Víctor Cáceres quería tocar el violín,pero,como era muy grande,cuando llegó a la orquesta le dieron un violonchelo. Bueno,en realidad le dieron una lata de aceite para motores unida a un palo de madera sobre el que se sujetan cuatro cuerdas cada una de un color. Pero suena como un chelo. «Antes de entrar en la orquesta no hacía nada»,cuenta Víctor. «Estaba en mi casa y miraba cómo pasaba el tiempo. Gracias a este instrumento tuve una meta,que es ser músico. Empecé a estudiar y a hacer algo con mi vida».
Víctor ya tiene 21 años,pero cuando entró en la orquesta era un niño de poco más de 10 años,como lo son la mayoría de los músicos de la orquesta Cateura,bautizada con el mismo nombre del vertedero de Asunción (Paraguay) sobre el que viven los niños que la forman. «Muchos de ellos viven en casas que valen menos que un violín. Era imposible pensar en darle un instrumento de mayor valor,porque era una responsabilidad innecesaria en sus espaldas»,explica Favio Chávez,director de la orquesta e impulsor del proyecto que protagonizará,con el apoyo de Ecoembes,un concierto benéfico en la víspera de la llegada de los Reyes Magos en el Auditorio Nacional de Madrid. La recaudación se destinará íntegramente a la Fundación LandPhillarmonic (un juego de palabras en inglés entre vertedero y filarmónica) cuyo objetivo es llevar la iniciativa a otros lugares en situación de grave exclusión social.
«El peor lugar para formar una orquesta es el vertedero,¿no? Estos niños tenían ansiedad de aprender,como cualquier niño. Pero su condición social y familiar es totalmente distinta a la de niños de otro lugar»,cuanta el director antes de explicar el repertorio que interpretará la orquesta el próximo domingo: la Novena de Beethoven,la Serenata nocturna de Mozart,Yesterday,de los Beatles o La chica de Ipanema de Antonio Carlos Jobim y Vinícius de Moraes.
El trabajo infantil,una realidad
El conjunto musical que dirige Chávez no es habitual en ninguno de sus aspectos. Sus músicos son niños,sus instrumentos han sido construidos a partir de objetos encontrados en la basura,el objetivo principal de la orquesta no es la música y su director no es director de orquesta. «Sólo soy amante de la música y educador ambiental. Me licencié en Ecología Humana y comencé a trabajar en el vertedero de Cateura para enseñar a clasificar la basura a la comunidad que vive allí. Pero el proyecto fracasó y lo que siguió es la iniciativa que pusimos en marcha para sacar a los chicos de la situación de exclusión social en la que estaban»,dice Chávez.
Nicolás,uno de los miembros de la comunidad del vertedero de Cateura,les ayuda a encontrar y trabajar la parte más dura de los instrumentos -latas,metales e incluso radiografías- y los niños hacen la parte fina que talla en madera los puentes y clavijas. «Nuestros instrumentos no valen nada,son basura,pero funcionan como un instrumento,sólo que no se puede vender ni empeñar. Sólo tiene valor en las manos de alguien que lo toque,como hacen ellos»,cuenta Favio Chávez. Impulsar el reciclaje es sólo uno de los objetivos tangenciales del proyecto,lo principal es tratar de mejorar las condiciones de vida de una de las comunidades más marginales de Latinoamérica.
«En en veredero de Cateura los niños y jóvenes tienen una proyección de vida muy corta. El trabajo infantil es una realidad. Y las experiencias de maternidad infantil también se imponen en la comunidad,las niñas tienen hijos a muy corta edad»,dice Chávez. «La orquesta es una isla en la que ellos pueden aprender a proyectar su vida mucho más allá»,concluye.
Tania Vera tiene 16 años y apenas puede evitar ruborizarse cuando se le pregunta qué haría si no tiviese la música. «Estaría por ahí,por la calle,sin hacer nada»,dice. La mayoría de las niñas de su edad en el vertedero de Cateura ya han sido madres.