Montserrat Cano

“Y así es como muere la libertad, con un estruendoso aplauso”. Esa es la frase que George Lucas hace pronunciar a la senadora Padme Amidala en La venganza de los Sith, una película mucho más inteligente y menos inocente de lo que puede parecer. Pero, todos lo sabemos, la realidad es muy capaz de superar a cualquier ficción o a la fábula más elaborada, y hoy nuestro mundo neocapitalista, extraconsumista, hiperdesinformado, satisfecho, irresponsable, conformista y belicoso acaba de asesinar alegremente a la poca esperanza que nos quedaba de construir una sociedad mínimamente justa y racional. Así, con el aplauso internacional, se ha consagrado la ley del más fuerte y del más rico como guía de conducta para el futuro.

Ese supuesto acuerdo de paz para Gaza es una rendición incondicional de quien nada tiene ante quien lo tiene todo. ¿Qué puede ofrecer el pueblo palestino en el mercado mundial? Nada, porque una reivindicación histórica es una mercancía más molesta que valiosa. ¿Qué tiene Israel? El apoyo de los grupos de presión sionista, de las corporaciones armamentísticas, de una Europa que pretende lavar su mala conciencia de siglos apoyando la infamia y la mentira. Los gobiernos y los medios de comunicación pagados por los consorcios saqueadores y los lobbys sionistas celebran el fin de los bombardeos y los asesinatos asegurándonos que el genocidio ha terminado y que un ser infrahumano como Trump o un criminal de Guerra como Blair pueden garantizar la paz. Pero eso que ellos llaman paz es la sumisión absoluta a los deseos de Israel y la esclavitud de la población palestina.

De momento, el asesino Netanyahu ya ha anunciado que no existe la posibilidad de un estado palestino y que Israel alcanzará todos los objetivos de la guerra. Es decir, que el genocidio en Gaza -porque eso nunca ha sido una guerra- concluirá cuando Israel conquiste definitivamente la franja y pueda continuar libremente con su política de reducción del territorio de Cisjordania.

En un alarde de cinismo, los mismos que durante dos años han intentado ocultar la barbarie del ejército israelí, incluso asesinando a periodistas cuando se ha considerado necesario, ahora se apresuran a hacernos llegar noticias acerca de las rivalidades entre Hamas y otros grupos y del riesgo de una guerra civil en Gaza, una catástrofe que, por supuesto, solo Israel y sus aliados pueden evitar.

Es probable que las grandes matanzas hayan terminado, sí. Había muchos muertos, muchas ruinas, muchas protestas en varios países, y eso es desagradable, no hace bonito. Es más elegante y más tranquilizador hablar mucho de prosperidad y un poquito de paz. Lo que tienen los genocidios, al igual que las guerras, es que en algún momento tienen que acabar. En la actualidad, estas cosas terminan cuando el negocio de la destrucción deja de ser rentable y da paso al de la reconstrucción. El bochornoso plan aceptado por la comunidad internacional y por las instituciones que debieran velar por la verdadera paz propugna una Gaza floreciente, un paraíso para las finanzas mundiales en el que las grandes empresas, y los gobiernos títeres que las representan, puedan impunemente decidir a qué país arruinan o colonizan.

Poco a poco dejarán de ser noticia los niños muertos de hambre, los hospitales bombardeados o las personas sin hogar, y la ciudadanía bienpensante vivirá más sosegada. Luego dirán que Hamas y la Autoridad Palestina no son capaces de mantener el orden en Gaza ni en Cisjordania, y la ciudadanía desinformada comprenderá la necesidad de acabar con grupos terroristas. Y por último, veremos imágenes de edificios y carreteras en construcción y la ciudadanía razonable se alegrará de que haya trabajo para la población palestina. Lo que seguramente no nos mostrarán será la lista de empresas que se lucrarán con esa recuperación ni las condiciones de vida de los palestinos, sometidos a otro genocidio de baja intensidad, pero esos son pequeños detalles sin importancia comparados con los dos últimos años de crímenes descarados y los setenta y siete de invasión.

En los últimos tiempos del franquismo, cuando el dictador presumía de los años de paz, decíamos que la ausencia de guerra no es lo mismo que la paz. El futuro del pueblo palestino se presenta muy poco pacífico en el verdadero sentido del término. Pero ahora, aplaudamos, aplaudamos mucho, dediquemos una gran ovación a quienes nos han explicado claramente que el mundo no tiene ningún interés en aplicar la justicia y sigue gobernado por quien tiene poder y dinero para ser poderoso, como siempre. Aplaudamos porque, de momento, nosotros podemos seguir viviendo tranquilos.

Montserrat Cano