Espíritu de “La Gomera”, en sus manos.
Vibrantes corazones que enaltecen
la tradición alfarera de sus ancestros,
aleteando entre el pasado y presente.
Vasijas que, antaño, fueron sudor y sustento.
Estrujadas de las entrañas de una tierra
monumental, con las formas ya esculpidas
en sus caprichosas peñas y voluptuosos riscos.
Olor del bosque “Garajonay”, calor de sus matojos.
Utensilios para ceremonias o necesarios para diario,
que las manos ajadas conformaban, sobre un barro
exprimido en laborioso, pulcro y fermentado parto.
¿Cuántas pisadas?, por el ajetreo creativo de los ceramistas
que poblaron, criaron, y amasaron y rasparon estas finuras,
en las agrestes vertientes del suelo de la isla colombina,
silban el trueque, por alimentos, de sus labranzas y fatigas.
Gratitud: al centro de Interpretación “El CERCADO”,
en la ínsula del silbo, las robustas chácaras y barreros;
Al hijo, nieto y biznieto de las perennes loceras: Aday,
que nos atrapa con el imaginario de su grata familia.
Juan Manuel Pérez Arencibia
Arucas, 8 de agosto de .2018.