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Querido Pablo Iglesias

Juan Cruz

Usted sabe que España vive ahora en estado de peligroso insomnio. Una parte del país se quiere separar del otro; basa esa pretensión en disgustos reales y en realidades inventadas, jaleadas por quienes han amenazado la estabilidad de decenios gracias, precisamente, a las libertades logradas en estas mismas décadas.

Usted sabe, porque ha vivido y ha estudiado y se ha expresado en este país, que aquí existen las libertades que usted reclamaría si España fuera ese país autoritario que usted mismo dice que es. Usted se ha hecho aquí, aquí se ha servido de medios y de instituciones de todo tipo, desde educativas a judiciales, para asegurar su salud intelectual y, también, para defenderse legítimamente cuando su honor ha sido vulnerado.

Usted sabe que esas apelaciones a la dictadura son delicadas, pero consiguen muchos adeptos, galvanizan a sectores importantes de la sociedad, y terminan llevando a la gente a las calles por la llama de un fósforo. Ahora esa llama está encendida, y está peligrosamente cerca de su objetivo de incendiar el país que usted dice amar. Se puede incendiar, no es una broma, no es una metáfora política o periodística, ni es por desgracia ya una metáfora poética. Se puede incendiar.

Por ejemplo, se puede incendiar permitiendo que se diga que esos presos que ahora han ingresado en la cárcel son presos políticos; usted sabe que ni Otegi, de quien también lo dijo, ni los señores que ahora están en Soto del Real son presos políticos, sino personas que, denunciadas por las fuerzas del Estado, a las que tuvieron sometidas en una noche de infausto recuerdo, han sido requeridas por la autoridad judicial para explicar, sin éxito, su inocencia. Esa autoridad judicial decretó la prisión de ambos líderes sociales en función de sus atribuciones legales, igual que decretó la prisión de otros ciudadanos que, ellos sí, ejercen o han ejercido cargos políticos en el seno del partido que usted quisiera fuera de las instituciones y, si es posible, de España. Esos son presos, políticos presos, no son presos políticos.

Usted sabe, porque lo ve, está en todas las televisiones, y está también en las redes sociales, y además está en inglés, que estas mentiras dobladas de verdad están siendo utilizadas para alimentar las mentiras originales del procès,culminado parlamentariamente, en Cataluña, aquellos días 6 y 7 de septiembre en unas jornadas infaustas que le hicieron decir a uno de sus próximos que no quisiera que su hijo Daniel viviera en un país dominado por esas fuerzas del alegre insomnio antidemocrático que se vivía entonces y que ahora se sigue viviendo peligrosamente.

Usted sabe lo fácil que se prende un fósforo; y sabe, porque aunque su guardia de corps no se lo deje llegar lo escucha y lo lee, que este incendio que vivimos no es metafórico, es real. Usted habrá escuchado o leído las bromas que sus albanos y sus echeniques han hecho al respecto de los paralelismos desgraciados entre los incendios reales de Galicia y los incendios metafóricos que ellos, en infelices ocurrencias, relacionan con las acusaciones que su partido frecuentemente recibe. Usted los habrá sabido perdonar, pues usted hacia adentro perdona, pero hacia afuera acusa, como si perdonar, o entender, no fuera tarea también de la política.

Usted dice, y eso es verdad, que le amparan cinco millones de votantes; no trabaje solo para ellos, para los que siga teniendo, o para los que quiera tener; trabaje para que el país no se incendie más, trabaje contra sí mismo, hágase de los demás, no crea que el espejo siempre le dice la verdad. Lea libros que no transite, lea a los que no transita; lea, por ejemplo, Tumulto, de Enzensberger, o lea Patria, que está más cerca, para que usted refresque qué pasa de verdad con los sueños que usted no condena porque considera que son vigentes utopías. O lea a Manuel Vázquez Montalbán, su poesía paradójica o su Un polaco en la corte del rey Juan Carlos. Póngase de veras en patriota, ya que a usted le gusta esa palabra que detestaba Neruda; póngase en patriota y dígales a aquellos a los que regala el oído con lo que quieren escuchar que paren el reloj, que se hagan cargo de una tregua autocrítica y unilateral y digan a los suyos que dejen quietas las calles, que regresen a la legalidad que abruptamente rompieron para escándalo del padre de Daniel y permitan que se acabe este estado terrible de insomnio que están viviendo los ciudadanos de Cataluña y del resto de España en virtud de lugares comunes que son fósforos que ya están quemando en las manos.

Hágalo, señor Iglesias, y le hará de veras un favor al futuro y a su espejo.

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