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Adiós a Ángel Suárez: El hijo del Telemaco

Carlos Jesús Pérez Simancas

Ángel Suárez, Foto Planetacanario.com

Por Carlos Jesús Pérez Simancas.- En un rincón de la hermosa isla de La Gomera, nació un hombre cuya vida y obra quedaron marcadas por la valentía, la perseverancia y la solidaridad. Ángel Suárez Padilla, hijo del intrépido timonel del Telémaco, se convirtió en un testigo viviente de una odisea marítima que cambió su destino y dejó una huella imborrable en su espíritu. Hoy, mientras nos despedimos de este notable gomero, recordamos su legado y su mensaje de compasión hacia aquellos que buscan un nuevo hogar en nuestras costas.

La historia de Ángel Suárez se entrelaza con la valentía y la adversidad. A la tierna edad de 7 años, presenció cómo su padre, Cristóbal Suárez Vera, asumió el papel de timonel en aquel fatídico viaje hacia América. A bordo del Telémaco, una embarcación clandestina que transportaba a 170 hombres y una mujer, se enfrentaron a dos terribles temporales en medio del océano Atlántico. Cristóbal, decidido y valiente, se ató al timón, soportando el embate de las olas y los vientos furiosos para mantener el rumbo.

En aquella travesía plagada de incertidumbre y desesperanza, Ángel fue testigo de la resiliencia y la solidaridad humana. El Telémaco quedó a la deriva, perdiendo agua y comida, mientras los emigrantes canarios luchaban contra el hambre y la sed. Sin embargo, gracias a la ayuda de los descendientes de esclavos en Martinica, lograron sobrevivir. Ángel recopiló meticulosamente cada detalle de aquel viaje en su libro «Telémaco, el último viaje», llevando consigo la memoria de aquellos hombres y mujeres que encontraron esperanza en tierras lejanas.

Presentación del libro sobre el Telémaco en el Parlamento de Canarias
En su relato, Ángel destacó el papel crucial de su padre, quien se aferró al timón para proteger a sus compañeros de la furia del mar. También resaltó el coraje de Teresa García Arteaga, la única mujer a bordo, cuya valentía inspiró a los demás. Ángel nos enseñó a valorar la fortaleza y el sacrificio de aquellos que se enfrentan a la adversidad con esperanza y determinación.
Pero el relato de Ángel Suárez no se limita a la odisea del Telémaco. Él, con su mirada compasiva y su espíritu solidario, nos dejó un mensaje claro y oportuno. Ante la llegada de inmigrantes en pateras y cayucos a nuestras costas, Ángel nos instó a recibirlos al menos con cariño. Recordó cómo los descendientes de esclavos en Martinica, a pesar de su propia pobreza, tendieron la mano a aquellos canarios necesitados de ayuda.
En un mundo cada vez más dividido, Ángel Suárez nos recordó la importancia de la empatía y la comprensión. Su experiencia personal le permitió entender las esperanzas y los sueños que impulsan a aquellos que abandonan sus hogares en busca de un futuro mejor. Nos recordó que nuestros antepasados canarios también emigraron, buscando oportunidades en tierras lejanas como Venezuela. El mismo espíritu de búsqueda y superación anima a aquellos que hoy llegan a nuestras costas.
Hoy, mientras decimos adiós a este gomero que abrazó la humanidad en todas sus facetas, debemos recordar su legado. Ángel Suárez nos deja el mensaje de acoger con cariño y compasión a los que llegan a nuestras costas, recordando que todos somos seres humanos en busca de un lugar al que llamar hogar. Sigamos su ejemplo y mantengamos vivo su espíritu de solidaridad, recordando siempre que el amor y la empatía son las bases de una sociedad más justa y humana. Adiós, Ángel Suárez, tu luz brillará siempre en nuestros corazones.
Nota: Recordaré aquellas conversaciones hasta la madrugada en la radio de mi abuelo. Fui un privilegiado por participar de aquellas tertulias.
Gracias por leerme,
Carlos Jesús Pérez Simancas
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