POR ANA ROMERO.- El Príncipe de Asturias,de Viana y de Gerona,Heredero a la Corona,cumple hoy 46 años. Nunca había gozado de índices de popularidad tan altos,pero tampoco había vivido un momento tan delicado para la Monarquía.
 
En los últimos tres años,Don Felipe ha arrebatado el espacio tradicional que su padre,Don Juan Carlos,ocupaba en el corazón de los españoles casi desde la Transición: el 70% de los ciudadanos lo ven con buenos ojos,según la última encuesta publicada por el periódico EL MUNDO.
Los españoles ven en él al Heredero más preparado de la Historia de España y se sienten bien representados por él en sus labores de diplomacia pública.
Su punto más inquietante,desde hace un año,son los permanentes rumores sobre el estado de su matrimonio con Doña Letizia. Para Zarzuela,en la relación de la pareja «sólo hay altibajos»,los «normales» al llegar a los 10 años de casados.
«¿Cree usted que mi hijo llegará a reinar?»,preguntó Doña Sofía en Oviedo a un alto cargo político durante el cocktail de los Premios Príncipe de Asturias de 2012. El individuo en cuestión,al que se le atragantó el refresco,enfrentó la pregunta lo mejor que pudo.
Sucesor al trono
El interrogante formulado point blank por la Reina no es baladí. Su hijo menor,heredero de la corona en virtud de la ley semisálica que rige en España,está destinado a protagonizar una gesta histórica: la primera sucesión tranquila desde 1885,cuando su tatarabuela,María Cristina de Habsburgo-Lorena,se convirtió en regente hasta que Alfonso XIII pudo reinar en 1902.
Hoy,al cumplir 46 años,está más cerca de ese momento. Él y su madre son,con diferencia,los más populares de los cuatro integrantes del núcleo duro de La Zarzuela: Reyes y Príncipes. Desde que el Rey resbaló en Botsuana,la distancia entre ellos en las encuestas se ha ido acrecentando: Don Felipe le saca ahora 24 puntos de popularidad a su padre.
La segunda mitad del pasado año fue sobre ruedas para el Heredero: su actuación en Buenos Aires en septiembre marcó un antes y un después en la percepción que de él tienen los españoles. Su exquisita preparación quedó patente durante la presentación de la candidatura olímpica de Madrid.
La candidatura falló estrepitosamente,pero la energía que transmitió el Príncipe quedó impresa en la retina de los españoles. La confianza en el Heredero se disparó.
Un mes más tarde,el 12 de octubre,Don Felipe presidió,por primera vez,el desfile militar de la Fiesta Nacional. Su padre,convaleciente,lo vio por televisión. Su madre,orgullosa,en directo.
Ese mismo mes,apenas una semana más tarde,pronunció en Oviedo el que está considerado como su mejor discurso. Fue durante la entrega de los galardones que llevan su nombre y que están considerados unos mini Nobel a escala mundial.
Allí recordó a los 79 muertos del accidente de tren en Santiago de Compostela y allí apeló a ese «espíritu de Angrois» para superar la adversidad. Instó a los españoles a superar el pesimismo y a recuperar la ilusión,y pidió una reflexión rigurosa para no repetir «errores inadmisibles».
Sus palabras fueron música para los oídos de los españoles,cansados de ver a la clase dirigente comportarse manera inadecuada. Al igual que la presencia,o la «prestancia» que dirían algunos después,con la que sedujo a los hispanos en la Feria del Libro de Miami. Los presentes esa noche en el teatro aún recuerdan ese «¡buenas noches,Miami!» con que se dirigió a ellos ese príncipe joven y atractivo venido de España.
Son éstos algunos ejemplos de lo bien que le fueron las cosas tras el verano de 2013. Pero detrás de todos estos logros se ocultan los desafíos que han contribuido a aclarar prematuramente las patillas del Príncipe.
Los desafíos
Como la salud maltrecha de su padre,con el que mantiene una relación compleja y parecida a la que el propio Rey mantuvo con el suyo. En septiembre,cuando al Monarca se le infectó la prótesis implantada el año anterior en la cadera izquierda,los nervios invadieron el Palacio de La Zarzuela.
Don Felipe se alineó con Rafael Spottorno,el jefe de la Casa del Rey,al insistir en que Don Juan Carlos tenía que operarse en España y no acudir a la clínica Mayo en EEUU. Era lo más sensato,según la interpretación política de esta parte de la Casa. El Monarca no pensaba así. Convencerlo no es siempre fácil.
A la Cumbre Iberoamericana en Panamá acudió Don Felipe con un papel poco adecuado para su estatus. Primero se decidió que no fuera. Después se rectificó y se le envió,pero no como participante.
Ese vacío en su papel que Panamá puso de manifiesto lleva tiempo rondando la cabeza del Príncipe. Según fuentes solventes,ya al final de la legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero,en el año 2011,Don Felipe perseguía el desarrollo de esa ley orgánica que ha de regular la abdicación y la regencia,según lo estipulado en la Constitución. En hacerlo las fuerzas políticas tardarían apenas tres o cuatro meses. ¿Por qué no se ha hecho aún?
Luego está el escándalo de su hermana,la Infanta Cristina. Debido al caso Nóos,ha tenido que romper radicalmente con su cuñado,Iñaki Urdangarin,y en la misma medida con su propia hermana. Estas pasadas Navidades,por segundo año consecutivo,el Heredero se abstuvo de sentarse con el matrimonio Urdangarin-Borbón durante la cena de Nochebuena en Zarzuela. Un desgarro más.
Su matrimonio
Finalmente,el asunto más delicado: su matrimonio con Letizia Ortiz Rocasolano,la periodista con la que consiguió unirse en 2004 tras ser obligado a renunciar a otras dos candidatas.
Oficialmente,«sólo hay altibajos» en la pareja,pero los rumores sobre la crisis matrimonial arrecian desde el pasado año. La primavera fue difícil,así como los dos meses de verano. Tras las vacaciones,Doña Letizia pareció mejorar su actitud,y así fue hasta Navidades. La pasada semana,en la inauguración de Fitur,la feria turística en Madrid,volvió a aparecer contrariada y distante.
Este mayo hará 10 años que se casaron. La Princesa no logra ganarse a los españoles: las encuestas,obstinadamente,la relegan a un lugar más cercano al Rey. En Zarzuela se intenta que Doña Letizia entre en razón,a veces con formas que a ella le disgustan.
La llegada al trono de Don Juan Carlos en 1975 fue todo menos sosegada. Doña Sofía lo vivió de primera mano durante los 13 años transcurridos desde su boda hasta la muerte de Franco. Para su hijo,siempre ha querido una carga menos pesada.