Montserrat Cano

No tengo familiares en edad escolar pero soy vecina de Vallehermoso y, como tal, me preocupa la propuesta de la Dirección General de Centros, Infraestructuras y Promoción Educativa de implantar un grupo mixto en Primer y Segundo curso de ESO en el CEO en Vallehermoso.

Hace poco tiempo el alcalde esta localidad afirmaba en una entrevista, y creo que con razón, que este es un pueblo pequeño pero no un pueblo vaciado. Me parece que todos los habitantes de Vallehermoso deseamos que esto siga siendo así, pero medidas como la que afecta al CEO van, precisamente, en el sentido contrario.

La calidad de la enseñanza y las facilidades para que se dé en las mejores condiciones son dos de las principales razones para que una población sea habitable, sobre todo para que las familias jóvenes sigan viviendo en ella. Todos sabemos que los municipios enclavados en zonas rurales se enfrentan al riesgo de una despoblación aún mayor que la que ya padecen, y conocemos también la importancia de ofrecer servicios que no solo impidan la emigración a ciudades más grandes sino que atraigan a nuevos grupos.

La existencia de un pueblo pequeño es hoy en día una maquinaria frágil en la que el deterioro de una de sus piezas puede ser el detonante de un daño irreversible. La enseñanza es una de esas piezas -una fundamental- y de ningún modo puede depender exclusivamente de criterios numéricos y económicos. Muy al contrario, ha de ser el motor de dinamización y crecimiento de la comunidad. Es posible que a la vista de una cierta normativa esté justificada la medida de la que hablamos, pero las normas no tienen sentido si no se adaptan a la realidad y sirven para mejorarla. Y si algún criterio económico hubiera de aplicarse debería ser el de invertir más donde más se necesita, nunca el de abandonar a un grupo solo porque es minoritario.

En Vallehermoso se han realizado y se están realizando obras importantes, con grandes presupuestos, y existen infraestructuras más que suficientes para convertir al municipio en un lugar de gran interés turístico, una de las fuentes de prosperidad en el momento actual, al tiempo que existe una demanda social para recuperar agricultura y comercio. Pero todo esto puede ser inútil si, por razones contrarias al verdadero progreso económico, nos convertimos en un pueblo donde, si hay menos profesores, la calidad de la enseñanza disminuye; en un pueblo sin familias jóvenes porque la buena educación la reciben sus hijos en otro lugar;  en un pueblo donde las personas mayores -que son muchas y seremos más- no pueden quedarse aunque quieran porque no hay gente joven para cuidarlas; en un pueblo que recibe visitante durante apenas unas horas porque no hay negocios abiertos y se convierte luego en un sitio desierto; en fin, en un pueblo vaciado.

Me consta que la Comunidad Escolar, el Ayuntamiento y otras instituciones están esforzándose para que esta propuesta no se haga realidad. Espero que los responsables de implantarla sean conscientes del daño que pueden ocasionar y tomen en consideración elementos mucho más importantes que los meramente numéricos. La enseñanza puede parecer un eslabón pequeño en la cadena de factores que constituyen un pueblo vivo pero es una anilla que une y arraiga, que crea futuro. De esta decisión, aparentemente pequeña, también depende la clase de futuro que espera a Vallehermoso.