Agulo en 1931. António Passaporte (editada por Burkhard Bartels).

Nacer, crecer, vivir y morir en tierra de literatos no es fácil cuando tu voz se compara con la de los hermanos José y Pedro Bethencourt Padilla. Tampoco lo fue para la malograda –y felizmente rescatada- figura de Bohemia Pulido en su Vallehermoso natal, cuna del poeta entre poetas, es decir, de Pedro García Cabrera. Quizá esto fuera lo que le sucedió a este vate, a este abogado, político y secretario municipal, a César Casanova y Casanova, poeta de Agulo.

Gaceta de Tenerife, marzo de 1926

Nuestro personaje hubo de nacer entre los años sesenta y setenta del siglo XIX, pues ya aparecía como contribuyente del Ayuntamiento de Agulo en el año 1899 junto a dos ilustres personajes de este pueblo como eran los hermanos Leoncio y Ramón Bento Casanova. Era esta tierra fértil, aunque aún estamos en los inicios de lo que será su eclosión comercial. Unos años después se construirá su pescante (1908) y la iglesia será derruida para levantar una nueva fábrica acorde a la prosperidad que reinaba por entonces entre su vecindad (no exenta, todo sea dicho de paso, de un caso de caciquismo de manual).

César Casanova debía ser bastante destacado en su pueblo ya que, en 1904 aparece como secretario del Ayuntamiento pidiendo que el cable telegráfico que debía unir Cádiz con Tenerife llegara también a La Gomera, dado su aislamiento en todo su amplio significado. Sin embargo, como ya señalé, fue con el pescante cuando por primera vez aparece relacionado con la poesía, ya que en su inauguración –por todo lo alto, banda de música incluida- recitó un poema tal y como aparecía recogido en el diario El Progreso el 30 de abril de 1908.

Es precisamente en aquel año cuando aparece su primer poema publicado dedicado a D. José Trujillo, párroco de Candelaria –a la sazón investigador también de esta isla- donde desarrolla un verso sencillo y dubitativo, conforme al gusto de aquella época que aún bebía de los resabios del romanticismo tardío: “Sobre un trono de corales, / la Virgen encantadora, / mirando está a los mortales, / consuela siempre al que llora; / dando bienes a raudales / al pueblo fiel que le adora […].

Durante los siguientes años fue publicando una serie de poemas en los periódicos insulares como en La Región Canaria o en El Tiempo. Pero también cultivando la prosa, al menos eso se desprende de una crónica de la llegada de la Dolorosa a Agulo en enero de 1910: “Las campanas con sus repiques alegres, y muchísimos cohetes resonando en los aires, anunciaron la grata nueva, la llegada de la Reina de los cielos que venía a morar entre estos pobres habitantes que sólo pueden ofrecerle la fe de sus corazones […].

En 1913 publica uno de sus poemas más inspirados dedicados al Roque Cano de Vallehermoso y dedicado a una de las personalidades más apasionantes de su momento como fue la de Antonio Fernández Armas. También participó en las veladas literarias que se organizaban en el ‘Centro Hermigua’, sociedad de recreo fundada en 1916 y en la que leía sus composiciones junto a García Sánchez, maestro de San Sebastián. Precisamente en este año entró como alcalde de Agulo, cargo en el que continuaría hasta el año 1917.

En 1921 tuvo lugar un hecho singular. Por primera vez se celebraba un concurso literario en La Gomera. Se hizo con motivo de las fiestas en honor a la Virgen de Guadalupe de octubre de aquel año y contó, como maestro de ceremonia, nada más y nada menos que con el diputado y escritor Benito Pérez Armas. Entre los participantes se encontraba no sólo nuestro poeta, sino también la ya mencionada Bohemia Pulido o Evaristo Lino Armas, a la sazón un singular poeta popular de la isla.

En 1926 simultaneó su puesto como secretario municipal con el de juez sustituto y prosiguió participando en distintas veladas literarias que se celebraron en Agulo. Dos años más tarde, un 2 de abril de 1928, fallecería en su pueblo tras una enfermedad. Ahí se quedó un poeta más para un pueblo de poetas. Una veintena de composiciones publicadas en prensa componen su corpus publicado. Una parte ínfima –con certeza- de una producción perdida para siempre. Valgan estas palabras para recuperar la memoria de otro hijo de esta isla que sumó sus versos a la historia poética de La Gomera.

Pablo Jerez Sabater

Escuela de Arte Pancho Lasso, Lanzarote