Oscar Izquierdo foto Diario de Avisos

Estamos en campaña electoral y dentro de un mes volveremos a estar igual, es una agonía. Nos envuelve una actividad política frenética que influye en nuestra vida ordinaria. Ya sabemos que los políticos se han convertido en uno de los principales problemas para la ciudadanía de este país. Ya lo decía Ernest Benn: “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos en todas partes, diagnosticarlos erróneamente y aplicar las soluciones inadecuadas”. Es decir, más que solucionarlos, los crean, los agravan y los dejan en estado de putrefacción. Por lo tanto, se necesita una movilización de la sociedad civil, para con la fortaleza que da formar parte de la inmensa mayoría, forzar a los políticos, minoritarios numéricamente, a que trabajen por el bien general, empujándolos para que sean eficaces. Por eso, es importante acudir a las urnas, cada cual a votar por el partido o líder que considere más conveniente, ejerciendo un derecho constitucional que no puede quedarse en la abstención. Las elecciones son básicas en un sistema democrático, es más, si no hubiera, no existiría como tal, por eso, es poco insistir en la trascendencia de la responsabilidad del voto, porque es la mejor manera de decirles que tienen que estar para arreglar, no para desconchar. Acudamos a las urnas para llenarlas, es lo mejor, para después de las elecciones, poder exigir con criterio y fortaleza moral.

Cada cierto tiempo, los ciudadanos tenemos la oportunidad de aprobar gestiones o de suspender mandatos. Es el momento del compromiso personal y comunitario. Si los que están lo han hecho bien, para adelante, si han fracasado, hay que cambiarlos. La gobernanza de la cosa pública exige, por su transcendencia social y económica, ser implacables a la hora de valorar lo pasado o de escrutar lo futuro. No podemos ser tibios o negligentes en la evaluación, todo lo contrario, exigentes. Nadie entra en la política obligado, los que lo hacen tienen sus motivos personales, pero cuidado, ya lo advertía Edmond Thiaudière: “la política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”. Los oportunistas, sueldólogos y aprovechados, hay que descubrirlos para sacarlos inmediatamente de la actividad pública, porque no se puede consentir, por el daño que provocan a la sociedad, que lo que busquen sólo un sueldo asegurado durante cuatro años, convirtiendo en una profesión permanente, lo que debe ser una etapa pasajera en la vida de cualquier persona. Por eso, hay que votar con conocimiento y reflexión, más que con sentimientos engañosos.

 

En Tenerife y en Canarias, hay muchas deficiencias, cuestiones por resolver, mucho por hacer y más por emprender. Por supuesto que hay culpables, tanto por obra como por omisión. La vivienda sigue siendo una demanda ciudadana no atendida por los poderes públicos, cuando es una necesidad primaria y un derecho fundamental recogido en nuestra Constitución.  Necesitamos infraestructuras básicas, que en estos momentos carecemos o las que tenemos son evidentemente deficientes: carreteras, hidráulicas, aeroportuarias, equipamientos comunitarios, se necesitan imperiosamente y para conseguirlas necesitamos políticos eficaces, con vocación de servicio público y con ganas de gastarse en la solución de los inconvenientes. Sobran los oportunistas, mediocres, vividores del cuento y buscadores de sueldos golosos. Hay que regenerar para mejorar, se trata de elegir a los mejores, sean del partido que sea, pero que cumplan sus promesas, siendo capaces de terminar lo que se empieza, porque necesitamos políticos cumplidores. Estamos hartos de propagandistas, vendedores de humo, cultivadores de la inoperancia y fracasados continuos. Todos tenemos la oportunidad y la obligación de elegir a los que sean capaces de poner la última piedra, porque de los que se sacan la foto o colocan la primera piedra y sanseacabó estamos hastiados, no sirven, no arreglan nada y empeoran todo.

La exigencia eleva la valoración de una sociedad, el esfuerzo significa la progresión continua, el trabajo bien hecho tiene resultados satisfactorios, por eso, la sensatez obliga a votar con la cabeza, más que con el corazón. Tenemos una oportunidad, no la desaprovechemos. La política es una función que no puede dejarse en manos de incapaces, votar es un riesgo y una ilusión, es más, como dijo Ken Livingston: “si votando se cambiase algo, lo prohibirían”. Pues ya que tenemos la oportunidad, cada cual en la opción que más le parezca oportuna, vote para ganar.