Afirmar que los partidos políticos y los políticos carecen de credibilidad y prestigio no parece nada novedoso,ya que desde hace mucho tiempo esta circunstancia se refleja en todas las encuestas en las que se les pide a los ciudadanos su impresión sobre este asunto. Sin embargo hemos de reconocer que la política es una de las más importantes herramientas para cambiar la realidad.
Las organizaciones políticas en la actualidad son verdaderas maquinarias para conseguir el voto de los ciudadanos y llegar al poder,que es el único objetivo que realmente interesa y persiguen todos los políticos. Por ese motivo cualquier medio lo consideran adecuado si les sirve para alcanzar la meta deseada. Los debates,las ideas,los principios,las creencias,los valores,etc,están totalmente ausentes. La vida interna de los partidos casi no existe.
En cambio,cuando se aproximan los periodos electorales es cuando realmente se movilizan porque es el momento en el que unos pretenden posicionarse bien en las listas,para continuar en el poder o para alcanzarlo,y otros buscar posibles cargos futuros o sacar alguna tajada provechosa. A veces,algunas personas novatas en estas cuestiones se interesan en formar parte de algún partido político con la sana intención de cambiar y mejorar determinados aspectos de la vida diaria de su pueblo o isla pero suelen ser devorados,ninguneados,aplastados o ignorados por los dinosaurios dirigentes,que son los que realmente manejan los hilos,acomodados y apoltronados en sus privilegios. El resultado suele ser la decepción,la resignación y el abandono.
Ante este panorama,en el que predominan las mezquindades,las puñaladas,las mediocridades,las triquiñuelas,la picaresca y la manipulación,en detrimento del trabajo en equipo y la suma de ideas,talentos,voluntades y propuestas,no es de extrañar que su credibilidad se arrastre por los suelos. Tendrían que materializarse muchos cambios,en las formas y en los hechos,para poder constatar que es posible otra manera de ejercer la política y superar este periodo de frustraciones,desilusiones y fracasos.
De momento no sólo no se perciben los cambios que nos indicarían la posibilidad de revertir esta vieja tendencia sino que nos espera un completo y atractivo programa de actos,fuegos de artificios incluidos,en los que destacarán payasos, trapecistas y,sobre todo,actores de pacotillas que pretenderán deslumbrarnos y distraernos,con sus politiquerías y charlatanerías habituales.
No perderé el tiempo en nombres,apellidos,logotipos o colores de partidos,ni me entusiasmaré ni me apasionaré por partidos o candidatos. Tampoco me preocuparé por buscar candidatos inteligentes,bondadosos y honrados porque muchos de ellos cuando alcanzan el dinero y el poder vuelven al redil y también se comportan como niños mimados y caprichosos con el poder. Es una cuestión de incentivos y,hoy por hoy,los políticos no tienen ningún incentivo que los lleve por ese camino correcto,salvo excepciones.
Hay dos ideas que me interesan más. La primera es que los gobernantes no son eternos; están de paso. Y la segunda es que los políticos son gente común y corriente,con sus imperfecciones y fallos. Ni más inteligentes ni mejores que el promedio de ciudadanos. De aquí deduzco que otorgar mucho poder a quien es,en esencia,imperfecto,puede resultar explosivo,peligroso y con muchos efectos secundarios. Por ese motivo son tan importantes los límites,los frenos o contrapesos que deben existir para que los políticos en general y los gobernantes en particular no se extralimiten en sus funciones. Como ellos son de poco fiar,y no están por la labor de auto-controlarse y censurarse, la otra alternativa consiste en que la sociedad civil recobre su libertad y su protagonismo aunque tampoco en este campo reina el optimismo porque lo que abunda es la indolencia de tanta gente ante las barbaridades cometidas por muchos políticos.
P.S.: En lo que a mí respecta,como medida inicial,descartaré toda lista que incluya a quien haya gobernado un máximo de ocho años. Será poca cosa pero por algo habrá que empezar.
Agulo,a 20 de marzo de 2011. Sebastián Hernández Vera.