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¿Y por qué no?

Imagen de HISTORIA DE LAS MUJERES (I): HISTORIA DEL FEMINISMO. www.historiasdos.com

POR ALBA MARRERO.- « ¿Tú eres feminista?», «Sí», respondí. «Pero… ¿Feminista, feminista?». Me detengo bruscamente. Le miro. Casi me río. « ¿Qué quieres decir?». «Pues no sé… de esas».

Hace muy poco recriminaba en voz alta Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Junta de Galicia, al señor Jordi Évole —le considero ya un señor y un superhéroe de este oficio— que por qué se hacía ahora una huelga en contra de las desigualdades salariales si llevan en la palestra más de cuarenta años. Évole, muy Évole, le espetaba un “¿Y por qué no?”. Es más que obvio que existía un interés político y barriobajero por parte de Feijóo tras esa duda existencial.

Aun así, supuse yo que quizá Feijóo jamás entendió, con sus extrañas reflexiones, que la afroamericana Rosa Parks, en 1955, se negara a cederle su asiento a un viajero blanco en una guagua. Este gesto impulsó la lucha contra el fin de la segregación racial en EEUU. Para qué esa mujer se habrá metido en ese berenjenal si las leyes de Jim Crow, que amparaban la segregación en todas las esferas públicas, llevaban ya impuestas en la sociedad desde el siglo XIX. Para qué la señora Parks habrá querido cambiar el rumbo de la historia si el pescado ya estaba vendido desde tiempos de esclavitud, pensará el político.

Alba Marrero, periodista

Así un sinfín de gestos y personajes que tras años de tiranías e injusticias amparadas en el pensamiento primitivo, se lanzan a los leones y cambian todas nuestras rutas como especie. Susan Anthony, Jane Addams, Kathrine Switzer o incluso Malala, por dejar más nombres sobre la tinta. Esa excusa del tiempo y su famosa coletilla de “eso ha sido así toda la vida” es una de las más peligrosas y absurdas que podrían tenerse, y mucho más cuando la idea parte del ámbito político.

Hace unos meses, Eurostat publicaba un informe bajo el nombre “La vida de las mujeres y los hombres en Europa”, en el que se representan las diferencias y similitudes en la vida de los hombres y mujeres de la Unión Europea. Como era esperable, la mujer europea cobraba en 2015, un sueldo que era un 16,3% menor que el de los hombres. En ese mismo año, en España, la brecha salarial respondía a un 14,9%. Estas diferencias en los sueldos corresponden, acorde al estudio, a diferentes factores basados en la experiencia y en la educación de trabajadores y trabajadoras y al sector o la ocupación según el sexo.

Los hombres frente a las mujeres son los que generalmente ocupan cargos más elevados. Según Eurostat, sólo un tercio (un 33%) de los puestos directivos dentro la UE en 2016, eran mujeres. En ninguno de los Estados miembros el porcentaje de mujeres en esta posición superaba el 50%. Esto es increíblemente interesante dado que son las mujeres las que alcanzan un mayor nivel educativo. El 33% de las mujeres europeas frente al 29% de los hombres había completado el nivel de enseñanza superior en 2016. En España, según Eurostat, el porcentaje de hombres y mujeres con estudios universitarios corresponden a un 33% y a un 38,4%, respectivamente.

Mayor preparación universitaria de ellas, por tanto, pero más triunfos profesionales para ellos. Obviando los méritos de cada persona como individuo (los que aplaudo rotundamente) no es que exista un techo de cristal; existe la casa entera. ¿Qué está ocurriendo?, ¿Qué ha estado ocurriendo en esos “más de cuarenta años”?. Fácil y sencillo: desigualdad. Si se pregunta por qué ahora esta lucha, Feijóo, mi respuesta es porque ya era hora, hombre. Ya era hora.

Cuando me escupen eso de “feminista, feminista” o “feminista radical”, silencio a mi cabeza un segundo para darle el beneficio de la duda y partir de la base de que trato con una persona inteligente, que conoce y comprende el significado del término. Evidentemente si sueltan el famoso “feminazi”, empiezo a hablar del tiempo.

Todo esto que se está cocinando para poner una carretera más justa en nuestra historia, proviene de esas personas llamadas casi con pavor “feministas, feministas” que lo que consideran es que su abuela tiene que recibir una pensión decente, que dignifique toda su vida laboral sin humillar su cuenta bancaria por una cuestión de género. Feministas, feministas son las personas que defienden que mamá se lo ha currado como papá y que se merece ese puesto de trabajo; que la brecha salarial de porcentajes espeluznantes, en estos tiempos de España preparada y académica, es una auténtica tontería y que una niña de diecisiete años puede soñar a lo grande y aspirar a ello sin techos, ni cristales, ni nada más que el cielo.

Todo esto que está pasando en nuestro país y en el mundo entero es porque ya hay mucha gente que cree totalmente lógico que se dé, de una vez por todas, la igualdad de género con la que se permita exprimir al máximo nuestra especie; en la que se respete todo tipo de opinión, aportación e idea en todo tipo de mesas, debates y despachos; en el que se nos den los mismos derechos y libertades a hombres y mujeres y en los que a esas cervezas de después del trabajo podamos ir todos si nos place y sin remordimientos por tener una casa que limpiar, una comida que hacer o unos niños a los que cuidar.

« Sí, soy feminista, feminista… De esas».

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