Cristina Valido

El Gobierno canario impulsa un programa pionero entre las administraciones públicas en España para ayudar a personas adoptadas a buscar sus orígenes, que por el momento ha trabajado en 50 casos de adopciones y ha cerrado 18 de estas peticiones.

El programa de búsqueda de orígenes que puso en marcha la Dirección General de Protección de la Infancia y la Familia, al amparo de la modificación del sistema de protección a la infancia y la adolescencia “se ha convertido en un programa pionero en España”, afirma el director de esta iniciativa, Jorge Gil, en un comunicado.

Las personas que han sido adoptadas tienen derecho, al cumplir la mayoría de edad o aún siendo menores acompañados de sus representantes legales, a conocer sus orígenes, su llamado relato de vida lo que significa tener acceso a su expediente, a las circunstancias que dieron lugar a su proceso de desamparo, los datos de filiación o el de sus hermanos si los tuviera.

Sin embargo, como apunta la consejera de Empleo, Políticas Sociales y Vivienda, Cristina Valido, en una reunión mantenida con la Asociación Terapia Familiar encargada del programa, “estos procesos pueden acarrear una carga emocional que pueden abrir heridas tanto a la persona que fue adoptada como a la familia biológica o la adoptante”.

“Por eso pensamos que todo este proceso debería contar con ayuda de profesionales que acompañen, apoyen y dirijan este camino que puede ser doloroso”, añade.

Jorge Gil, director del proyecto y presidente de la Asociación de Terapia Familiar, precisa que en el Congreso Europeo de Terapia Familiar celebrado en Toulouse comprobó que en Europa no se han puesto en marcha programas de este calibre y tampoco en otras comunidades autónomas, pues Galicía lo realiza pero desde el marco privado.

El programa pretende que se produzca el menor daño posible a la persona adoptada por las situaciones vividas que provocaron su entrada en el sistema de protección, pero también, en sus dos familias ya que, según los profesionales, cada vez más se demuestra que la intervención y la terapia en las unidades familiares debe tratarse como un todo para, por un lado, ayudar a los adultos a entender y comprender el daño al menor y también comprender sus propios comportamientos en su relación con los hijos.

El objetivo es sanar o al menos mitigar las heridas de la persona adoptada “que es una niño herido” y que tienen repercusión en su vida adulta desde el desarrollo sano de sus emociones en familia.

El programa incluye la búsqueda de datos y si hay voluntad el contacto entre las partes, aunque estos procesos de mediación pueden durar meses, y “no siempre se garantizan los resultados, ya que se trata de procesos complejos y con mucha carga emocional” apunta Gil, que también hace hincapié en que “debemos ser capaces de hacer entender que el proceso de adopción fue la mejor opción para el niño, porque en algunas ocasiones, sobre todo en la adolescencia se fantasea con que su otra vida si no hubiese sido adoptado podría haber sido mejor”.