POR CARLOS FUENTE.- “Vuestras obras nos recuerdan que hay millones de personas que piensan y actúan para que el mundo sea mejor”. Más allá de su vinculación con la tierra que lleva el título de la heredera de la Corona de España, Leonor de Borbón quiso el pasado viernes, en el Teatro Campoamor de Oviedo, dejar huella con su primer discurso. La esperada ceremonia de esta 39 edición de los galardones asturianos, con presencia por primera vez de la Princesa de Asturias, no fue sólo un ejercicio de protocolo y puesta en escena de la heredera, sino la concatenación de un “sinfín” de mensajes que con el tiempo se irán desgranando en su totalidad (o al menos comprendiendo). Hubo una clara escenificación de cómo el rey Felipe VI entiende la proyección del “núcleo duro” de la Familia Real en la actualidad. Más allá del protocolo adaptado para la ocasión, los premios no variaron su ceremonial, precisamente para acreditar la continuidad normalizada, pero dejando múltiples detalles para demostrar que esta Familia no ha venido para generar “dulces postales”, ni alimentar el “glamour” de quienes siguen sin saber que la España constitucional de hoy exige a los reyes y sus hijas dejar la “corona” en casa y ponerse el traje de faena para trabajar por la convivencia y el futuro mejor de todos. Ni tan siquiera su primer discurso como Princesa fue el protagonista, sino la conjunción de todos los factores que rodearon la presencia Real en los actos de esta edición: palabras, gestos, complicidad, unidad, cercanía, naturalidad, mensajes y una sensación continua de no ser “reos del protocolo”.

 A pocos minutos de finalizar la ceremonia, escribía en mis redes sociales: “En 39 años de Premios Princesa de Asturias nunca sentí tanta emoción y sentimiento por estos galardones en los que hoy la Princesa ha tomado la alternativa. Hoy los reyes y sus hijas han escenificado que dentro del protocolo hay espacios para bajar la Corona a pie de calle y devolver la necesaria naturalidad de los tiempos actuales. Buenos discursos de la heredera y del Rey que han renovado su compromiso en defensa de una España moderna, culta y comprometida con los desafíos del futuro. Y la presencia de la infanta Sofía, siempre integrada, en la mesa presidencial un acierto necesario. Queda claro quién de verdad es la Familia Real del futuro próximo. Y una necesaria referencia a la Reina honorífica que una vez más ha sido fiel a la cita y no ha podido reprimir la emoción de sentir orgullo de su hijo y nieta. Muy emocionado por este histórico acto que marca ya un antes y un después”. Eso me salía del alma en caliente, pero ya en frío no encontraría unas frases mejores.

Protocolo esperado

El protocolo respondió a lo esperado. Los reyes presidieron, como no podía ser de otra manera, y la Princesa ocupó el lado derecho del Rey –puesto de la heredera-, mientras que la segunda descendiente lo hacía al lado de la Reina. Cerraban la mesa presidencial el Presidente del Principado de Asturias y el Presidente de la Fundación Princesa de Asturias. Se había especulado mucho acerca del puesto de los diferentes miembros de la Familia Real en el Teatro, pero se aplicó el sentido común y la lógica. En un acto de estas características, y valorando el sentido del protagonismo que hasta ahora el Rey quiere dar a su esposa e hijas, no cabía otra opción que llevar a la presidencia a los cuatro citados, reservando el palco de honor para quien siendo el príncipe Felipe mayor de edad (y asistiendo a la ceremonia) siempre ha ocupado ese lugar. Hubiese quedado muy chocante ver a la infanta Sofía lejos del epicentro del evento, junto a la reina honorífica en las alturas del palco. Fue acertada la decisión porque aunque Leonor tuviera más papel por razones obvias, su hermana sigue siendo un factor clave en la imagen de esta familia. Con ello se quiso dar normalidad, dejando las tentaciones protocolarias de lado.

