Pedro García Cabrera: el encarcelamiento de un poeta que amó la libertad
El sábado 26 de abril se cumplirán ochenta años de la entrada en Fyffes de uno de los mayores poetas nacidos en Canarias en el siglo XX, Pedro García Cabrera. Entre sus paredes finalizó un recorrido de casi seis años por las cárceles franquistas en las que no dejó de escribir.

De niño los libros le habían abierto al mundo y soñó con cambiarlo. Con veinticinco años formó parte del grupo que impulsó la creación de Juventud Gomera, entidad que puso en marcha la innovadora publicación del decenario Altavoz, medio del que fue director, y desde donde denunciaron el caciquismo que asolaba la Isla en la que nació. Más tarde también dirigió medios como El Socialista o Rebelión, mientras crecía como poeta y ejerció en dos periodos como concejal en Santa Cruz de Tenerife. Sabía que la palabra escrita era un arma poderosa, capaz de derribar los muros más altos, igual que la alfabetización y la cultura. Pedro nunca dejó de fomentar la creación de medios dedicados a este fin, incluso en las condiciones más difíciles. Su impulso estuvo presente en la aparición de medios como Cartones o Gaceta de Arte, trabajando mano con mano con algunos de los mayores referentes de la poesía y el arte en Canarias.
La Comisaría de Investigación franquista dirá de él tras el golpe del 18 de julio que era “gran organizador y propagandista del marxismo”. Sin duda, era un intelectual, pero además una persona comprometida con la mejora de la sociedad, lo que lo hacía doblemente peligroso. La cultura la sentía como espacio de igualdad y de reivindicación de justicia y libertad, era parte de su compromiso vital. El mes de julio de 1936 lo había empezado en el escenario del Teatro Guimerá, tomando la palabra en un gran acto organizado por las Juventudes Socialistas, “contra la guerra y el fascio”, justo lo que llegó catorce días después.
La misma jornada en la que los militares golpistas y sus aliados acababan con las instituciones democráticas detuvieron a Pedro. Él, que en ese momento era concejal y teniente alcalde en el Ayuntamiento de la capital en el gobierno de José Carlos Schwartz, último alcalde republicano, había pedido quince días para descansar. Estaba en La Laguna, en casa de su tía, Consolación García Sánchez, leyendo y escribiendo poemas en cuartillas. Allí es donde los franquistas fueron a buscarlo, llevándolo al cuartel de ingenieros de la lagunera Plaza del Cristo. El 28 de julio escribió a su madre, la avisaba de que lo iban a trasladar a los barcos prisión del muelle de Santa Cruz de Tenerife.
Los barcos, muchos entregados por los exportadores plataneros a los fascistas para habilitar cárceles provisionales, se convirtieron en el llamado «Archipiélago fantasma». A él lo ingresaron en el vapor Gomera. Su hermano Carmelo, que sería uno de los biólogos marinos más destacados de Canarias, también había sido detenido por sus ideales políticos.
Dentro de esas naves malvivían cientos de hombres, militantes de las distintas organizaciones de izquierda. En el vientre de esas embarcaciones, a pesar del miedo a ser desaparecidos y de la constante vigilancia, lograron articular redes de solidaridad y resistencia. Allí compartían las escasas noticias que llegaban del exterior, los pocos alimentos que recibían, algunas lecturas y hasta se impartían clases. Incluso llegaron a realizar periódicos clandestinos, hechos a mano y leídos con enorme cuidado. En el Gomera fue llamado Rataplán, del que milagrosamente lograron hacer diecisiete números. Allí tuvieron que afrontar el miedo constante, no solo por la pérdida de la libertad, sabían que noche tras noche se llevaban hombres de los que nunca más se volvía a saber nada.
A las pocas semanas llegaron los falangistas a rapar a los presos entre risas y fiestas. Poco después les comunicaron una lista de 38 nombres que debía ser trasladados a otro de los barcos, el Adeje. Desde ese lugar fueron subidos al vapor Viera y Clavijo para ser deportados a Villa Cisneros, en el actual Sahara Occidental. Eran una lista de políticos, intelectuales, sindicalistas y activistas considerados especialmente peligrosos. Pensaron que no saldrían con vida de ese inhóspito lugar, pero ocurrió un milagro. Los presos, junto a algunos jóvenes canarios que hacían el servicio militar en ese destino, muchos de ellos hijos de jornaleros, se organizaron y lograron liberarse. Como cuenta magníficamente bien José Manuel Hernández, en su libro dedicado a la fuga, presos, soldados y algunos marineros del Viera y Clavijo lograron llegar a Dakar y desde allí, incorporarse al esfuerzo bélico de la República española.
Pedro García Cabrera fue designado para formar parte del Servicio de Información Militar del Ejército del Sur, en Baza, Granada. Allí sufrió un terrible accidente de circulación que casi le cuesta la vida y lo dejó hospitalizado hasta casi el final de la Guerra. Gracias a esa experiencia conoció a la cordobesa Matilde Torres Marichal, enfermera republicana con la que compartió el resto de su existencia.
