Las patronales, los turoperadores, las aerolíneas, los establecimientos hoteleros, los comerciantes, en fin…el sector turístico en general, pide a gritos auxilio para que sean rescatados de esta tempestad, que lejos de aminorar, esta semana volvió a sufrir un nuevo episodio de temporal, tras la decisión de Reino Unido de excluir de su lista de corredores seguros a Canarias.

Este jueves nos despertamos algo más tranquilos con la aprobación de los test de detección de antígenos, una medida oportuna positiva y muy demandada por el sector, por la que no podíamos esperar más, pero nos fuimos a la cama muy preocupados por la noticia que nos llegaba del país galo al colocar a las Islas en su lista negra.

Esta situación pone en jaque una vez más al turismo y a la economía canaria. Nuestro PIB, que se alimenta en un 37% de esta actividad, no podrá soportar mucho más tiempo esta paralización y no podemos asistir a esta debacle de brazos cruzados. El Estado debe comprender nuestra realidad canaria, nuestras singularidades y especificidades, ya que lejos de vivir como reyes, tal y como piensan algunos, soportamos las tasas más altas de paro y de pobreza del país.

Una vez más, aprovecho estas líneas para pedir sensibilidad al Ejecutivo central. Necesitamos un apoyo real que motive la puesta en marcha de un plan estratégico de inversión para rescatar al sector turístico y con este, al desarrollo productivo de las Islas. Y mientras tanto, desde el Gobierno canario no cesamos en nuestro empeño para ser escuchados a través de las reuniones que se precisen, ya sea con otras comunidades, así como con nuestro homónimo a nivel nacional.

Estoy seguro que todo este esfuerzo dará lugar al entendimiento de ambas partes y podremos contar con el respaldo que Canarias merece. Un esfuerzo que también debe afrontar la población canaria, y en especial, Tenerife, la isla que mayor índice de contagios acumula en este último mes, rebasando los 10.000. Este aumento en la incidencia demuestra a todas luces que algo está fallando, y que no nos podemos relajar. Se avecinan fechas navideñas, reuniones familiares y compartir el turrón en la mesa, por lo que tenemos que ser exquisitamente rigurosos a la hora de cumplir las normas para no contravenir las nuevas medidas sanitarias.

De sobra es conocido por todos que el ser humano es sociable por naturaleza. Esta necesidad inherente adquiere mayor relevancia si cabe en estos tiempos difíciles que ha traído la pandemia, en los que hemos tenido que hacer muchos sacrificios para aislarnos y evitar el contacto con nuestra familia, amigos y con los allegados, una palabra que últimamente está muy en boca de todos.

No tiremos por la borda todo el trabajo hecho hasta ahora. Seguimos siendo los responsables de reducir el riesgo de contagio y tenemos en nuestras manos la posibilidad de contribuir a ponerle freno. Todas las esperanzas están puestas en la llegada de las vacunas a España pero hasta que eso no ocurra, la mejor vacuna sigue siendo la responsabilidad individual.

El virus, desgraciadamente, no se irá tan pronto y mientras tanto, debemos hacer uso de todos los mecanismos que estén a nuestro alcance para lograr una mayor seguridad sanitaria, sin que ello suponga echar el cerrojo a las Islas. Tenemos que aprender a convivir con él, ya que la protección sanitaria es vital pero no podemos dar la espalda a la recuperación económica.