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Derrota moral

*Montserrat Cano.- Las batallas y las causas pueden ganarse o perderse, pero una derrota moral es un fracaso de la humanidad entera.

Aunque la parte más visible y dolorosa de lo que está haciendo Israel es el genocidio de la población palestina en Gaza, sus acciones van mucho más allá y son todavía peores, aunque esto pueda parecer imposible. Israel ha declarado la guerra a los Derechos Humanos, al Derecho Internacional, al respeto debido a las fronteras establecidas y a la soberanía de los estados y, en fin, al más elemental sentido de la coexistencia, a ese mínimo respeto a los demás que es el fundamento de la vida en sociedad.

Los ataques a Gaza, a Irán, a Líbano, a Siria y ahora a Qatar son agresiones directas, no solo a los países afectados, sino a todos los del mundo, a todas y cada una de las personas que habitamos el planeta, porque demuestran hasta qué punto un Estado se siente con derecho a hacer lo que quiera sin tener en cuenta a nadie ni a nada. Pero hay algo aún peor: el descaro con que se atreve a desafiar a la comunidad internacional y la impunidad con que lo hace, en la seguridad, desgraciadamente confirmada una y otra vez, de que nadie pondrá freno a su indecencia.

En los últimos meses, una parte de la sociedad civil mundial (una parte todavía desgraciadamente pequeña) ha alzado su voz para exigir a sus respectivos gobiernos que impidan a Israel continuar con su intolerable política genocida y sus intervenciones criminales en otros estados. Algunos gobiernos, con el español a la cabeza, han anunciado medidas encaminadas a frenar a Israel que abren una pequeña puerta a la esperanza pero que son claramente insuficientes. Recordemos que, al contrario de lo que ocurre entre Ucrania y Rusia, esto no es una guerra, no hay dos ejércitos enfrentados, sino una enorme maquinaria militar y estratégica que pretende acabar con todo un pueblo. Sin embargo, mientras que a Rusia se le han aplicado sanciones de todo tipo, ninguna, ni material ni simbólica, se ha impuesto a Israel.

Una derrota moral es la consecuencia de otra derrota moral anterior y el precedente de una futura. El mundo miró a otro lado mientras se perpetraba el genocidio judío (judío no es lo mismo que sionista o israelí por mucho que sionistas e israelíes se empeñen en asimilarlo). Aceptó que Europa limpiara su conciencia propiciando la creación de un nuevo estado en territorios donde desde hacía siglos habitaba otra población y permitiendo que el movimiento sionista creciera. Permitió que EE.UU se instituyera en hacedor todopoderoso del orden mundial y que, desde 1945 hasta la fecha, invadiera Corea, Vietnam, Afganistán, Libia, Irak y Granada, e interviniera militarmente o a través de derrocamientos o apoyos estratégicos en África, Asía y América. En Europa, la influencia estadounidense es tan evidente que requeriría un análisis imposible en estas líneas. Podríamos citar, claro está, infinidad de guerras, agresiones y horrores cometidos por tantos estados del mundo que llenarían páginas. Todos y cada uno de estos hechos han sido victorias de la ambición, del egoísmo, de la comodidad, de la ignorancia, de lo peor que anida en el ser humano.

Pero cada generación y cada persona en responsable solo de que ocurre en su época y en su entorno. Ahora, si consentimos que Israel alcance sus fines y extermine o esclavice aún más al pueblo palestino, si la comunidad mundial continúa permitiendo agresiones a otros estados y a personas que habitan en ellos, si la fuerza se constituye en el único elemento de las relaciones internacionales y humanas, si a través de las instituciones creadas para establecer un orden basado en acuerdos no somos capaces de impedir el terror y la vileza practicados por Israel con la explícita complicidad de EE.UU., tendremos que avergonzarnos de haberlo permitido, de haber dado un pésimo ejemplo y de haber sembrado la inmoralidad en las generaciones futuras.

Las personas que imaginamos un mundo mínimamente justo y habitable tenemos que alzar la voz para que quienes pueden decidir en nuestro nombre lo hagan como les exigimos, para que nos escuchen y nos tengan en cuenta, para que recuerden que somos nosotros con nuestros votos, y nos las grandes corporaciones con sus presiones, quienes les hemos dado la oportunidad de gobernar.

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