Julia Pelikhova es una artista que reside en La Gomera, en el norte, en Vallehermoso, en Alojera, en la isla, en este trozo de tierra afortunado por tener entre sus habitantes a una creadora de sueños, los suyos, los de Julia. Pude contemplar hace apenas dos meses una exposición de esta pintora en la Casa de Colón, en San Sebastián. Allí me sorprendí al comprobar que, para ella, el límite de la obra no es el papel de alto gramaje, sino el paspartú que lo deja respirar, creando una continuación del dibujo que, a veces, no sabes si es comienzo o es final.

Aquella exposición tuvo mucho de isla y de historia. Recuerdo una visión de Beatriz de Bobadilla, mujer de su tiempo y de infausto recuerdo. Estaba erguida, en el centro de la composición. Un tocado con una perla adornaba su cabeza. No había color. Sólo escala de grises para crear volúmenes. A ambos lados, flanqueándola, dos amantes malditos, Gara y Jonay. Ella sonríe, él agacha la cabeza, quizá conocedor de la tragedia que les espera. Ramas, flores y pájaros. Y una torre, la del Conde, como elemento de sujeción a los tres cuerpos. ¿Puede haber más historia insular contenida en apenas 40 centímetros de papel?

Este pasado fin de semana volví a toparme, casi por sorpresa, con su obra. Fue en Juego de Bolas, durante la ruta de la tapa de Agulo -excelente propuesta, dicho sea de paso-. Pedimos un timbal de verdura y bacalao sorprendente al paladar. Pero quizá la verdadera sorpresa estaba en la paredes de este popular restaurante. Colgaban una veintena de dibujos de Julia Pelikhova. Recuerdo decirle a mi acompañante, casi de manera inconsciente, que era obra de esta ilustradora perteneciente a la Asociación Noruega de Artistas Visuales. Y es que su estilo es tan particular, tan onírico, tan suyo, que no permite error. Ahí estaban distribuidos por toda la sala obras con personajes, con paisajes de la isla -de Hermigua, de Vallehermoso, cuna de poetas y artistas-.

Me sorprenden sus rostros alargados, ovalados, gentiles. Sus manos que son como ramas, largas, pero estables. Su pintura se reconoce no sólo por su forma, sino por su fondo. Son sueños, visiones de mundos donde lo infatil se mezcla con lo real, con el paisaje que nos rodea y el paisanaje que nos habita. En esta isla de artistas, Julia vive gran parte del año como creador. Expone aquí y allá. Acaba de regresar de mostrar sus últimas obras en Oslo. Le ha ido bien. Allí y aquí sabemos apreciar a un buen artista. Dejemos que siga inundando de color y de sueños los barrancos de nuestra isla.

Pablo Jerez Sabater