A veces tengo la sensación de que la política es como un avestruz que entierra la cabeza cuando hay un problema, a la espera de que desaparezca. Pero los problemas, generalmente, no se solucionan solos. Ignorarlos no hace más que hacerlos más grandes.

Canarias es una comunidad que está viviendo en carne propia y en primera persona el drama de miles de venezolanos que han tenido que abandonar un país donde ya no se dan las mínimas condiciones de vida de un estado de bienestar. Estamos hablando de canarios emigrados, de descendientes de isleños o de ciudadanos venezolanos que han pensado en España y en estas islas como una tierra de esperanza en la que encontrar una nueva vida.

El año pasado se establecieron en España casi treinta mil venezolanos, un 36% más de los que llegaron en 2016. En el caso de Canarias hablamos de más de doce mil personas. Y si nos referimos a personas que tienen la doble nacionalidad, la cifra de retornados que están llegando a las islas es astronómica.

El primer deber de las administraciones públicas es cuidar y proteger los derechos de nuestros ciudadanos. Y velar por su bienestar. Eso significa debemos trabajar para que el regreso de tantas miles de personas y la acogida de refugiados de otras nacionalidades, se produzca de una forma no traumática. Tenemos el deber de responder ante quienes huyen de situaciones tan dramáticas que a veces ni siquiera son imaginables. Y también tenemos el deber de garantizar la convivencia de nuestras sociedades y el bienestar de los que llegan y de los que están. Todo eso no se puede hacer si no existe una decisión política de intervenir en el problema.

Agrupación Socialista Gomera considera que es necesario hacer algo más de lo que estamos haciendo. Probablemente ofrecer a quienes regresan a estas islas el apoyo y la orientación de las administraciones públicas que ofrezcan información, asesoramiento,  y en su caso, la ayuda necesaria para la inserción en nuestra sociedad de nuestros conciudadanos; isleños que llegan desde muy lejos, impulsados por una perentoria necesidad.

El Gobierno de España no puede mirar para otro lado. Y nosotros tampoco. Es necesario que todos colaboremos y que se cuente con los cabildos canarios y de los ayuntamientos para garantizar una información adecuada que permita a quienes retornan poder utilizar los mecanismos que tenemos y los medios de los que disponemos para arrojar luz en un momento de gran angustia para ellos. Creo, sinceramente, que quienes nos gobiernan no son conscientes aún de la dimensión del drama que están viviendo las personas que llegan —a veces con lo puesto y dejando atrás familias y bienes— y de la importancia de la crisis social que esta viviendo el país hermano de Venezuela.

En el caso de islas no capitalinas, como La Gomera, La Palma o El Hierro, el problema de la llegada de estos nuevos ciudadanos cobra una dimensión peculiar. Los cabildos y municipios se pueden ver fácilmente desbordados por las necesidades que demandan estas personas, cuya atención es una responsabilidad que no podemos rehuir.

Hace pocas fechas vivimos el gesto humanitario del Gobierno de España con los refugiados del Aquarius. Y cada día observamos el esfuerzo que realizan las administraciones públicas para salvar del mar y acoger en las condiciones debidas a miles de inmigrantes. Si esto es lo que hacemos, por razones de pura humanidad, ¿qué no deberemos hacer con quienes vienen de un país hermano, al que nos une tantísima tradición y tantísima historia? No digo ya con los canarios o descendientes de canarios, sino con los propios ciudadanos venezolanos a los que no les queda otro remedio que marcharse de su tierra.

Creo que hasta ahora no hemos estado a la altura de lo que esas personas esperan de nosotros. No hemos puesto en marcha los instrumentos necesarios como para afrontar un fenómeno que no sólo no decrece, sino que se incrementa cada año. El problema de las personas que nos llegan de Venezuela no va a desaparecer, sino que tiende a aumentar. Y nuestra respuesta tiene que estar a la altura de lo que se merecen.

Sé que no es sencillo. En Canarias tenemos un cuarto de millón de parados. Y un treinta por ciento de hogares que viven al borde de la exclusión social. Me consta que hay personas que se incomodan porque piensan que “primero tenemos que arreglar las cosas para los de casa”. Tienen razón. tenemos que arreglarlas. Pero también para los canarios que vuelven, que son tan canarios como nosotros. Y para nuestros hermanos de Venezuela, a los que nos toca hacer un sitio en casa, aunque estemos un poco más estrechos. Si lo hacemos bien, saldremos todos adelante y sin dejar nadie atrás. Estoy seguro. pero sobre todo estoy seguro de que es nuestro deber y de que debemos intentarlo con todas nuestras fuerzas.