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Dice un proverbio árabe que ni con mil ratones se puede hacer un camello ni con diez mil mentiras se puede construir una verdad. Los que lanzan hoy las mayores y más ácidas críticas sobre el Gobierno de Canarias se olvidan de un detalle sustancial. Uno que lo cambia todo. Jamás, en la reciente historia de las islas, un equipo de mujeres y hombres se había enfrentado a una calamidad tan extrema como la que hemos afrontado en este último año y medio en el archipiélago.

Nos hemos olvidado que entre que apareció el primer caso de coronavirus en la isla de La Gomera hasta hoy, la reacción de las instituciones canarias ha sido simplemente admirable. Desde el papel de los trabajadores del sistema de salud, algunos de cuyos expertos son ya referencia a nivel nacional, hasta las decisiones difíciles tomadas en momentos de máxima dificultad, por el propio Gobierno. Nos hemos olvidado de cuántas vidas hemos salvado. De cuántas decisiones difíciles se han tomado. De cuántas personas hemos ayudado a regresar a sus países, cuando la pandemia aisló a miles de turistas en las islas. Y todo lo hemos hecho de manera extraordinaria.

Es verdad, y he sido de los primeros en denunciarlo, que la sensibilidad del Gobierno de España con Canarias no ha sido la que esperábamos. Nuestras islas habrían necesitado de un plan de rescate del sector turístico —junto al de Baleares— al ser un territorio cuyo modo de vida depende de forma casi exclusiva de un sector económico que resultó destrozado por la pandemia. No ha sido así. El Ministerio de Turismo no sacó adelante un plan de ayudas intenso y suficiente para un sector que movía 16 mil millones de euros en venta de servicios turísticos, que simplemente se esfumaron de la noche a la mañana.

Nadie, absolutamente nadie, tiene la solución para la crisis económica brutal que están padeciendo las islas. El Gobierno de Canarias, con las herramientas a su alcance, con la exigencia de solidaridad del Estado como bandera, ha articulado un procedimiento extraordinario de ayudas a las pequeñas y medianas empresas y autónomos que superará a finales de año los mil trescientos millones de euros. Sabemos que no existe nada que pueda sustituir a la actividad económica, que es la que genera riqueza y empleo, pero nos hemos empeñado en mantener vivo a nuestro tejido productivo en tanto en cuanto acaba el proceso de vacunación y la vida económica pueda regresar lentamente a una nueva normalidad.

He dicho —y lo repito— que no estoy satisfecho. Que el compromiso social de un pacto de izquierdas implica que todos sus esfuerzos se vuelquen en aquellos que peor lo pasan. En las familias que apenas pueden llegar a fin de mes. En los ciudadanos que han perdido sus ingresos y han caído en la pobreza. Y pese a todos los esfuerzos que ha realizado este Gobierno, en mi partido, no estamos satisfechos. Por eso queremos dar una vuelta de tuerca y promover una apuesta aún mayor y más decidida por los servicios públicos y por la atención a los más desfavorecidos. No nos podemos permitir que haya familias en las colas del hambre y que no existan recursos en los bancos de alimentos. No podemos consentir que no hayan funcionado los sistemas del escudo social del Estado —el IMV— que apenas ha funcionado en Canarias. Tenemos que activar la economía pero al mismo tiempo debemos salvar a los que están a punto de ahogarse en la pobreza. Son los retos del mañana y del ahora.

Hay que hablar mucho menos y trabajar muchísimo más. Hay que estar menos pendientes de los titulares de los medios y más de las palabras en voz baja de la gente en la calle. Hay que estar más con la gente y menos en los despachos. Hay que regresar a aquel sitio de donde venimos, que es el pueblo de estas islas, que es por el que estamos donde estamos.

La buena política es hoy más necesaria que nunca. Y la mala sobra más que siempre. Los que en vez de corazón tienen una urna traicionan al pueblo de Canarias y a sus intereses. Y ojo, que eso puede pasarle a los que gobiernan, pero también a los que hacen oposición.

No estamos en un tiempo de egoísmos personales, sino de grandeza. Canarias necesita de todos para superar los momentos más negros que ha vivido su sociedad y su economía. Y todos, absolutamente todos, somos necesarios para empujar en la misma dirección y sacar el carro del agujero negro en el que está metido.

Algunos han querido ver en algunas recientes palabras lo que no existe. No es el tiempo de maniobras políticas. No es el momento de la debilidad. No es la hora de ajustar cuentas y de hacer cálculos de poder. Hoy y ahora solo cabe trabajar unidos en un mismo fin. Lo único que he querido decir muy alto y muy claro es que nosotros trabajamos por y para la gente. Que no existe otro propósito. Ni otro objetivo. Y que si alguien no está en esa lucha, no estará de nuestro mismo lado.