*Por Fabián Chinea.-   Después de esta inédita batalla que estamos librando contra un enemigo sin rostro llegará un día en el que volveremos a cruzar el umbral de nuestra casa para pisar la calle sin temor a ser víctima de un virus que ha cambiado nuestras vidas. Ese día puede que no esté muy lejos.
Ya sé que es difícil ver la salida del túnel después de haber atravesado los primeros quince días de vivir aislados en soledad o acompañados de nuestras familias. Las malas noticias se suceden a la misma velocidad que el número de contagios y la fatídica lista de fallecidos. Una letanía de pesimismo que en breve dará paso a un cambio en la tendencia de una curva que terminará claudicando.
La historia nos recuerda que después de una epidemia o de una guerra siempre ha habido un día después de esperanza. Y en esta ocasión no será diferente. Regresaremos más fuertes porque ya son muchas las lecciones que hemos aprendido en estos apenas quince días. La primera de ella es que la inmensa mayoría hemos sido capaces, con muy contadas excepciones, de asumir el compromiso y el sacrificio de estar aislados para estar más unidos que nunca contra un enemigo común.
Hemos decidido protegernos mutuamente quedándonos en nuestras casas. Una decisión sin precedentes que demuestra la fortaleza y la unidad de una sociedad global que, en los momentos más difíciles, es capaz de erigirse en una sola comunidad pese a todo lo que nos diferencia.
El futuro que nos espera cuando superemos la crisis sanitaria va a ser muy complejo de gestionar por las consecuencias del frenazo económico. Los miles de expedientes de regulación de empleo temporal, el apagón en el turismo y en el sector servicios, la parálisis en nuestra industria y la difícil situación que ya arrastraba nuestro sector primario nos obligará a realizar un esfuerzo titánico para superar la difícil travesía que tendremos que andar cuando derrotemos al virus.
Cuando llegue ese momento, tendremos que centrar todas nuestras energías en pensar en nuestro futuro. Para esa tarea, que será casi tan dolorosa como la gestión de la crisis sanitaria, tenemos ya un espejo donde mirarnos. Me refiero a los héroes de nuestra crisis, nuestros sanitarios, que siguen trabajando hasta caer agotados, así como la de todos aquellos que se han sumado a una ola solidaria sin precedentes. Ellos y su lucha deben ser nuestros referentes para enfilar esa nueva batalla.
Miles de canarios y canarias sufrieron en el pasado siglo las heridas de la guerra, la emigración y la hambruna en la época de la posguerra. Muchos de ellos atravesaron el Atlántico en endebles embarcaciones que, en algunos casos, terminaron naufragando en una travesía casi imposible. Muchos de los que vivieron aquella época, y que permanecen vivos, nos recuerdan que, pese a la adversidad, siempre hay un mañana. Y esa es la lección que debemos tener presentes: que siempre habrá un día después.
* Senador por La Gomera