Cristopher Marrero

Cuando hace tres años presentamos a Valle Gran Rey nuestro proyecto político para el municipio lo hicimos convencidos que existían dos cuestiones que debían ser claves en nuestro trabajo. La primera el obligado reconocimiento y apoyo a nuestras y nuestros mayores porque son ellos y ellas quienes con su esfuerzo y sacrificio pusieron los cimientos de lo que hoy es Valle Gran Rey en una situación y unos momentos que nada tienen que ver con el estado de bienestar en que ahora nos encontramos. En segundo lugar, trabajar, defender e impulsar políticas específicas por la infancia y la juventud porque son los legítimos legatarios de este territorio y de la cultura, tradiciones y modo de vida que debemos aspirar a conservar, mejorar y transmitirles.

Sin embargo, pese a presentar numerosas iniciativas en el Ayuntamiento, tales como la declaración de Valle Gran Rey como municipio amigo de los mayores, solicitud del sello de destino turístico amigo de los mayores o la candidatura al programa de municipios amigos de la infancia de la Unesco, lo cierto es que todos nuestros esfuerzos han caído en el cajón del olvido de una legislatura que será recordada por todo lo que pudo ser y no fue.

Diseñar un modelo de municipio sostenible y de calidad requiere saber qué queremos, cómo conseguirlo y poner en marcha proyectos para las personas. Hemos perdido ya demasiado tiempo en el discurso del Plan General, la Avenida Marítima y demás inversiones en cemento y asfalto, que ya ha quedado meridianamente claro que no hay voluntad ni capacidad para desarrollar en esta legislatura, mientras olvidamos que existen otras muchas necesidades y proyectos fácilmente realizables que sin embargo no parecen interesar.

Cuánto cuesta modernizar y actualizar los parques infantiles de Valle Gran Rey para hacerlos seguros, accesibles e inclusivos. Cuánto cuesta recuperar y definir de una vez espacios de sombra y estanciales en los distintos barrios para generar lugares de encuentro en verano e invierno.

Por qué año tras año arranca el curso escolar sin que exista una zona de sombra y resguardo en la entrada de las escuelas y centros infantiles.

Por qué no se han puesto en marcha proyectos para finalizar las instalaciones deportivas de la Playa del Inglés o para dinamizar las instalaciones deportivas de Borbalan.

Por qué las y los jóvenes de Valle Gran Rey no tienen acceso a la biblioteca y sala de lectura. Por qué no disponen en los distintos barrios de lugares de encuentro y de reunión.

Por qué no se han explorado las opciones del turismo senior para impulsar proyectos que permitan reubicar a los mayores de la vivienda tutelada en unas instalaciones más dignas adecuadas y abiertas que la vivienda tutelada.

Por qué no se dedican mayores esfuerzos a mejorar la calidad de vida y asistencia a nuestros mayores.

Parece que, estos últimos años, en Valle Gran Rey sólo importa quién va a asfaltar qué y hasta dónde o las políticas estériles del “y tu más”, mientras olvidamos las cosas que importan. Las que nos definen, las que marcan la diferencia.

Hemos llegado a tal punto de abandono que la cultura de nuestro municipio se limita al dispendio en fiestas mientras se olvidan las tradiciones, el patrimonio inmaterial y se permite que la permanencia de instituciones clave como la Escuela de Música queden siempre en manos de subvenciones y el capricho político.

Un municipio que no ofrece alternativas de vida saludable, que no potencia los valores del deporte y la calidad de vida, que no se esfuerza por ser mejor cada día no avanza, simplemente se muere lentamente en el vacío de quienes se marcharan para no volver más que un mes en verano y a las fiestas de su barrio.

Valle Gran Rey necesita políticas de verdad, impulsadas por gente comprometida, con ganas de trabajar, de escuchar, de llegar a acuerdos por y para sus vecinos en lugar de distraídas en titulares con la aspiración de engordar sus egos y satisfacer sus ambiciones.

Valle Gran Rey no puede esperar más y en unos meses tendrá que decidir qué quiere hacer.