Lejos del boato

A diferencia del estreno en Oviedo del príncipe Felipe en 1981, padre e hija simbolizaron respectivamente el compromiso de continuidad y la aportación de nuevos aires que aunque tímidos todavía apuntan maneras. No era un día fácil para España, en la misma jornada que Cataluña vivía una huelga general violenta. En la capital asturiana se mostraba al mundo la normalidad, sin gran aparataje ni boato. Incluso las propias etiquetas parecían responder a la mayor discreción posible. Acertaron los responsables en la decisión de que la heredera hablase desde la mesa, porque llevarla al atril suponía alejarla del lado de su padre. Esa cercanía era necesaria y la imagen de permanecer unidos debía recorrer el mundo. Un gesto, además, que suponía, reservar el lugar de la palabra para el Jefe del Estado. Fue, por lo tanto, todo igual que en ediciones anteriores en cuanto al ceremonial, salvo la novedad del discurso de Leonor en la mesa (puesta de pie, claro) y el hecho de que entregase ella los diplomas a los galardonados. Pero lo hizo de pie junto a su padre, mientras el resto de los integrantes de la mesa permanecían sentados. En 1981, Felipe –también con 13 años como su hija- entregaba los diplomas mientras los reyes Juan Carlos y Sofía permanecían sentados. No debe interpretarse este gesto como “proteccionismo” ni mucho menos, sino como el lógico proceso de una transición que empieza ahora en lo que se refiere a estos galardones.

El discurso de Leonor

En un artículo como éste, pensando en la historia es necesario dejar constancia del texto del discurso de la Princesa, muy pensado, bien pronunciado y con dominio de la escena. Por ello, reproducimos a continuación el mismo:

«Hoy es un día muy importante en mi vida que he esperado con mucha ilusión. Desde muy pequeña he visto el cariño y la emoción con que mis padres, Sus Majestades los Reyes, vienen cada año al Principado para presidir esta ceremonia y vivir todo lo que sucede en esta tierra durante los días de nuestros premios. Esto ya es motivo suficiente para que hoy me sienta muy feliz por estar aquí.

Mis padres siempre nos han hablado a mi hermana, la Infanta Sofía, y a mí de Asturias, de su cultura, historia y tradiciones. También de su naturaleza. Pero, sobre todo, nos han enseñado a querer y a admirar a los asturianos. Estaba pensando ahora en todo lo que vivimos durante nuestra visita a Covadonga el año pasado.

Asturias es, también, la tierra de mi madre, la Reina. Yo llevo sangre asturiana.

Es, además, la tierra que da nombre al título que ostento como Heredera de la Corona, al igual que hizo mi padre, el Rey, durante tantos años. Y lo hago con responsabilidad; me siento muy honrada con ello. Es un título que me compromete con la entrega y el esfuerzo de servir a España y a todos los españoles. En mi casa, las palabras España y Asturias siempre están unidas con la misma fuerza con que las ha unido la historia. Así lo siento en mi corazón.

Quiero dar las gracias en especial a quienes crearon esta Fundación hace casi 40 años, y a todos los que cada día le dedican su trabajo, su inteligencia y su generosidad.

Y, claro, quiero felicitar a los premiados, los protagonistas de este acto. Gracias por fomentar la cultura y la ciencia, por impulsar la solidaridad, por mejorar la educación. Gracias por trabajar para preservar la naturaleza y reducir las injusticias, la discriminación, la pobreza y la enfermedad. Estamos aquí para rendiros homenaje. Vuestras obras nos recuerdan que hay millones de personas que piensan y actúan para que el mundo sea mejor.

Me gustaría dar las gracias también a mi abuela, la Reina Sofía. Ella sabe lo importante que para mí es su presencia en esta ceremonia, que significa tanto para Asturias y para toda España. Gracias también a todos los que habéis querido acompañarnos y a los que apoyáis y ayudáis siempre a la Fundación. Este momento será inolvidable para mí. Como dijo mi padre a mi edad y aquí mismo, será un día que “llevaré siempre en lo más profundo de mi corazón«.

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