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Las circunstancias sanitarias que venimos viviendo en los tiempos recientes han provocado cambios profundos en muchas facetas de la sociedad, desde el empleo hasta el entretenimiento, pasando por las relaciones sociales, la comunicación o la mentalidad de la gente con respecto a las formas de vida. El teletrabajo es uno de los fenómenos que pone de manifiesto de manera más clara ese cambio de tendencia hacia un futuro diferente. Un futuro mucho más digital, diverso, adaptativo y flexible. De ser una figura residual en el mundo empresarial, el trabajo remoto —en sus diversas formas— ha pasado a convertirse en una solución cada vez más generalizada y eficiente en los tiempos que corren. Esta nueva modalidad de empleo abre la puerta a poder vivir de forma mucho más descentralizada, es decir, a distancia, lejos del centro de trabajo, que, como todos sabemos, antes suponía un grillete en términos de movilidad, desplazamientos y traslados.

Esta situación supone una ventana de exploración para decenas de profesionales que ven con buenos ojos esa vida descentralizada, distanciada de sus lugares de origen o de trabajo, e incluso, en algunos casos, itinerante (como ocurre en el caso, por ejemplo, de los nómadas digitales o los viajeros perpetuos que pueden acceder a su trabajo simplemente usando una VPN, como ExpressVPN). Pero también es una oportunidad para muchos lugares que, aquejados de falta de visitantes o, en su caso, de un turismo excesivamente estacional, ven en estas nuevas vertientes laborales una vía muy interesante para atraer talento nacional e internacional y dinamizar de ese modo sus regiones. Y es que la pandemia y el teletrabajo están contribuyendo de forma más que notable a un reequilibrio demográfico que se estaba haciendo cada vez más necesario. Con ciudades cada vez más densamente pobladas y desequilibrios económicos cada vez más notables entre regiones, estas nuevas realidades se presentan como una solución real para atenuar las consecuencias negativas, por un lado, de la reducción de motores económicos azotados por las restricciones sanitarias (el caso del turismo, por ejemplo), como para estimular regiones con menor dinamismo que los grandes centros urbanos.

Uno de los enclaves que más se están beneficiando de todo esto que hablamos son las Islas Canarias, y más concretamente la isla de La Gomera. Tanto el impulso que están dando las autoridades a programas y proyectos que favorecen la llegada del tipo de visitantes que posibilita el trabajo remoto, como los atractivos que la isla posee ya de por sí, la están convirtiendo en un destino ideal para aquellos que quieran lanzarse a la aventura de una vida diferente. Con un clima envidiable todo el año, algunas de las playas más salvajes de nuestro país, valles pintorescos y auténticos, espacios naturales protegidos con bosques autóctonos milenarios, una red de miradores para quitar el hipo, una tierra rica en productos locales que da lugar a una gastronomía sabrosa y saludable, un ambiente relajado y tranquilo, y una larga lista más de atractivos, La Gomera es un auténtico paraíso del que cada vez más teletrabajadores se están haciendo eco.

Ante esta gran oportunidad para la isla, surgen también una serie de retos, tanto desde el punto de vista del mantenimiento de la armonía y el equilibrio en la isla, como desde el punto de la oferta de los servicios y las infraestructuras necesarias para que los profesionales digitales puedan desempeñar sus tareas adecuadamente. La conectividad es en este sentido un factor central; como lo es también la aparición de espacios adaptados a esas nuevas necesidades (espacios de coworking, cafeterías con espacios de trabajo, centros de formación en nuevas tecnologías, espacios de encuentro, etc.). ¿Estará La Gomera a la altura de esos retos? Solo el tiempo lo dirá, pero la base para convertirse en un destino de referencia, como su tierra, es propicia y fértil.