomera, le dijeron y unos días después estando en el sur vio su silueta. Viajó a la isla y entendió que era su sitio, su tierra, tan lejos de Austria y una isla atlántica. Vendió sus cosas, dejó los estudios y se vino a La Gomera a vivir y pintar.
Ahora es un referente del grabado después de trabajarlo mucho. Las planchas que se utilizan para esa técnica normalmente son de zinc o cobre y aquí no conseguía y menos en esos años. Hizo algunos sobre cobre pero empezó a trabajar con el hierro que aquí sí conseguía, mucho más duro y difícil pero lo estudió, investigó como los ácidos actuaban sobre él y se convirtió en un especialista mundial del grabado sobre hierro, que además supone un esfuerzo gigantesco frente al zinc o al cobre. A Guido le gustan la física y la química igual que las matemáticas y ahí, en el grabado, encontró su singular laboratorio del arte.
Oír contarlo o ver como trabaja es tan maravilloso cómo sus obras. Habla de las hendiduras y la diferencia de profundidad en cada una para que el ácido actúe, de la capa de asfalto liquido más o menos diluido, de cómo el papel vegetal le ahorró tanto trabajo para definir el diseño del grabado, de la inmediatez en el dibujo, de la rapidez y continuidad en el primer dibujo, que no se puede rectificar, no se puede borrar, es un mundo casi de alquimia y el brillo de sus ojos va ganando en intensidad cuando lo cuenta y no se permite ni un adjetivo de halago ni un pequeño hilo de orgullo de artista. No es su objetivo, no es su empeño. Todo lo contrario, Guido no es pretencioso, ni alaba su obra ni su oficio.
Las ermitas, los roques, las casas, pequeñas y grandes, los pajares, el mar, los árboles, las taparuchas, las frutas, los viejos, los niños, los barcos, los cuerpos, las playas, el sol, la noche, la virgen de Guadalupe, el monte, las sombras, la luz… toda La Gomera está en sus lienzos.
Colaboró siempre con una pequeña fiesta, con cualquier asociación o en Las Lustrales, siempre sin poner un pero, en cualquier exposición colectiva sin mirar si sus compañeros eran jóvenes primerizos o artistas consagrados. En este proyecto del Viaje Interior lo ha hecho igual. Cómo siempre, cómo Guido.
No notó la diferencia en el confinamiento, siguió haciendo lo mismo, a la misma hora al taller, a comer, al taller y muchas veces después de cenar ir a terminar alguna tarea.
Es tan tópico decir que es un buen hombre o un hombre bueno que tienes que pensar, ¿ Cómo lo digo ? ¿ Cómo lo escribo ?… Guido es generoso, austero, sencillo, discreto, callado, pero no taciturno, es jovial, inteligentemente sarcástico y socarrón cómo los isleños del campo.
A mi me gustan sus aguafuertes, sus grabados, sus acrílicos, sus óleos pero sobretodo me gusta que siga siendo él, con su mirada, con su sabiduría, con su especial tono de voz.
Y cuando lo veo en el pueblo, en la calle o donde sea, con Elena dándole la mano y el alma, me siento afortunado de conocerlo y de que sea mi paisano.
( Guido Kolitscher es componente del grupo de artistas del VIAJE INTERIOR IV )
Benjamín Trujillo.
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