Aunque había tratado de alcanzar el exilio por Cartagena, el 29 de marzo de 1939 fue apresado y llevado a la Prisión de Baza, donde el deterioro de su salud casi le cuesta la vida. Allí acabó los poemas para su libro, Romancero cautivo, que había iniciado en Villa Cisneros y continuado en Dakar. El nombre inicial con el que quería llamar a ese libro había sido «Con el puño en alto», aunque le fue imposible bautizarlo de esa manera. En las cartas de esa época manifestaba su dolor por la sequía intelectual que vivía, entre la guerra y la cárcel.
El recorrido por las prisiones continuó. El 24 de julio de 1942 lo llevaron a la Prisión Provincial de Granada, donde permanece otros dos años. El 21 de diciembre de 1944 se decretó su libertad, aunque apenas la puede disfrutar. Decide reunirse con Matilde en Madrid, donde residía. El 24 de enero de 1945 fue detenido nuevamente, reclamado por su fuga de Villa Cisneros. Lo trasladan a la Prisión de Carabanchel, en la que el 20 de febrero el Capitán General de Canarias, Francisco García-Escamez, lo reclama para procesarlo por su participación en la fuga de Villa Cisneros.

En una cuerda de presos fue trasladado a Tenerife. El 26 de abril de 1945 ingresó en el depósito de Costa Sur (Fyffes), siendo procesado por el Juzgado Militar en septiembre de 1945, donde, aunque el ministerio fiscal solicitó pena de muerte, afortunadamente recibió el indulto el 9 de octubre. Tuvo suerte, solo cinco años antes habían fusilado en Tenerife a otros compañeros de esa fuga. Es más que posible que el contexto internacional le ayudara enormemente. Tras la derrota de Hitler y Mussolini, a España le interesaba reducir su imagen de cruel dictadura aliada del fascismo. Da un escalofrío pensar en todos los libros y poemas que hoy no tendríamos si el deseo de la Fiscalía se hubiera cumplido, si García Cabrera se hubiera sumado a la larga lista autores que la violencia ultra barrió en esos años.
Pedro había estado casi siete años de penal en penal, comunicándose con el exterior a través de cartas y con escasas oportunidades de cubrir sus aspiraciones intelectuales. Había conocido la suerte de amigos y compañeros desaparecidos, como el poeta Domingo López Torres, el abogado José Carlos Schwartz o el dibujante, Luis Ortiz Rosales. Puesto en libertad vigilada, con una orden de destierro a Tacoronte, tenía claro que viviría una sociedad bien distinta a la que había conocido. Tuvo que adaptarse a esa nueva realidad vital y política, volver a una normalidad que ya no era normal. En 1948 se casó con Marisa y al año siguiente trató de retomar el tiempo perdido con Gaceta de Arte. Junto a otros represaliados supervivientes del equipo original, como Domingo Pérez Minik y Eduardo Westerdahl, consiguió producir un único número. Después vendrían más experimentos que trataban de lograr reverdecer el espacio de resistencia cultural previo a la Guerra, como la Gaceta semanal de las artes o Gánigo.
Su existencia fluyó tratando de ocupar los espacios que el régimen le permitía, intentando inyectar aire a las pequeñas burbujas de libertad que formaban las sociedades del arte y la cultura. Todavía en 1969 las autoridades franquistas impidieron que la sección de literatura del Círculo de Bellas Artes le rindiera un justo homenaje. A pesar de eso logró editar nuevos poemarios y su voz creció como referente indudable de varias generaciones. Los guiños a la libertad fueron recurrentes. En mi biblioteca conservo un ejemplar de su obra Entre 4 paredes, que dedicó a mi abuelo “con amistad y libertad de expresión”. Aunque la esperanza lo mantenía, Pedro no pudo disfrutar demasiado de su añorada libertad. Con la muerte del dictador fue una figura destacada del socialismo, que incluso lo propuso como senador por La Gomera en 1977. El miedo no le había quebrado sus sueños de cambio. Hasta una Isla donde poco cambió en lo político, tuvo que reconocerle el mérito de su tarea, recibiendo la medalla de oro de Tenerife pocos días antes de su muerte, en marzo de 1981. Murió como vivió, como en su poema “A voz en cuello”, amando la libertad.
Este verano se cumplirán 120 años de su nacimiento. La casa donde nació en Vallehermoso, comprada con dinero público en 2008, no sé si conseguirá volver a la vida para ese día. Tampoco creo que el sábado o el día del libro se recuerde demasiado que el poeta que alumbró a tantas generaciones pagó su atrevimiento con demasiados años de cárcel, mientras los verdugos disfrutaron de honores y beneficios hasta el final de sus días.
Fuentes utilizadas
– Amado Santana. Esteban. Pedro García Cabrera. En torno a una existencia poética. Aula de Cultura de Tenerife. 1985.
– Castro Morales, Federico ( coord. ). Islas raíces: Visiones insulares de la vanguardia de Canarias. Fundación Pedro García Cabrera. 2005
– El Eco de Canarias. 21 de marzo de 1981 p5
– La Prensa. 2 de julio de 1936 p2
– Gaceta de Tenerife. 9 de julio de 1936 p5
– Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Expediente del proceso de Responsabilidades Políticas contra los concejales del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.
Rubens Ascanio Gómez. Licenciado en Historia por la Universidad de La Laguna