Salvador García Llanos

Salvador García.- La compañía norteamericana Google, un gigante de la comunicación de nuestro tiempo, propietaria del motor de búsqueda más usado en la red, ha anunciado que dedicará trescientos millones de dolores en los próximos tres años a ayudar a combatir la desinformación. Trata de evitar consumidores de información compulsivos tragalotodo y fomentar ciudadanos críticos. ¿Cómo? Potenciando el conocimiento en todos los sentidos y un periodismo de calidad. Lo quiere hacer, sobre todo, en las plataformas digitales con la denominada Google News Initiative.

Lo decíamos hace pocas fechas, cuando nos identificábamos con el planteamiento del analista José A. Pérez Ledo, a propósito de su sugerencia de una asignatura sobre pensamiento crítico, concebida para que “el alumnado entienda la necesidad de dudar, de buscar fuentes, de confrontar versiones”. La aportación de Google  puede ser de gran utilidad en medio de los incesantes avances tecnológicos y del influjo, no siempre positivo, de las redes sociales y de los propios medios de comunicación. Hay múltiples ejemplos con los que contrastar que los editores de la información impulsan (prácticamente en la impunidad y sin escrúpulos) la difusión de contenidos falsos y de baja calidad, incluso con el empleo de insultos y difamaciones.

Hay que situarse ante la gran paradoja que significa disponer, en la sociedad del conocimiento, de unos recursos tecnológicos para entender el mundo mejor; y comprobar que la utilización de los mismos de forma artera, sesgada y hasta viciosa, nos aleja de una información ante todo veraz, fiable, actualizada, genuinamente útil para una sociedad comprometida. El resultado es el desconcierto y la progresiva incredulidad. Es decir, una sociedad tendente a no mejorar de las patologías que la afectan. Un estudio de la universidad estadounidense de Columbia ha alertado, en ese sentido, de la creciente difusión en las redes de contenidos de baja calidad.

Las consecuencias estriban en un creciente número de ciudadanos que pueden ser considerados “víctimas difusas que se sienten perjudicadas en un mundo cada vez más complejo que no consiguen comprender”, según publica Cosme Ojeda en eldebate de hoy.com,  donde pone como ejemplos a “clases medias que temen dejar de serlo y abrazan soluciones mágicas para problemas que les han desbordado. [Son] Esos ciudadanos que eligieron a Donald Trump, votaron a favor del ‘brexit’ o decidieron creer que con uneas fronteras en una Catalunya independiente estarían más protegidos de las sacudidas  de este mundo cambiante”.

Por eso se recomienda el uso del buen periodismo de siempre con el fin de informarse mejor de los asuntos a los que se debe prestar mayor atención. Es en lo que Google  quiere poner el acento: utilizar herramientas sólidas, rigurosas y duraderas para documentarse adecuadamente.  Hay que evaluar la información que se transmite o se publica. Y, por supuesto, evitar la concentración de modo que las grandes plataformas digitales  controlen qué ideas o planteamientos son los que hay que compartir. Simplemente hay que usar mejor las nuevas tecnologías. Hay que prepararse convenientemente para distinguir los sesgos y las manipulaciones. Si convenimos en que hay más información que nunca, hay que usarla para convertirla en conocimiento.

Suele ocurrir que cuestione a los periodistas y hasta se pone en duda la capacidad de expertos y estudiosos pero, por contra, como señala Ojeda, “nos tragamos todo lo que hacen las nuevas plataformas digitales y sus algoritmos. Tenemos que hablar más del papel que juegan las grandes empresas tecnológicas en nuestras sociedades y cómo afecta a la formación de la opinión píublicas. Sin olvidar que hay un descontento latente del que se aprovechan los populistas para incendiar incluso países con ciudadanías hasta ahora inmunes a los virus de la manipulación”.

Habrá que estar atentos, entonces, a la que parece buena voluntad de Google.  Los riesgos son latentes, luego deben ser bienvenidos los esfuerzos para corregir y revisar hábitos y métodos viciosos que solo producirán ciudadanos cada vez peor informados y más autómatas. Es decir, pensamiento crítico para distinguir mejor, sobre todo, falacias, vilezas y difamaciones.