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Desvelan las técnicas de dominación que Hitler utilizó para aglutinar el poder

Hitler

Una nueva biografía de Hitler, desde esta semana en las librerías alemanas, revisa el papel que tuvo el dictador en el ascenso del partido nazi al poder y en las decisiones tomadas durante los doce años del III Reich, que llevaron a la Segunda Guerra Mundial y al Holocausto.

«Hitler. Biografía» es el lacónico título del libro de más de mil páginas del historiador Peter Longerich, reconocido por sus investigaciones sobre el Holocausto. Las dos biografías más conocidas del dictador hasta el momento eran las de Joachim Fest, publicada en 1973, y la del británico Ian Kershaw, cuyo primer tomo llegó a las librerías en 1998.

Ambos parten más o menos de la misma pregunta -¿cómo fue posible el ascenso de Hitler?-, pero ofrecen enfoques distintos para resolverla. Mientras Fest se concentra en la psicología de Hitler, a quien ve como un seductor de las masas, Kershaw considera que para entender al nazismo no hay que mirar tanto al dictador, sino a quienes le siguieron.

Apuntando directamente contra el mito de un pueblo inocente seducido por un demagogo, Kershaw interpreta a Hitler, ante todo, como un producto de la sociedad alemana de su tiempo y relega a un segundo plano las reflexiones sobre su personalidad. En el mismo sentido, el historiador alemán Hans Mommsen llegó a sostener la tesis de que Hitler había sido un «dictador débil» a quien sus subordinados y la sociedad alemana le habían hecho el trabajo.

Ahora Longerich apuesta por un término medio entre el enfoque de Fest -cuya biografía considera ya superada- y el de Kershaw, frente al que marca claramente distancias. El argumento central contra Kershaw es que, si bien buena parte de la población alemana siguió a Hitler, también hubo otra parte que estuvo en contra desde el comienzo y que trató, sin éxito, de detener su ascenso.

De hecho, según recuerda Longerich, la sociedad alemana en la República de Weimar estaba profundamente escindida y las diferencias entre los distintos grupos no quedaron atrás con la llega al poder de los nazis en 1933. La clave, para este historiador, no está en la capacidad de seducción de Hitler, como tendía a creer Fest, ni en que los alemanes proyectaran en él sus propios deseos, como apuntaba Kershaw, sino en el desarrollo de una técnica de la dominación en la que empleó todos los recursos de una dictadura.

Ello implica volver sobre la personalidad de Hitler -al final del libro Longerich agradece el apoyo de un grupo de psicoanalistas-, aun sin perder de vista las fuerzas sociales que contribuyeron a su ascenso. La historia de Hitler empieza después de la I Guerra Mundial, cuando el ejército le da formación como propagandista y lo integra en un equipo encargado de prevenir que veteranos de guerra den un giro a la izquierda.

Ese camino lo lleva al partido nazi, en el que se integra y dentro del que asciende hasta asumir la jefatura y convertirse más tarde, ayudado por las élites conservadoras, en canciller de Alemania, para crear desde allí una dictadura con consecuencias nefastas. Longerich admite en el capítulo final del libro que la desolación moral y física de Alemania en 1945 no había sido el resultado de la dictadura de un sólo hombre, pero agrega que para ello se necesitaba una figura política que usará las condiciones dadas para canalizarlas en determinada dirección.

Contra la tesis del «dictador débil» de Mommsen, Longerich subraya que Hitler organizó el Estado y el partido de tal manera que le permitía saltarse instancias formales para influir directamente en todas las decisiones claves. Hitler, sostiene, tuvo que ver directamente con los pasos clave que llevaron al Holocausto, pese a que a comienzos de los años treinta mantuviera cierta cautela táctica, así como con la estrategia de Alemania en la II Guerra Mundial.

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