Declaraba el director ejecutivo de Google, Sundar Pichai: «si una sola persona tuvo la experiencia en Google que narra el reportaje del New York Times, entonces no somos la compañía que aspiramos ser». Resulta que cuando el periodismo se pone coqueto y hace bien las cosas, la verdad —esa palabra tan de manual para periodistas— cobra sentido. Se tiñe de luz y de color pero sólo para enseñarnos que es cruda, amarga y trae consigo multitud de entresijos. Cuando un periodista hace buen uso de la grabadora y la tinta, la vida se vuelve fea porque se vuelve más honesta que nunca. Nos retuerce el estómago con náuseas, nos revienta la razón con enfado y nos parte el alma en mil pedazos dejando la esperanza para… otro momento.

El gigante del periodismo The New York Times publicó hace unas semanas el destripe del gigante de Google. Andy Rubin, creador de Android, fue acusado de haber forzado a una compañera de la compañía a practicarle sexo oral.Google confirmó estas acusaciones pero, de ninguna manera, lo hizo público. Ya saben: las cosas de casa se quedan en casa. Y resulta que el silencio tiene un precio. Andy Rubin fue premiado —indemnizado— con 79 millones de euros por esa felación que obligó a hacer a una compañera de trabajo. Digamos que en Google no aceptan acosadores sexuales. No les gusta. Entonces, simplemente, les hacen ricos. Y así, Andy Rubin se despedía en 2014 de la mejor empresa del mundo entre halagos y condecoraciones. Acosador y multimillonario ¡Vaya, por dios!

Como el bonito oficio del periodismo existe para sacar las vergüenzas, una vez que The York Times desvela cómo Google encubrió a este señor, Pichai ha tenido que reconocer que ha habido más. En los últimos años se han dado distintas denuncias de acoso sexual en la empresa que les ha llevado a realizar 48 despidos. Nada más y nada menos. Hablamos, por tanto, de 48 mujeres que, seguramente atiborradas de sueños por estar en la mejor empresa del mundo, habrán sido forzadas e intimidadas a hacer cosas que no les apetecía hacer en su puesto de trabajo. Ya el sueño es menos sueño y la empresa es menos buena. Y es que si a un acosador se le premia con cantidades millonarias de dinero, ellas tendrán que lidiar con lo de siempre: víctima y también culpable. Seguimos, aun ese maravilloso invento de Google con sillones de colores y salas de descanso, en un mundo en el que sólo el hecho de ser mujer ya implica el riesgo de ser violada, acosada, intimidada y humillada. Los malditos hoyos de los que ya he hablado en otra ocasión.

De las cuarenta y ocho personas despedidas, trece eran altos directivos de la compañía. Pizpiretos, en la cúspide, exitosos, adinerados, con talento y seguramente engominados. Y por si eso no fuera suficiente, sienten la necesidad de empoderarse no sólo entre las paredes de su despacho sino también en las cremalleras de sus braguetas. Uno de los testimonios es el de una chica con la que intentaron propasarse y ni siquiera era empleada; estaba en proceso de selección para entrar a la empresa de los sueños de muchos. Estaría nerviosa desde hace semanas y su familia orgullosa, pendiente al teléfono, porque la niña podría entrar en la mejor empresa del mundo, y ese talento, esas ganas, esa mirada brillante, con lo que se encuentra es con un rancio monstruo deseoso de la libertad sexual ajena.

En ese lugar al que recurrimos para buscar todas nuestras dudas; para darle razón a nuestros argumentos en charlas familiares; para ampliar intelectos, o romperlos; para buscar futuros, destinos, canciones, novios y recetas; en ese maravilloso invento que se llama Google, ocurren cosas terribles. Si escribimos “Acoso sexual” en este buscador son 23.900.000 los resultados que nos ofrecen. Y entre todos estos resultados, el favorito del buscador más famoso del mundo ha sido indemnizar con cantidades multimillonarias a personas que se han convertido en acosadores sexuales entre los cimientos de sus paredes de colores. Han elegido el silencio ante la denuncia. El secreto a la transparencia. Han escogido, entre esa cantidad de resultados, que la víctima sea la culpable y la humillada; la loca; la histérica y la exagerada. Se han puesto de parte del acosador, le han hecho rico, le han tocado hasta las palmas; le han dado poder y prestigio porque como ya les adelantaba en el primer párrafo, la verdad cuando flota se tiñe de luz y de color pero sólo para enseñarnos que es cruda, amarga y trae consigo multitud de entresijos. En fin, entre tanto color, entre tantas gafas, entre tanta información, inteligencia artificial, resultados… la vida, cuando se destapa, es un auténtico caos de miserias.