Benjamín Trujillo
¡Ay, Benjamín!…ay…quién nos lo iba a decir…que nuestra despedida iba a ser así, sin palabras. Sin un abrazo. Sin unas risas.  ¡Ay, Benjamín!… que todavía no me lo creo. No concibo La Gomera sin ti, sin tu compañía, sin tus consejos, sin nuestras discusiones acaloradas sobre política, sin pasear por el pueblo mientras todo el mundo te saluda. Y nuestras risas de venganza. No concibo la literatura sin ti. Sin tus relatos sobre el costumbrismo cotidiano, con tu punto de vista único, irreverente a veces, melancólico siempre.
Te conocí en un momento mágico de esta isla, esta isla que me arropa, y junto a ti al grupo de buenos amigos que mantengo en La Gomera. Nos hemos quedado planchados, en silencio. Nada voy a descubrir a los que tanto te han querido siempre, pero el faro que siempre fuiste ha dejado de emitir luz, nos quedamos a oscuras, Benjamín.
Amigo del alma, cuántas veces hablamos de la vida, de la muerte, del amor, del odio, del rencor, de la amistad, de la pena, del perdón,…cuántas. Me conoces casi mejor que yo misma.
Vuelves a la isla que te vio nacer arrullado por las olas, impulsado por la brisa que baja del Cedro, del Garajonay, ese lugar mágico donde habitan los secretos.
Vuelves como el poeta que eres, con el alma libre para reencontrarnos una vez más y poder leerte este último poema que he escrito, a ver si te gusta.
Laurisílbame
Pero bajito. Que no se entere nadie.
Laurisílbame entre las hojas de los dedos
Con la raíz en el suelo.
¿Lo oyes? Es el frío.
Laurisílbame la bruma y atraviésame de frente como si nada…
Oscurece en la cumbre de mi pelo, alguien laurisilba a lo lejos.
Y la noche se abalanza gritando y acuchillando el aire.
Es la última alma que entra en el parque
Laurisilbando sin miedo…
laurisilbando en secreto…
laurisilbando en silencio…
Ay…Benjamín.
Luz Belinda