Cristopher Marrero

Probablemente si Cesar Manrique no hubiera fallecido en un trágico accidente de tráfico el 25 de septiembre 1992, habría defendido con pasión el Mirador del Palmarejo. Una obra hermana del mirador de La Peña en El Hierro que, al contrario que en La Gomera, se ha mantenido como un referente turístico, centro de obligada visita y polo de  generación de empleo y riqueza para los herreños.

La muerte de Manrique dejó pendiente un último discurso, que pretendía leer días después, el 27 de septiembre, con motivo del Día Mundial del Turismo y en el que, dicen, reiteraría su continua lucha en defensa del uso racional del territorio y del turismo de calidad en su Lanzarote natal. Un mensaje que debemos hacer nuestro en Valle Gran Rey.

En vísperas del día Mundial del Turismo, la situación del mirador del Palmarejo es un ejemplo más de la falta de entusiasmo y pasividad que está atrapando Valle Gran Rey en una espiral de abandono y desilusión de la que debemos salir para que nuestro municipio vuelva a desplegar velas y navegar.

Una obra emblemática, única en la isla, que encaja en el modelo de desarrollo sostenible e integración de arquitectura y paisaje con el cual consolidar a Valle Gran Rey como referente mundial, permanece cerrado, secuestrado y abandonado.

La realidad es que el mirador de Cesar Manrique, con toda su importancia y simbolismo, es, por triste que resulte decirlo, un problema menor comparado con los grandes retos a que nos enfrentamos.  Ya no se trata sólo de miradores, avenida marítima o planeamiento urbanístico, sino que es urgente y manifiesta la necesidad de actuar también en cuestiones vitales e imprescindibles como los servicios esenciales, garantizar el acceso a vivienda o la mejora de las infraestructuras sociales, sanitarias, educativas y  deportivas. Cementerio o tanatorios tampoco pueden esperar más.

El Ayuntamiento no puede ser sólo un edificio vacío de proyecto que se limita a gestionar el día a día, sino que debe ser el centro desde donde se marque la estrategia turística, territorial, económica y social de Valle Gran Rey, para desde allí trasladarla al resto de las instituciones con la fuerza y energía necesaria para que se nos escuche y atienda con el respeto que este municipio merece. Si no lo hacemos desde el Ayuntamiento, corremos el riesgo que sean otros quienes decidan, sin contar con Valle Gran Rey, lo que aquí se haga y eso no debe ocurrir.

Durante décadas, familias enteras han trabajado, de sol a sol, para levantar el Valle Gran Rey que conocemos. Cuando se empezaba a hablar de redistribución de la riqueza turística y de desarrollo sostenible, Valle Gran Rey ya se movía en esa senda. Una senda que no debemos abandonar.

Hemos llegado a este momento siendo uno de los últimos destinos turísticos de Europa con su litoral prácticamente sin desarrollar y eso nos pondrá en el  punto de mira de la especulación y la avaricia de quienes sólo aspiran a obtener beneficios rápidos sin considerar de dónde venimos, nuestra identidad y nuestro modo de vida. Algo frente a lo que no podemos permanecer impasibles, sino que debemos actuar con determinación, máxime si consideramos que cuanto se haga en los próximos años marcará irremediablemente el futuro de Valle Gran Rey.

Este es un lugar único en el mundo, por su belleza, por lo magnífico de su paisaje y por sus infinitas posibilidades. Un lugar que seduce a cuantos nos visitan. Pero un destino con una economía basada en el turismo, en un entorno de alta competitividad, no puede seguir estancado sino que debe estar en continua mejora articulado infraestructuras  coherentes e integradas que supongan el revulsivo necesario para impulsar el motor económico de La Gomera, apostando por una economía basada en la calidad de vida de las vecinas y vecinos del municipio, en el turismo sostenible y en la conservación del territorio como única forma de garantizar la permanencia en el tiempo de aquellos atractivos que nos han hecho referente mundial.

Será necesario mucho trabajo y compromiso para trabajar por y para recuperar la voz de  Valle Gran Rey. Un pueblo unido por el compromiso a su tierra y sus familias que sabe lo que quiere y que defiende un desarrollo ordenado y sostenible donde tengan cabida los proyectos coherentes con el territorio y las personas. Un Valle Gran Rey que prefiere 1800 camas turísticas repartidas en manos de empresas y familias de aquí antes que concentradas en tres hoteles de 600 camas cuyos beneficios no redunden en mayor calidad de vida para todos.

No perdamos más tiempo. El futuro no espera y es ahora o nunca.