“ La muerte de Angelillo”, escrito por Pablo Jerez Sabater ha sido el ganador de la V Edición del concurso de Relato Hiperbreve Ruiz de Padrón convocado por el Área de Política Sociocultural del Excmo. Cabildo Insular de la Gomera.
Este primer premio tiene una dotación económica de 300 €, sujetos a las retenciones fiscales correspondientes.
El segundo premio, dotado con 200 €, sujeto también a las correspondientes retenciones fiscales, corresponde al relato de Lourdes Armas López.
La muerte de Angelillo
La fortaleza no duerme./ Garajonay está en vela./ Lloran los Chorros de Epina, / lloran el mar y la arena. La muerte de Angelillo trajo consigo una honda pena en todo el pueblo de Vallehermoso. Dos chácaras marcaban el compás al que se movía el féretro desde El Palmar hasta la Iglesia de San Juan. Repique de campanas, repique de chácaras. Era un sonar intenso, como de otro tiempo. De alguna manera, se pobre Angelillo no se había ido. Su tambor y su voz aún se escuchaban por la Quilla y Macayo. Su barrio, su origen. Su cuerpo ya no estaba, es cierto, pero quedaban sus recuerdos de una voz ronca, vieja, ajada y maltrecha que vomitaba versos como coplas.
Él nunca sacó la naranja de la mar que su compatriota poeta buscaba con ahínco en las playas del valle. Su naranjo estaba mucho más arriba, en las faldas del Roque que hace las veces de vigía del pueblo. Cuando Angelillo murió hasta las nubes que cubrían Vallehermoso se pusieron a llorar. Como los Chorros de Epina, que se secaron de tanta lágrima. Varias antorchas hacían las veces de comitiva para acompañarle a la iglesia. Y el más hondo pesar del de las chácaras. Sonaban a plañideras rotas de dolor.¡ Se nos fue el poeta! ¡Se nos fue el último poeta del Valle! Y tenían razón. Cuentan que cuando su cuerpo llegó a San Juan el sol se levantó en Chipude. La Fortaleza había despertado. El tambor y las chácaras habían dejado de soñar.